Un año más nos alegramos del feliz Aniversario del 2 de Enero, fecha del final de la liberación de las últimas tierras peninsulares reconquistadas y desencadenadas del yugo mahometano por los Reyes Católicos D. Fernando V y Doña Isabel I de Castilla, auténticos Padres refundadores del Reino cristiano de Granada. Siempre debemos recordar y sostener la histórica y vigente personalidad jurídica de este bendito Reino, integrado desde 1492, por vía de la Corona de Castilla, al seno de la Cristiandad hispánica, bajo la común unión del Rey legítimo.
Tras la sustitución de este último por el Estado-Nación en 1833, el Reino de Granada ha tenido que sufrir en su constitución sociopolítica los ataques furibundos de la ingeniería racionalista revolucionaria: primero, con el artificial modelo del Estado de las Diputaciones Provinciales (1834-1978), que, desmembrando el antiguo Reino, abortó los nuevos entes políticos de las llamadas «Provincia de Granada», «Provincia de Málaga» y «Provincia de Almería»; y segundo, con el no menos artificioso Estado de las Autonomías (1978-hoy), en donde se pretendió reabsorber y disolver a los pueblos granadinos en una nueva entidad creada ex novo llamada «Comunidad Autónoma de Andalucía». No poco han contribuido a la confusión, acerca de la genuina nacionalidad histórica granadina, la presencia en los últimos años, con ocasión de la celebración de la Toma, de dos clases de grupúsculos, nacionalistas españolistas los unos y nacionalistas andalucistas los otros, adscritos respectivamente a una de las dos antigranadinas modalidades de Estado (nombre de la forma política propia de la Revolución) descritas anteriormente.
Si a esto añadimos la desvirtuación del verdadero significado de la Toma por unas sedicentes «autoridades» civiles de un «Ayuntamiento» constitucional (a la sombra de un falso escudo de Granada inventado en 1843 en sustitución del verdadero que se remonta a los Reyes Católicos); por una no menos deplorable oficialidad militar de un Ejército al servicio tanto de la última versión política de la Revolución (i. e., el actual sistema del 78) como de la usurpación; y por unas autoridades religiosas que, a los antiguos llamamientos a la Cruzada y a la Reconquista, han sustituido la nueva doctrina conciliar de la interacción ecuménica con las falsas religiones; si, repetimos, añadimos todo esto, el panorama social ante esta nueva celebración de la Toma no puede ser más desolador.
Pero, frente a todas estas desnaturalizaciones, sólo nos queda volver a hacer un llamamiento por la verdad de las cosas, y, en este caso, por la verdad histórica y sociopolítica –mantenida de iure desde su origen hasta hoy– de la cristiana realidad comunitaria del Reino de Granada: única manera cierta de defender el multisecular ser y orden granadinos, invitando a cualquier equivocado de buena fe –ya milite en el lado de los revolucionarios derechistas o de los revolucionarios izquierdistas– a salir de sus errores.
Y para contribuir a la recuperación del genuino sentido de la jornada de La Toma, pensamos que no hay mejor forma que transcribir la primera de las nueve Lecturas de que consta el Oficio Divino forjado para este gran día por el primer Arzobispo de la Archidiócesis de Granada, Fray Hernando de Talavera: «Hoy tenemos, dilectísimos hermanos, el día solemne y preclaro, el día de gozo y exultación, el día de la alegría y del júbilo, el día de la buena noticia, en el cual, si nos callamos, se nos puede argüir de culpa. Día venerable, día santo del Señor. Día celebérrimo, el día para nosotros más famoso y santo de todos, porque es el día de la misericordia del Señor. Es el día que desearon y esperaron nuestros padres y no lo vieron. Felices nuestros ojos, porque merecieron verlo. Día que se hizo casi dos días; y día único, mejor que miles. Es el día que hizo el Señor para que nos exultemos y nos alegremos en Él. A saber, es el día en el cual todo se somete a la Fe católica, todo se alcanza para la cristiana Religión; es el día en el cual se restituye al dominio de los españoles la Ciudad de Granada, Ciudad fortísima, segura por sus puentes y rodeada de murallas; Ciudad potentísima, Ciudad de refugio y de excelente morada; Ciudad plena de delicias, Ciudad fecundísima, Ciudad ínclita, Ciudad gloriosa, famosísima con razón en todo el orbe terrestre; señora de naciones y principal de provincias. Una urbe de perfecta hermosura; alegría y soberbia de los agarenos. Cabeza y cima del ardor mahometano en tierra de los españoles».
Así pues, los granadinos debemos gritar una vez más con el corazón, en este glorioso día, y con la esperanza puesta en una próxima y verdadera Restauración: ¡Feliz Día de la Toma! ¡Vivan los ínclitos Reyes Católicos D. Fernando y Doña Isabel! ¡Viva la Ciudad de Granada! ¡Viva el Reino de Granada! ¡Viva la Corona de Castilla! ¡Viva la Monarquía hispánica! ¡Viva el Rey legítimo de las Españas D. Sixto Enrique de Borbón!
Félix M.ª Martín Antoniano