El posibilismo: ejemplos en la historia del Carlismo (II)

CONFIRMAMOS AQUÍ NUEVAMENTE LA TENDENCIA: EL POSIBILISMO LLEVA SIEMPRE AL CONSERVADURISMO LIBERAL

Muy variados han sido los intentos y estrategias posibilistas a lo largo de la historia del Carlismo, por lo que podemos decir que supuso y sigue suponiendo un tedioso y constante torpedeo.

Probablemente el primer ejemplo serio lo veamos con la búsqueda del matrimonio de Carlos VI con Doña Isabel. Este primer posibilismo era en parte entendible y bueno, porque bien podría haber dado al traste con el proceso revolucionario en España. Pero no se produjo, quizás sencillamente porque no debía haberse dado. El posibilismo aquí fue el de Jaime Balmes, que pretendió aceptar la encerrona suponía el matrimonio de Carlos VI con Doña Isabel, donde el primero sería solamente rey consorte. Gracias a Dios, el monarca se negó a ello, afirmando que la unión tenía que ser como la de los Reyes Católicos en igualdad de derechos y mando. Poco después comenzó la II Guerra carlista.

En este caso y en los sucesivos, comprobaremos cómo la Providencia va conduciendo al Carlismo hacia su continuidad venerable en el tiempo, pues cualquier pacto con la dinastía usurpadora, aún en este, el más inocente y mejor intencionado de la Historia, hubiera supuesto la absorción y aniquilación del tradicionalismo legitimista por parte del conservadurismo. Y es que eso es, precisamente, a lo que siempre conlleva el posibilismo. Sea este conservadurismo de levita y chistera, azul mahón o verde pistacho.

Otro ejemplo en la historia del Carlismo se produce en las conversaciones de Doña Isabel ya con Carlos VII, cuando el sexenio revolucionario había hecho estragos, llevándola finalmente al exilio. Primeramente fueron a través del Partido Moderado, que buscaban una suerte de unión dinástica antes de la previsible caída de Doña Isabel. Tras su exilio, fue la propia Doña Isabel la que trató de negociar con Carlos VII. De hecho hay que decir que por su parte al menos fueron sinceras y hasta bien intencionadas, pero siempre implicaban una concesión, otra vez, con el conservadurismo, esto es, con el liberalismo moderado, siempre en su historia incondicionalmente ligado a la dinastía usurpadora. Ya con Alfonso «XII», Cánovas del Castillo ofrecerá un nuevo pacto dinástico pretendiendo casar a una de las hijas de Carlos VII con el nuevo monarca constitucional.

Pero también hubo contactos por parte de los progresistas, pues el propio General Prim se reunió con Cabrera, en representación de Don Carlos. Pero lo que pretendían con ello era que Carlos VII fuera un monarca constitucional y aceptara el sufragio universal, con alguna pequeña concesión a los principios tradicionalistas. Don Carlos, lógicamente, lo rechazó.

Ya finalizada la III Guerra, el Carlismo atraviesa un largo período de paz y, aunque las intentonas de otra cruzada siempre estuvieron latentes, es aquí donde la Comunión Tradicionalista se estructura como organización política. Así, es en el Parlamento, en los círculos y en las publicaciones de los periódicos donde se dan las principales batallas. Es en este período también donde abundan las tentaciones posibilistas.

Una de las más destacadas es la Unión Católica de Alejandro Pidal, que se forma en 1881 por indicaciones del Papa León XIII. Buscaba con ello el romano Pontífice aglutinar a todos los católicos en un único partido que reconociera el régimen de la mal llamada Restauración. A ellos se unieron antiguos neocatólicos que simpatizaron con el Carlismo durante el sexenio y que luego volvieron al conservadurismo del que no se habían desprendido. Ciertamente hubo neocatólicos que terminaron siendo carlistas buenos y lealísimos, pero en su mayoría retornaron al conservadurismo y supusieron finalmente los primeros mimbres para el social-catolicismo primero y para la primera democracia cristiana en España después.

El conflicto que el Carlismo tuvo con la Unión Católica fue destacado y encendido. Siendo por aquél momento Jefe delegado Cándido Nocedal, en los ataques se vieron afectados incluso varios prelados. De hecho, el Papa León XIII tuvo que intervenir con la encíclica Cum Multa, un durísimo golpe para la Comunión Tradicionalista en la línea de la Ralliement en Francia. Al final, la Unión Católica de Pidal, ese gran proyecto de intervencionismo ilegítimo de la Iglesia duró tres años y, tras su fracaso, León XIII dio como directiva a los sostenedores de ese proyecto político que se unieran al Partido Conservador de Cánovas, ocupando Pidal un puesto destacado en el mismo. Confirmamos aquí nuevamente la tendencia: el posibilismo lleva siempre al conservadurismo liberal.

El panorama político católico de este tiempo era convulso y el Carlismo, internamente, no fue ajeno a ello. El hecho de la crítica o no a los prelados, por su apoyo velado o más directo al liberalismo conservador, amén de otras cuestiones, provocaron en la Comunión el enfrentamiento entre los periódicos de LA FE y EL SIGLO FUTURO. Y es que LA FE había apoyado o tolerado previamente el proyecto de la Unión Católica, a lo que se opuso EL SIGLO FUTURO, Cándido Nocedal y el propio Don Carlos, quedando, de hecho, apartado LA FE en 1881. Si bien, los continuos hostigamientos de EL SIGLO FUTURO a este periódico y a los prelados conservadores, provocaría una serie de tensiones ya entonces con Ramón Nocedal, que propiciarían el cisma integrista en 1888.

Jaime Alonso, Círculo Tradicionalista Juan José Marcó del Pont

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