Todos los argumentos precedentes conducen a –y, de hecho, dependen de– la proposición de que la producción de riqueza real –esto es, todas las cosas que el dinero puede comprar– está completamente separada de la producción del dinero con el que comprarla, y que, al gravar a cualquiera menos a un banquero, simplemente estamos incrementando el valor del monopolio de realización de dinero de los banqueros.
Afortunadamente, hoy en día no es necesario desarrollar en gran medida este argumento, ya que los hechos no están en disputa en ningún círculo responsable. La Enciclopedia Británica, en su artículo sobre el dinero, Volumen 15, declara: «Los bancos prestan creando crédito. Crean los medios de pago de la nada»; o, como lo expresa el Presidente del Midland Bank, «la cantidad de dinero en circulación varía solamente con la acción de los bancos».
Puesto que nuestra civilización es una civilización dineraria, y ninguno de nosotros puede llevar a cabo nuestras actividades diarias sin la posesión de dinero, resulta obvio, en primer lugar, que esta situación nos pone en última instancia a disposición de los bancos; y que el aumento de la tributación reduciendo la cantidad de dinero a nuestra disposición, incrementa esta sujeción que los bancos tienen sobre nosotros.
El primer punto, por tanto, que hay que tener claro –incluso sin indagar en cuanto al destino del dinero– es que la fuerte tributación bajo la cual sufrimos funciona directamente en beneficio de las casas financieras que controlan el sistema bancario. Pero si miras por detrás de tus obligaciones fiscales, encontrarás que la cantidad total recaudada del Impuesto sobre la Renta, del Sobreimpuesto, y del Impuesto de Sucesiones, es aproximadamente igual que la cantidad requerida para pagar el interés de la Deuda Nacional; y que las otras formas de tributación suministran el dinero para los servicios sociales, en la medida en que es suministrado.
Ahora bien, la Deuda Nacional en 1913 era de 706.000.000 libras, y en 1935 era de 7.945.000.000 libras, o diez veces más, y está constantemente subiendo. Probablemente el 80 por ciento de esta deuda fue creada mediante el proceso al que se refiere la Enciclopedia Británica, esto es, por los bancos creando dinero de la nada y prestándolo al país por medio de Bonos de Guerra y otros títulos nacionales. O dicho de otro modo: de igual manera que los bancos crean dinero de la nada, así también compraron los Bonos de Guerra por nada; y nuestro Impuesto sobre la Renta, Sobreimpuesto, e Impuesto de Sucesiones, es lo que les pagamos por haber creado y haberse apropiado para su propio uso la Deuda Nacional.
No hace falta mucha ayuda para ver que, mientras la población lo soporte –y Sir Josiah Stamp nos asegura que, con cuidado, la población soportará mucho más–, vendremos a pagar una mayor cantidad de impuestos, la mayor parte de la cual irá a incrementar el poder de las instituciones bancarias y su agarre sobre la población.
Si los valores y bonos que los bancos, incluyendo el Banco de Inglaterra, se han apropiado en los últimos cincuenta años se hubieran puesto en el crédito de la comunidad, no sólo estaríamos libres de tributación sino que estaríamos sacando un dividendo sustancioso.
Una objeción común a esta afirmación es que bajo estas condiciones los bancos pagarían fantásticos dividendos, pero ésta es una concepción errónea. Los bancos, de hecho, sí pagan altos dividendos sobre un capital comparativamente pequeño; pero los estupendos beneficios que se realizan mediante la manipulación del sistema dinerario de acuerdo con los principios generales que os acabo de indicar, no van a nadie: desaparecen mediante procesos de contabilidad, y mediante la formación de estupendas reservas invisibles; y, puesto que incrementan la disparidad entre el poder adquisitivo y la riqueza real, forman un continuo sistema deflacionario.
Por ejemplo, si tú ves que los títulos poseídos por un banco ascienden a 100.000.000 de libras esterlinas, podrías suponer que ése era el valor de mercado de los títulos. Es extremadamente probable, en el caso de un banco comercial británico, que cada 100.000.000 de libras de títulos mostrado en la Hoja de Balance representa al menos 1.000.000.000 de libras de precios de mercado en tiempos normales, y, mediante este proceso de reducción contable –que es mucho más complejo que el simple ejemplo recién citado–, es posible ocultar beneficios de varios cientos por ciento por año, y hay pocas dudas de que se hace. La llamada estabilidad del sistema bancario británico es simplemente una medida de su agarre sobre los recursos nacionales.
Despojado de sus complicaciones, emerge el hecho de que vivimos bajo un sistema en nada diferente al de una compañía comercial con responsabilidad ilimitada en la que se están constantemente emitiendo nuevas obligaciones y asignándose gratis al sistema financiero y a sus controladores, los cuales no asumen ningún riesgo y no hacen ningún trabajo creativo. La población general está fundamentalmente en la posición de asalariados, y la tributación sobre ellos va al pago del interés sobre esas obligaciones hipotecarias. Las autoridades del Impuesto sobre la Renta están en la posición de contables, y son cobradores de deuda actuando en interés de los tenederos de las obligaciones.
Estamos, cada uno de nosotros, en deuda con estos tenederos de las obligaciones, aun cuando algunos de nosotros puede que tengamos obligaciones; y la política es la de cargarnos a nosotros individual y colectivamente con deuda, de modo que seamos los esclavos de nuestros acreedores a perpetuidad.
Es imposible obtener el dinero para saldar la deuda, debido al hecho de que nuestros acreedores tienen al mismo tiempo el control exclusivo del poder de creación del dinero que se requiere para saldar la deuda. La tributación no es primariamente un dispositivo económico: es un dispositivo tiránico.
(Continuará)
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