Sirva de pensamiento muy necesario, querido Sancho, el que a proponerte vengo, que la locura ya me fue fiel compañera, y con seso bien atinado te lo digo. Abandona esos constitucionalismos, que no son más que jerigonzas de rufianes, que no patriotas, que alzan a usurpadores vestidos de ricos ropajes y no menos oscuras intenciones.
Querrán engañarte, como antaño lo hicieron con quien fue tu señor y su fiel escudero, en andanzas de caballería y malandrines, con aquella verborrea, «la razón de la sinrazón, que a mi razón se hace, de tal manera mi razón enflaquece, que con razón me quejo de la vuestra fermosura». Y que resultando haber poco caballero y sí mucho malandrín, y yo con el seso ya cuerdo, vengo a darte consejo de cristiano viejo, que viene a ser tanto como decir español; y no lo afirmo yo sin saber lo que digo, que aún hay quien me toma por loco por defender que los hay.
Pero, mi fiel escudero, no los hay donde tú los ves, ni lo son a quienes tú prestas oídos y entendimiento, que por mucho que se diga rey y su vástago príncipe, ni el primero lo es y menos el segundo, que la cuna no le acompaña ni el honor que da el derecho, que a bien saber no es otro que ser católico y cumplir las leyes que así lo mandan.
No te es de extrañar, Sancho, que sean muchos los aldeanos que vengan a pensar que lo son, viéndolos con banderías y desfiles, pero recuerda mi fiel amigo, el hábito no hace monje ni corona hace rey.
Más, me cuenta mi sobrina, que esos personajes de fábula, rindieron honores a caídos por España, y voto a Dios que me espanta tal humillación a quienes con su sangre riegan estos campos, más grandes que todos los Amadises de Gaula, Palmerínes de Inglaterra, Felixmartes de Hircania o Cirongilios de Tracia; porque todas sus hazañas tuvieron en sus labios a Cristo Rey y a España, que mi querido Sancho, es dos veces decir lo mismo, que no hay Cruz sin pica, que un español no haya plantado.
¿Y estos sin Dios, honrando? ¡Qué la honra es sagrada y Dios su aval! Que los muertos no se profanan con falsas lisonjas de una España que ya no lo es.
Pero tú y yo, y cuantos quisieran tener juntanza con los españoles de bien, doblemos las rodillas, junto a nuestro rey Enrique V, ante el Crucifijo, y roguemos ―Sancho― por nos y por las Españas, que la armería la tengo bien dispuesta y la Virgen del Pilar nos aguarda.
Roberto Gómez Bastida, Círculo Tradicionalista de Baeza
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