Hay un fenómeno psicológico, misteriosísimo en los hombres del oportunismo. Con José Bonaparte fueron afrancesados. En las oscilaciones de Fernando VII entre la Constitución y la no Constitución, oscilaban ellos también, pegados siempre al partido que triunfaba. Entronizado el monarquismo constitucional, fueron monárquicos constitucionales. Triunfante la actual República, son republicanos; si triunfara el socialismo serían socialistas; si el bolchevismo serían bolchevistas; y tradicionalistas en cuanto triunfe el tradicionalismo aunque tengan probado que es lo que más detestan… En Roma, antes del pacto de Letrán, estaban con el Quirinal y con el Vaticano…
Este caminar eterno no ha de compararse con el andar de Fausto buscando la verdad; sino con el andar del judío errante, modelo de oportunismo. El judío errante no tiene patria, y va de una en otra arrastrado por las vicisitudes del oportunismo, que ya lo trae acá, ya lo lleva allá, atento a la comodidad de hoy, y sin mirar a la comodidad de hoy será el desastre de mañana. No tiene patria, no tiene hogar, y lo peor es que no quiere que los demás tengan patria, y colabora en la ruina de todas las patrias so color de salvarlas, al dictado del oportunismo, esto es, al hilo de las revoluciones con las cuales colabora.
Es esto como una psicología especial que no sufre escarmiento ni con los más horribles fracasos. A nosotros nos parece en el orden intelectual, contra naturam, y nos recuerda el suplicio que Dante da en su infierno a otros delitos contra naturam: andar, andar siempre, sin hallar reposo en ninguna parte. Porque, aunque los hombres del moderno oportunismo anden siempre con los que triunfan, como estos triunfos son triunfos revolucionarios y por consiguiente, catástrofes sociales, andan y andan sin reposo en su interminable peregrinación de abismo en abismo.
Fabio.
Fuente: El tradicionalismo español. Su historia. Su ideario. Sus hombres, pp. 85-86.
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