Ya son pocos los españoles que leen prensa escrita.
¡Qué tiempos aquellos en los que las claves de la situación política se vendían a un módico precio a la puerta del quiosco, confidente del barrio, que proclamaba a los cuatro vientos de qué pie cojeaba cada uno! No había más que mirar qué periódico llevaba cada persona bajo del brazo. Eran años no tan lejanos, cuando aún no había internet y el papel impreso era imprescindible.
Pero años huérfanos… ¡y terribles! No porque yacieran por las calles los cadáveres de nuestros seres queridos, ni mucho menos, sino por el crimen perpetrado contra las Españas.
Aquella prensa (ya no digo de izquierdas, con «El País» al frente) que se suponía leía la gente de bien —la de derechas de toda la vida, expresado como signo de distinción autocomplaciente—, iba cambiando las mentes de los lectores, sumándolas en el letargo necesario para el cambio que, a diestra y siniestra, se avecinaba en contubernio bien planeado (tanto fue así, que la unanimidad para el «Sí» constitucional era vociferado por Fraga como por el genocida Santiago Carrillo).
Y allí estaban, en editoriales y «terceras», prelados infundiendo sacramentalidad a la conversión y abandono de lo que nuestros padres defendieron.
Huérfanos los lectores, muertas las almas y entregados a la nueva España, llegó internet. Cae en picado la venta de periódicos en papel a la par que aumentan los regalos dominicales y coleccionables, para fidelizar a unos lectores ya cambiados, mientras se muestran incapaces de captar a un público joven ya esclavo del consumismo.
Pero en medio de ese marasmo, y como reacción de la España que sigue viva, inconformista y alzándose ante el suicidio forzado por los enemigos de la Hispanidad, se reedita el periódico La Esperanza: arca de lectura que analiza la actualidad y que imparte criterio en medio de una confusión que impide el reconocerse.
Sin disculpas (es gratuito), fácil (en la web), accesible (en todas las redes sociales, desde Twitter hasta Telegram pasando por Facebook), actualizado (al día), competente (las mejores firmas del panorama intelectual: Miguel Quesada, Félix Mª Martín Antoniano, G. García-Vao, David M. Cea, Austreberto Martínez, Rodrigo Fernández, Carlos Restrepo, E. Zúñiga, etc).
Un signo de distinción digno para los que conformamos la Hispanidad, porque ¿puede justificarse alguien, sin malicia por su parte, para no leer el único periódico católico y de Las Españas? ¿O preferirán seguir bebiendo en las aguas encharcadas de la prensa del régimen democrático que demuele nuestra civilización?
Roberto Gómez Bastida, Círculo Tradicionalista de Baeza