El pasado domingo 26 de noviembre, en la ciudad de Valencia, tuvo lugar la tercera reunión del nuevo curso de formación política del Círculo Cultural Alberto Ruiz de Galarreta, en torno a una aproximación panorámica al tradicionalismo español. Contó con la asistencia de unos cuarenta participantes, fundamentalmente jóvenes: junto a los amigos de siempre del Círculo, de lealtad ya probada y acrisolada, nuevas caras y nuevos nombres se dejaron ver en esta ocasión, acercándose con inquietud al umbral de la verdad política y mostrando cómo la tradición católica, a fuer de milenaria, es perennemente novedosa y atractiva para las almas de inteligencia honesta y voluntad noble.
Tras el correspondiente saludo a los asistentes y la bienvenida formal, un querido sacerdote amigo dirigió la oración inicial para pedir al Divino Espíritu la gracia de un estudio provechoso. Una primera y escueta presentación de la cuestión, a cargo de nuestro presidente, se centró en prevenir contra cualquier sospecha ideológica en el -ismo del tradicionalismo, y remitió al estudio sereno de los maestros carlistas de ayer y de hoy. Posteriormente dio paso a la ponencia central, que en esta ocasión corrió a cargo de nuestro correligionario Mario, cuya exposición fue buena muestra de su capacidad de síntesis y de su entusiasmo militante. Recogemos a continuación algunos de los puntos tratados para ofrecer un sucinto resumen de aquel resumen:
Siguiendo al profesor José Miguel Gambra, comenzó apuntando someramente el significado de los vocablos «tradición» y «tradicionalismo», haciendo hincapié en que la concreción histórica en España de la defensa de la tradición católica frente a la modernidad es el carlismo. Y su lema venerable —Dios, Patria, fueros y Rey— articuló el posterior desarrollo de la intervención, estructurada en torno a una serie de preguntas sucesivas.
En primer lugar: ¿en qué verdades se basa la política? Aquí el ponente se centró en la existencia y cognoscibilidad de un orden creado, de un Creador inteligente y libre que rige providentemente Su obra, la capacidad de reconocer y fundar un orden del deber en el orden del ser… Todo ello es negado más o menos radicalmente por la Modernidad, que de un modo u otro desecha la metafísica y acaba reduciendo cualquier intento de fundamentación de los fenómenos políticos a la pura arbitrariedad impuesta.
En segundo lugar, ¿qué nos vincula políticamente a otros? Se recordaron algunas enseñanzas elementales en torno a la natural sociabilidad del hombre y, en consecuencia, a la existencia de sociedades naturales y a su natural ordenación al bien común frente a la concepción ilustrada del contrato social. Algunas palabras sobre la virtud de la pietas patria condujeron a la afirmación de la política como algo bueno y necesario, y no como un mal necesitado de límites.
Tercera y cuarta preguntas: ¿a qué gobiernos y leyes están sometidas qué personas? ¿Cuál será el contenido de las leyes? El monopolio de la ley y de la fuerza como nota definitoria del Estado moderno plantea problemas conocidos (globalismo vs nacionalismo, unionismo vs independentismo), pero estos problemas no se dan en la tradición, ya que ésta se rige por los principios de totalidad y subsidiariedad. Las sociedades mayores no eliminan a las menores. Las diferentes sociedades, además, se van acotando por la historia y la tradición, no por identitarismos varios.
Respecto al contenido de la ley, para la Modernidad será o «la voluntad de la nación» o «la religión de la humanidad». Por el contrario, las leyes de la(s) sociedad(es) tradicional(es) vienen definidas por la ley natural, concretadas en la ley humana a través de la virtud de la prudencia, orientada a su vez por la tradición (fueros). Las leyes, para serlo, deberán estar ordenadas siempre al bien común. En este punto, una breve recapitulación sirvió para concluir que la forma de gobierno tradicional en España (la forma mixta o monarquía templada) favorece el mayor respeto a los principios de subsidiariedad y totalidad, concretados en nuestros derechos forales.
Quinta y sexta preguntas: ¿Cómo nos une la comunidad política a Dios?; ¿Cómo une Dios a la comunidad política? La comunidad política carece, ciertamente, de los instrumentos sobrenaturales para unirnos a Dios, pero sí sirve como instrumento extrínseco que allana el camino a la misión de la Iglesia. Asimismo, desde la perspectiva de la comunidad política, la religión se convierte en el fundamento imprescindible de su unidad y armonía.
Finalizada la exposición, un ágil y animado coloquio sirvió para aclarar, desarrollar y matizar algunas explicaciones; particularmente, sobre la noción de bien común y las formas de gobierno. También se hicieron algunos comentarios sobre el esquema que sirvió de apoyo, y que repartimos junto a una selección de referencias doctrinales con algunos de los autores tradicionalistas más destacados.
Clausurada formalmente la sesión y emplazados todos para la siguiente, la tertulia se prolongó de modo más distendido y se aprovechó la ocasión para apretar lazos de hermandad con los viejos y con los nuevos amigos.
Círculo Cultural Alberto Ruiz de Galarreta
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