Generación de cristal (y III). Falso activismo.

COMO SE CREEN DIOS, ES ALTAMENTE IMPROBABLE QUE SE TENGAN EN POCA ESTIMA

Iakovos Hatzistavrou/AFP-Getty Images

Paradoja esta de la juventud: el hipócrita activismo de la generación de cristal. Pongamos dos ejemplos típicos: esos fervientes defensores de las personas que pasan hambre en el mundo, que suben posts a sus redes sociales de fotos impactantes de niños de África desnutridos, pero después estos activistas derrochan su dinero en restaurantes, malgastan el agua, se compran ropa y otros artículos innecesarios de forma compulsiva que esos mismos niños de África han fabricado; o también, por ejemplo, esos defensores de la naturaleza cuando hay un incendio forestal a gran escala, pero después arrojan basura al suelo, ensucian el mar, y el largo etcétera que todos conocemos sobre la contaminación del medio ambiente, de lo cual no voy a tratar.

No nos engañemos, es puro egoísmo; lo más importante en su vida: ellos mismos. Como se creen (¿autodeterminan?) Dios, es altamente improbable que se tengan en poca estima. Su prioridad no es priorizar a las personas que les rodean, a las personas que necesitan ayuda, a las personas enfermas, aunque puedan ayudar realmente. Es como si tuviesen un miedo abismalmente psicótico de ayudar a una persona por descuidar de esta forma (aunque sea por un tiempo ínfimo) su actividad preferida: pensar en sí mismos, en el propio bienestar y en las propias necesidades, aunque lo dicho esté camuflado cual camaleón de un falso e hipócrita activismo.

Estos individuos personifican un veneno tóxico para aquellos que les rodean. Esta es una característica cada vez más común en nuestra generación y está relacionada con la necesidad de afecto en las relaciones personales, especialmente en las parejas modernas. Hoy en día, muchas parejas tienden a mantener una comunicación constante, intercambiando mensajes de texto a diario. Esto crea una especie de «burbuja» emocional en la que los sentimientos son extremadamente delicados, comparables a un tallo frágil en un desierto que se quiebra con el menor toque. En ocasiones, esto lleva a que las personas en una relación se sientan presionadas a forzar demostraciones de afecto que pueden no ser genuinas. Este fenómeno contribuye a la inestabilidad en las relaciones sentimentales.

He llegado a presenciar cómo estos «activistas», que abogan por la paz en el mundo, quienes se oponen a la violencia e incluso evitan consumir carne por considerarla un acto de asesinato, graban peleas callejeras con sus teléfonos móviles. Esto es contradictorio, ya que, en lugar de intervenir para detener la violencia, estos individuos muestran una actitud insensible y oportunista. Su único objetivo parece ser obtener un vídeo viral y, para lograrlo, fomentan la pelea, buscando que sea más impactante. Existen algunas personas que defienden a estos jóvenes con actitudes miserables, argumentando que no deberían ser castigados. Alegan que estos jóvenes pueden estar lidiando con problemas personales, como depresión y ansiedad (pobrecillos), y que no son responsables de sus acciones (claro, lo es el entorno, los padres, o la Madre Teresa de Calcuta). Afirman que debemos investigar las razones detrás de su comportamiento y comprender su estado psicológico en lugar de pensar en castigarlos (ya que estamos, démosles un premio). En realidad, estos imbéciles representan una parte problemática de la sociedad actual. Se deleitan en presenciar la violencia, disfrutan viendo a otros sufrir y pueden llegar a enorgullecerse de haber capturado en vídeo situaciones en las que alguien queda paralizado de por vida, solo para aumentar el número de seguidores en sus cuentas de Instagram. Su comportamiento es profundamente perturbador, despiadado y repugnante. Pero bueno, siempre podrán saciar su insaciable ego posteando que hay que salvar a la ballena gris de la Antártida.

Sergio Salazar, Círculo Hispalense.

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