Mes de Octubre, mes del Rosario

La Santísima Virgen entrega el Rosario a Santo Domingo. Museo del Prado

Finalizando septiembre, ya se ve la decoración de calabazas, escobas, sombreros de bruja y otros complementos alusivos a la «noche del terror» en los supermercados. En nuestra época, esa nueva costumbre tiene cada vez más relevancia y semejanza con la sociedad actual.

Como el nombre de mi columna lo indica, soy hija de Dios. Pero no siempre estuve en buenos términos con la fe que profeso, principalmente por ignorancia. El rezo del Rosario fue y sigue siendo una pieza clave para mi conversión final y un acicate para que estudie en profundidad aquello que profeso.

El 7 de octubre de 1208, Santo Domingo de Guzmán recibió la visita de Nuestra Señora del Rosario. En esa aparición, la Santísima Virgen le enseñó a rezar el Santo Rosario y le anunció las promesas para los que hicieran esta oración con devoción. Como yo crecí ya en un tiempo extraño, donde ni en colegios católicos enseñan mucho de la fe que dicen profesar, no tenía idea ni siquiera que hubiera este tipo de promesas.

Al igual que muchas personas ajenas incluso a la fe católica, consideraba que el Rosario era una tediosa oración y por su extensa duración, algo que debía evitar. Fue precisamente en un albergue de inmigrantes en Arizona, donde la monja a cargo me pidió que les hiciera rezar el Rosario. 

Grata sorpresa fue que entre los que eran atendidos por estas monjas, había más de uno que sabía cómo rezar esta oración. Con muchos tropiezos, aquélla fue la primera vez que completé una tercera parte o lo que se conoce como una corona.

La segunda ocasión, no solo logró mi cambio por completo, sino que ha dejado un recuerdo vivo de algo que un par de años más tarde, brotaría también en abundancia acá en Bolivia. Fue durante el tiempo en el que estuve sin trabajo luego de completar mis estudios, cuando decidí unirme a un grupo de tres a cinco personas mayores de 60 años. Cada martes, viernes y sábado, este grupo se juntaba a las afueras de un centro donde realizan abortos de la cadena de Planned Parenthood en la ciudad de Tempe, Arizona. Allí fui sin saber muy bien qué tendría que hacer.

Me explicaron la dinámica y allí arranqué una travesía. Me advirtieron que mi vida podía correr riesgo, al hacer algo tan intimidante como orar.

Un día les pregunté si tras más de dos años de ser constantes tenían historias alentadoras. Tenían varios casos y varias mujeres con niños en brazos que se acercaban a decirles gracias, pues con la ayuda oportuna pudieron salvar la vida de sus hijos.

Precisamente, rezo una corona diaria no para jactarme, sino porque aprendí que esta meditación de la vida de Jesús, es una de las armas que necesito para evitar caer en mis debilidades que llevan a pecar. La lucha es diaria.

El mundo parece haber sucumbido a muchas perversiones como la de creer que asesinar a un ser humano en el vientre es «salud». Así también muchos en el clero han caído. Al árbol conocemos por sus frutos, y se nota fácilmente quién es un católico comprometido que vive en el gozo de Dios, y quién confía más en sus capacidades y las tentaciones del mundo.

No es latría como confunden algunos. Es hiperdulía, que es parecido al cariño que tenemos a nuestras madres, excepto que en el caso de la Reina del Cielo el cariño es mayor por todas las almas que conduce al Corazón de Jesús. Por todas las gracias que he visto en mi vida y por los que incluyo en estas coronas, me quedo firme con el rezo del Rosario, cortando con las banalidades de esta vida.

Cecilia González Paredes, Margaritas Hispánicas