Las crisis económicas contemporáneas son artificialmente provocadas

Wall Street. Nueva York.net

Todos conocemos las más importantes crisis económicas que han azotado a los Estados occidentales en determinados momentos de los últimos cien años, pero conviene que subrayemos una vez más el origen totalmente artificial de esas terribles situaciones. Dejando a un lado la recurrente explicación «científica» de los ciclos «naturales» de booms y depresiones, la tesis oficial dice que la ruina que se inició en 1929, fue causada por un enorme hundimiento de la Bolsa de Nueva York; que la crisis que se desató en 1973, se debió al aumento de los precios del petróleo por la OPEP; y que el estancamiento que se creó en 2008, fue por la insolvencia de activos financieros americanos de difícil cobro llamados «hipotecas subprime».

H. Douglas, en una conferencia dada en Westminster en 1936, intentaba hacer volver a su auditorio al sentido común, y, refiriéndose a la primera de esas crisis, afirmaba: «Nosotros […] decimos que el sistema monetario, hoy día, no refleja los hechos. La oposición dice que sí que los refleja. Bueno, os lo plantearé a vuestro sentido común. ¿Cómo fue que, un mundo que aparentemente era casi febrilmente próspero en 1929 –o decía que así era, juzgado según los estándares ortodoxos– y ciertamente capaz de producir tremendas cantidades de bienes y servicios, y de distribuir una considerable proporción de los mismos, pudiera estar tan empobrecido en 1930, y tan fundamentalmente cambiado, hasta el punto de que las condiciones quedaran invertidas y el mundo quedara miserablemente pobre? ¿Es razonable suponer que, entre una sola fecha de Octubre de 1929 y unos pocos meses después, el mundo pudiera cambiar de ser rico a ser pobre? Por supuesto que no lo es». Y lo mismo se puede decir de las otras dos crisis: la de principios de los setenta, fue precedida por la anterior década de relativa prosperidad de los sesenta; y a la depresión iniciada en 2008, también le antecedió una época previa de auge económico. ¿Qué otro causante puede haber provocado todas esas crisis sino el propio y mismo sistema financiero adjunto a las economías de los Estados occidentales, ya que no había ningún motivo físico o real previo que las ocasionaran?

Y dígase lo mismo respecto a la actual horrible situación económica, en donde los «gobernantes» han traído, esta vez, como razón de la misma, a la pandemia existente. Pero la pandemia no ha suscitado influencia apreciable en la actividad económica primaria, que es siempre la fundamental en toda comunidad política. Si uno observa, por ejemplo, los datos concernientes a la cosecha resultante del año pasado en cereales de invierno, nos encontramos con la sorpresa de que ha sido la mayor cosecha jamás habida en toda la Historia de producción doméstica, calificándosela de «cosecha récord». Estamos simplificando mucho, pero creemos que la idea básica es correcta: podemos entender que una comunidad política sufra por unos años terribles de malas cosechas (como, por ejemplo, se nos narra en las Escrituras que le ocurrió a Jacob y su familia), pues se trata de una causa física o natural que produce malos efectos físicos o naturales (hambruna, enfermedades, etc.).

Pero lo que no cabe en la cabeza de nadie, es que una determinada comunidad sufra (tenga malos efectos físicos) en un contexto de resultados productivos físicos o económicos muy buenos. Es evidente que aquí falla algo: ¿Ha sido la producción física? No, la producción física ha sido muy buena. ¿Ha sido la falta de demanda? No, al revés: la gente tiene necesidad de los bienes primarios. ¿Ha sido la pandemia? No, la producción en el ámbito primario ha continuado su normal curso, y la buena climatología ha generado esa «cosecha récord». Entonces, ¿qué se ha interpuesto entre los bienes producidos y la gente deseosa de satisfacer sus necesidades básicas? Lo mismo de siempre: el sistema financiero, y solamente el sistema financiero. Douglas, en Mayo de 1930, en sus importantes declaraciones en su interrogatorio ante el Comité MacMillan (Comité que buscaba las causas de la crisis económica), decía: «No existe nada que sea definitivo en absoluto en lo que concierne al sistema monetario. Es (o debería serlo; no lo es actualmente) un sistema de tickets, el cual no es más que un accesorio adjunto a la empresa general de producir y distribuir bienes y servicios. El sistema monetario, en tanto que sistema monetario, no tiene virtud o fuerza ninguna estando divorciado del sistema [productivo]. […] La cosa que hay que fijar en la mente es: cuáles son las capacidades para producir y suministrar bienes y servicios, y, al mismo tiempo, cuáles son los deseos en relación al uso de esas capacidades para producir y suministrar bienes y servicios. Ésta es la única cosa importante. Si uno comienza con ese objetivo, entonces su misión es modificar en cualquier extensión que pueda ser necesaria su sistema de tickets de tal forma que le permita conseguir aquellos deseos [productivos] y sociales».

Félix M.ª Martín Antoniano, Círculo Cultural Antonio Molle de Madrid