18. La fiesta de Cristo Rey, esperaba Pío XI, sería la medicina de los males de nuestro siglo. Por eso, al final del año santo, coronándolo, consagra el último domingo de octubre a la celebración de esta Fiesta (núm. 16).
La Fiesta de Cristo Rey vendría a reparar la apostasía pública que resulta del laicismo. Tiene en mente Pío XI que Cristo es «Rey de toda la humanidad» (núm. 15), por lo que dispone el culto sea igualmente universal, no metafórica sino verdadera y actualmente: al Rey del Universo debe reconocer todo el universo. Y entonces escribe:
«Porque cuanto mayor es el indigno silencio con que se calla el dulce nombre de nuestro Redentor en las conferencias internacionales y en los Parlamentos, tanto más alta debe ser la proclamación de ese nombre por los fieles y la energía en la afirmación y defensa de los derechos de su real dignidad y poder» (núm. 13).
Juan Fernando Segovia, Consejo de Estudios Hispánicos Felipe II