Humor- ¡Qué cosas se ven, don Pero!: Misterioso asesinato en Bilbao

Aznar y a su lado, Abascal. Web de JM Aznar/ATLAS

No he terminado con Vox. De hecho, esto no es más que el comienzo y pienso continuar mi campaña antivocera hasta que ni un solo católico vuelva a votar a Abascal. No lo haré por este medio por no aburrirles, pero conste que ésa es mi posición y pretendo mantenerla.

Hoy vamos a hablar de Woody Allen. Sí, me gusta el cine de Woody Allen. Al menos yo sí estoy dispuesto –no como otros, bien camuflados en un rollito de primavera rojigualda rematado con morrión– a reconocer mis simpatías judaizantes en público cuando es necesario. Sí, de veras que le encuentro gracioso: sus guiones son un poco por y para una cierta clase media con ínfulas o una burguesía medio decadente, desencantada y bastante posmoderna, pero aún «con posibles»; sus incursiones en un cuasi realismo mágico «a la americana» suelen estar muy logradas; posee un fino sentido del humor y alcanza, siempre, sus mayores y más brillantes éxitos cuando se autoparodia. Y Woody Allen también me gusta mucho.

Me hace particular gracia Misterioso asesinato en Manhattan, que explora la idea de una Agatha Christie yanqui de la vida real que, en compañía de su segundo marido –el arqueólogo: completamente ajeno al mundo del crimen– intenta resolver un supuesto caso de uxoricidio en su mismo bloque de apartamentos. He adornado un poco el argumento, pero van por ahí los tiros: Larry (el propio Allen) y Carol (Diane Keaton) atraviesan también una cierta crisis conyugal, agravada por el interés de su común y divorciado amigo Ted (Alan Alda) en la «investigación». Que el personaje de Allen esté celoso de un actor más alto que él es un lugar común muy simpático de su filmografía. Saquen sus propios paralelismos con Abascal, ¡no lo voy a hacer yo todo!

Carol y Larry

Al final de la película se produce una entrañable escena de «reconciliación» (después de un gran homenaje a Gilda) en la que Larry hace frente con mucho humor a las acusaciones de celos:

«– ¿Yo, celoso de Ted? Si le quitas a Ted los zapatos con alzas, el moreno artificial y los implantes dentales, ¿qué te queda?

– Pues… ¡Tú!»– le responde Carol.

Y yo me pregunto, ¿cómo no pensar en Abascal al ver esta escena? ¡Sí, sí! Los papeles se invierten, pero es lo mismo.

En la política española también hay un partido así como de acomplejados, que tuvo su momento de gloria en el cambio de centuria y que se le considera el legítimo representante y «cónyuge» político de la catolicidad española, representada en la película –la que nos estamos montando en este momento– por Carol. En efecto, el PP como ya avanzábamos en otro artículo, goza aún y siempre ha gozado de bula de la Conferencia Episcopal para «ir de católicos» –aunque por no tener no tengan ni el nombre– sin temer censuras. Y sí, cierto, ninguno de los grandes líderes del PP encarna a la perfección el ideal alleniano, pero rascando un poquito, descubrimos coincidencias más que sorprendentes: sionismo y complejo por la altura (en Aznar), inseguridad y torpeza (en Casado) y un talento cómico extraordinario, insuperable en la autoparodia (en Rajoy).

Carol y Ted

Larry-PP vivía apaciblemente su muy conveniente matrimonio con la opinión pública católica española (que también se parece mucho a Carol: es un poco metiche y bastante ingenua, pero hace postres), hasta que hizo su aparición Ted: alto, bien plantado y un auténtico «zorro plateado».

Francamente: me duele la boca de decir que no hay diferencias patentes entre el programa electoral de Vox y el gobierno de Aznar. Salvo, quizás, cuatro o cinco cuestiones que no estaban sobre la mesa en el año 2000. No entiendo, en absoluto, el pánico desatado en ciertos sectores de la izquierda por el «auge de la extrema derecha»: supuesto que las categorías izquierda y derecha sirvan para explicar algo, lo cual dudo tenazmente, quizás un análisis serio de la situación política española debería hacerse cargo del general viaje a la izquierda de todos los partidos sistémicos (sí, incluido el PP) antes de abordar fenómenos supuestamente extraordinarios de emergencia de «fuerzas reaccionarias». Yo comprendo que el pecado original también ha causado gravísimos estragos en la memoria del ser humano, pero no se puede comprender bien el presente sin conocer un poco, al menos, pasado. Porque ver en Vox a la ultraderecha, reaccionaria neofascista es como ver en Benedicto XVI a un guardián de la Tradición: una falta total de perspectiva.

Vox es tan «homófobo», por ejemplo, como el PP de Rajoy que presentó un recurso de inconstitucionalidad contra la Ley del Gaymonio allá por el año 2005; tan «islamófobo» como el PP de Aznar cuando lo de Perejil; tan antifeminista y contrario al aborto como el PP antiabortista y sus mayorías absolutas de 2000 y 2008. Sí, vale: Abascal va a solucionar «lo de Cataluña» por la vía jacobina de aniquilar todo atisbo de autogobierno, foralismo y constitución histórica de las Españas; Abascal va a garantizar que los padres puedan oponerse a que sus hijos reciban una educación inmoral (lo de suprimir la inmoralidad de la educación, ya si eso otro día…); y, lo más importante: Abascal no tiene un ridículo bigote, sino una señora barba bien tradicionalista y de las JONS. Y un morrión; ¿y bien?:

«- Si le quitas a Abascal la barba, el morrión y el centralismo jacobino, ¿qué te queda?

– Pues… ¡Aznar!»

G. García-Vao