Celebración de la Navidad en Nueva España

«Para que Él reine es necesario que el evangelio, la fe y la tradición sean llevados a todos los rincones de la tierra».

Bajo la premisa anterior, el proceso de evangelización comenzó, y con ella se transfirió al nuevo continente los usos y costumbres de la península ibérica que conmemoraban el nacimiento de nuestro Salvador, así por voluntad de Él y la intercesión de nuestra Madre María Santísima el pueblo celebró también esta festividad.

Se tiene registro de que el 24 de diciembre de 1523 se celebró la primera Navidad en la Nueva España. La organización corrió a cargo de Fray Pedro de Gante, fraile franciscano que vivió de 1479-1572; quien lo escribió en una carta a S.M.C. Felipe II, redactada en 1557.

Este sacerdote, envió las invitaciones a quienes vivían a una distancia de 50km alrededor de la ciudad de México, para que asistieran en esa fecha en Nochebuena a la Iglesia de San, a festejar el aniversario del nacimiento de Jesús.

Los indígenas que asistieron fueron muchos, al igual que los españoles, todos abarrotaron el recinto, a pesar de que era «harto grande» no fue impedimento para que celebraran y se cantaran: «Hoy nació el redentor del mundo», según relata el propio Fray Pedro de Gante.

Fray Jerónimo de Mendieta, alude a las costumbres adquiridas por los indígenas que aún siguen vigentes en la actualidad. Durante años ambas tradiciones se fusionaron para lograr una mejor convivencia, los mantos de los indígenas fueron pintados con temas navideños y se empezaron a enseñar a los más pequeños villancicos españoles, incluso cambiando algunos cantos indígenas por versos en honor a Dios, la paz y la Navidad.

Poco tiempo después, con la constante llegada de peninsulares también surgieron las posadas, las pastorelas y piñatas, las cuales fueron adoptadas y enriquecidas alegremente con el arte y la técnica indígena, estos pues disfrutaban mucho de las expresiones artísticas, los espectáculos de teatro y la danza.

Pocos años después, estas costumbres también se adoptaron en las demás ciudades virreinales que se iban fundando y por las etnias donde se establecieron misiones que poco a poco se convirtieron a la fe católica; los mejores ejemplos de ellos fueron los otomíes, tlaxcaltecas y cholultecas.

Los nacimientos también fueron una expresión artística y religiosa de los novohispanos, en algunos pueblos aledaños a la ciudad de México comenzaron a elaborarse hermosas representaciones en cerámica del Belem, del mismo modo que en 1225 San Francisco de Asís plasmó por primera vez en una gruta, la representación del Niño Jesús, nuestra Madre María, San José y los pastores.A

partir de entonces se hizo la Navidad en México, hoy sigue siendo una gran fiesta donde se explotan elementos de la fe, la alegría, la luz, al igual que están presentes los platillos típicos de cada región para cenar en la Nochebuena. Estos datos se pueden ampliar leyendo «La práctica religiosa en México», del padre Joaquín Antonio Peñalosa (Siglo XVI).

Otra de las aportaciones que trajeron los españoles, y que se adoptaron por los distintos pueblos, fueron las posadas, las cuales se inician en forma de novenario el día 16 de diciembre y finalizan en la Nochebuena del 24 de diciembre. Las posadas se comenzaron a realizar al anochecer iniciando con una oración; entonces la gente se forma detrás de los «santos peregrinos» (José y María) con velas y cantos, se dicen las letanías que hasta hoy se conservan en latín y se reza un santo Rosario, finalmente se pasa al patio de la iglesia a romper la piñata, y chicos y grandes reciben la bien conocida colación que consta de mandarinas, cañas, cacahuates, dulces confitados y ponche de fruta.

Las piñatas novohispanas comienzan a elaborarse en el siglo XVI, en el convento de San Agustín Acolman, Estado de México, en el actual Nezahualcóyotl. Los frailes la emplearon con un sentido estrictamente religioso con el fin de evangelizar al pueblo, dándole así los siguientes atributos:

  • Los siete picos representan los pecados capitales: soberbia, avaricia, lujuria, ira, gula, envidia y pereza.
  • Sus brillantes colores simbolizan la tentación.
  • Láminas de oropel o latón hacen referencia a los engaños del mundo.
  • Venda en los ojos nos recuerda que la fe es ciega.
  • Palo con el que se rompe la piñata, es la fuerza y la virtud que destruyen los engaños y pecados.
  • Dulces, fruta, cacahuates y juguetes: son las riquezas del reino de los cielos que se otorgan como premio a la fe y la perseverancia.

De esta forma la tradición de la piñata nos recuerda que la fe ciega y la voluntad vencen al pecado y nos hacen merecedores de las recompensas divinas; actualmente las piñatas se elaboran a partir de una olla de barro o cartón moldeado cubierto de papel colorido y se rellenan con dulces, fruta, cacahuates y juguetes.

Finalmente el día 6 de enero, en la celebración de la Epifanía, viene consigo el día de los Santos Reyes Magos, y son los mismos que traen regalos a los niños que durante el año se han portado bien, como premio de sus virtudes de constancia y obediencia. Por la tarde se come la tradicional rosca de reyes, elaborada con pan y frutos secos, la cual puede contener varios muñequitos que representan al Niño Jesús y se tiene la costumbre que quien los encuentra, representa una gracia o bendición de Dios, y que en la celebración de la Candelaria (fiesta de las candelas, que representan la luz de Cristo) coopera con tamales o atole, para compartir su bendición, finalizando así la celebraciones navideñas.

Como hemos narrado anteriormente, las festividades de Navidad, tienen un origen y fin Cristocéntrico, un legado más de nuestra madre España, y tesoro hispano, para generaciones.

Celebremos pues con jubiló, una Santa Navidad, reafirmando así nuestra fe y nuestra Hispanidad.

Roger Perdomo, Círculo Tradicionalista Fray Andrés de Castro de México