Carta sobre las elecciones presidenciales en Argentina (I)

Se proclama el libertarismo, las ideas de Benegas Lynch o de la escuela austríaca. ¿No son estas doctrinas las condenadas cuando se dice «el liberalismo es pecado»?

Argentina's presidential candidate Javier Milei speaks after the results of the first round of elections were announced on October 22, 2023, in Buenos Aires, Argentina. EFE/ Juan Ignacio Roncoroni

Escribo esta carta a mis hijos y amigos para explicar mi forma de ver la contingencia político electoral actual y nuestra posición como católicos, pues este es un asunto que me llena de inquietud por el futuro de la patria, y que me duele sinceramente.

Un gran número de amigos de quienes me consta su catolicismo y buena fe se han decidido a apoyar la candidatura de Milei a la presidencia del país. Eso es para mí una sorpresa y un golpe tan grande, según nuestra cosmovisión, que hace semanas pienso y repienso cómo explicar ordenadamente mi aversión por ese candidato, aunque se presente acompañado por Victoria Villarruel.

Me preocupa Milei, me preocupa Massa y me preocupan todos los candidatos al gobierno, pero más me preocupa el pueblo argentino, ya sometido a un sistema fraudulento de manipulación de la opinión y de las elecciones, que pone su esperanza en sujetos a los que reviste de buenos atributos. Y todavía más me preocupan los católicos, incapaces de oponerse de viva voz y de saltarse los comicios que pondrán en el gobierno a un personaje que se proclama anticristiano en sus propuestas de acción política y, que con independencia del grupo de procedencia, es enviado por la corporación a la que está vinculado.

Me dicen: «es lícito seguir el mal menor». Pregunto: «¿Cómo asegurar que Milei es el menor de los males?». Sin duda cuando hablamos de hacer el mal estamos situándonos en el plano moral y en el supuesto de que, no habiendo candidatos mejores, el menos malo pueda ser algo bueno. Estas afirmaciones se sostienen sobre el papel, pero esa definición corresponde a épocas en que la maldad no se asociaba públicamente a la perversidad. En el plano moral la primacía de doctrina la tiene la Iglesia.

Los postulados que defiende Milei en el orden político y económico están condenados por oponerse a los Evangelios. ¿Podemos desconocer que se trata de un paso más hacia la descristianización del país, hacia la democratización de nuestras creencias, hacia un subjetivismo de corte pragmatista ya anunciado como proceso y condenado en Christianæ reipublicaæ, en Notre charge apostolique, en Diuturnum Illud, en Libertas, en Immortale Dei, en la Rerum Novarum, en Mirari Vos, en el Syllabus de Quanta Cura, en Quas Primas, en Vehementer Nos, etc…? ¿No nos advirtieron desde Pío VI hasta Pío XII, en el amanecer de estos tiempos, lo que se venía, describiendo y condenando lo que nos alejaba de la Justicia y de la Verdad? ¿Hasta dónde «que Victoria Villarruel dé paso a los nuestros» es valioso o, en cambio, es la imposición de un determinado criterio de bien y de tolerancia en un sistema cada vez más claramente republicano globalista, cada vez más alejado de la noción de bien común del catolicismo, cada vez más separado ―mucho más que con los concordatos― de su misión de gobierno según la doctrina de Cristo Rey?

Se proclama el libertarismo, las ideas de Benegas Lynch o de la escuela austríaca. ¿No son estas doctrinas las condenadas cuando se dice «el liberalismo es pecado»? ¿No se proclama la independencia de todo juicio, de toda valoración religiosa (salvo la de la Torá y el Talmud)? ¿Qué significa hoy, en la práctica prudencial política, en el pragmatismo político, «el liberalismo es pecado»? Cuanto más leo las encíclicas y cartas de nuestros vigorosos Papas, me doy cuenta con mayor claridad que hemos errado el camino: nuestra debilidad nos hace ver como buena la complicidad con los inicuos; asentimos al pragmatismo y no somos capaces de afirmar con rotundidad lo que sabemos que está bien.

Los postulados provida de Milei son parciales: No al aborto, (aunque esté dispuesto a plebiscitar el sí o el no) pero sí a los métodos anticonceptivos, sí al DIU, sí a la pastilla del día después, sí a la investigación de células madres, sí a la selección y descarte de embriones in vitro, sí al alquiler de vientres, sí a la compra (adopción privada) de bebés, sí a la esterilización voluntaria, sí a la venta de órganos…Sólo no al cuchillazo. En el orden moral se opone al matrimonio aberrosexualista LGTB tanto como al católico, pero no será obstáculo para la ampliación de derechos para favorecer a las asociaciones aberrosexualistas. Del mismo modo tampoco se opone a la ley de cupos, a los derechos «trans», etc. Únicamente rechaza la enseñanza de esa aberración en las escuelas hasta los 18 años, y al cambio de sexo hasta los 18 años. ¿Protege la infancia? ¿Quién será su Ministro de salud? ¿Acaso alguien no sometido a la OMS?

Continuamos con el análisis moral de la candidatura de Milei: rechaza la corrupción, el aprovechamiento del Estado para hacer negocios, el robo institucionalizado, pero quiere privatizar y dejar en manos de corporaciones privadas áreas sensibles de educación, investigación, salud… El afán de ganancia de los sectores capitalistas es mayor que el latrocinio de cualquier funcionario. Sólo que es legal y pactado.

¿Y qué fue de la patria, y de la tierra, el idioma, la Fe y las costumbres de nuestros padres? Milei viene a cambiar la moneda, a unir nuestra tierra a los designios del poder financiero global que impone hasta las migraciones que tanto daño están haciendo en Europa. Viene a sacarnos de nuestra relativa neutralidad entre potencias para someternos a la alianza EE.UU.-Estado de «Israel», en un tiempo en que las disputas por el poder mundial se dirimen en batallas que destruyen países semejantes al nuestro, llenos de reservas naturales.

Milei y Victoria Villarruel

Milei viene a cambiar la denominación religiosa del país, a desarrollar lo que ni el ecumenismo más radical se atrevió a establecer. Viene a configurar un Estado en el que imperen sobre todo el positivismo jurídico y el equilibrio fiscal, en detrimento de la ley natural, del principio de subsidiariedad y de la caridad tan necesaria para nuestro pueblo. Reclamará e impondrá la ausencia o disminución del Estado, resultando así imposible en nuestro país el desarrollo de muchos territorios sin esa inversión pública, con las consiguientes pérdidas económicas.

A nosotros, católicos, se nos ofrece una cuota de poder en su espacio, a través de Victoria Villarruel. Pero el que la ofrece no tiene el poder, necesita que lo ayudemos a conseguirlo. Y en política las garantías de poder no existen. El poder lo detenta el que manda o el que puede ejercerlo. Y nosotros por nosotros mismos no podemos ni sabemos ejercerlo, ¿por qué habíamos de creer que nos lo otorgarán?¿Por la palabra de Milei? ¿Por su compromiso con Villarruel? La misma Villarruel no ha firmado compromisos aún, no sabemos nada de cómo sería su gabinete. Menos sabemos del de Milei.

La Agenda 2030 que dice rechazar presenta 17 postulados generales. En este sentido, los postulados libertarios no se oponen sino en detalles a esos 17 ítems de desarrollo sostenible. ¿A qué se opone, sino a los abusos perversos y pasados de rosca de una dirigencia argentina desquiciada? Sacado eso de lado (aborto directo, y ESI) todo el resto de la Agenda está en consonancia con su plan. No se opone a los designios OMS del punto 3 (salud y bienestar), ni a los postulados del punto 5 (igualdad de género) ni al 10 (reducción de las desigualdades), ni a ningún otro. De paso sea dicho, el Papa tampoco se opone, lo cual los convierte en aliados (punto 17 de la Agenda 2030). Su vociferado grito «nos oponemos a la Agenda 2030» está vacío de significado, porque toda su plataforma e ideología responde a las exigencias de dicha Agenda 2030», salvo los detalles mencionados.

Yo participé activamente en comicios y campañas, siempre apoyando un candidato municipal que se expresaba a favor de postulados de bien común. Lo hice hasta que su campaña se subordinó a los dictados de gobierno nacionales, tan afines a ese globalismo mundialista que es enemigo del bien común. Hoy todos los líderes exigen a sus candidatos municipales sumarse a las exigencias de la mencionada Agenda 2030, por resumir de algún modo los objetivos actuales de la masonería anticristiana.

Hago un examen de conciencia: como católicos, actuando con tantos otros amigos y correligionarios, participando activamente y de buena voluntad, levantando nuestras banderas ―para no manchar nuestro honor ni el de la Iglesia― pero tolerando a sujetos impresentables, ¿hemos logrado frenar la marea?

¿No fuimos de muchas maneras funcionales con nuestra «prudencia» al avance de las agendas anticristianas internacionales? Cuando mezclamos nuestros pies junto con tantos inicuos, ¿nos pusimos frente a frente contra la iniquidad o fuimos ante el público general sus valedores morales, su garantía de salud y bien común a la hora de presentarnos ante el público en las campañas comiciales?

(Continuará)

Antonio González

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