Los Dogmas Nacionales de Vázquez de Mella y el Choque de Civilizaciones

Estas pretensiones de Mella sólo son posibles aceptando las Españas forales, respetando y preservando los usos y costumbres de cada región, reino y localidad

Hace casi un año, redacté un artículo acerca de la proposición que el profesor Samuel Huntington desarrolló en los 90 acerca del devenir de las relaciones de los Estados en el futuro y fuente del conflicto que se avecinaba: el paso de un grupo de Estados-Nación a conformarse en un Estado-Civilización que compartiría valores comunes como la cultura, la religión, el idioma o un pasado común. Pues bien, ahora me gustaría pararme en esta visión, que no es nueva, pero que ha tomado diversas formas a lo largo de las épocas, como la interpretación del insigne político carlista Vázquez de Mella en su discurso sobre los «Dogmas Nacionales».

En resumidas cuentas, Mella afirma que España tiene unas fronteras naturales a cuyo control total debería aspirar: el Estrecho de Gibraltar y la frontera con Portugal. Respecto a ésta, efectivamente, España en primer lugar, por su significado original, aspira a incorporar (respetando los aspectos particulares de cada región o localidad) todos los antiguos reinos de la Península Ibérica en una federación. Esta unión naturalmente incorpora a Portugal, país que fuera del idioma y ciertas costumbres, tiene pocas diferencias que justifiquen una división.

En cuanto a la cuestión de la soberanía sobre el Estrecho de Gibraltar, el tribuno asturiano hace hincapié en que la cuestión de fondo no trata sólo sobre la soberanía de Gibraltar, sino también del control del Estrecho como tal, que es el que permitiría a España controlar la boca del Mediterráneo, por donde entra y sale todo, y formar una costa continua.

Hay un último punto que Vázquez de Mella detalla como colofón a esta restauración de España en el mundo internacional, y es «la unión espiritual con América». Es esta última pretensión la que guarda mucha relación con la idea de Estados-Civilización en un sentido amplio.

«Entonces —dice Mella— nos podremos erguir en este extremo de Europa y dirigirnos a los pueblos americanos y decirles: “Vosotros nos debéis vuestra civilización, os hemos dado todo lo que teníamos; hemos llevado allí nuestro Municipio glorioso; hemos llevado nuestras Cortes y nuestro gobierno representativo; hemos levantado esas razas e insertado en ellas la sangre española; y esos Estados americanos, que hablan nuestra lengua, formados están con nuestra carne y son obra de nuestra civilización. Ahora, emancipados de Europa, no veáis la Nación humillada, postrada y envilecida; mirad cómo nos levantamos; ved detrás de nosotros la progenie de los navegantes y de los conquistadores, que con sus espadas tocaron en todas las cumbres, y los misioneros, que con sus cruces, conductores de una vida sobrenatural, tocaron nuestras almas; (…). Formemos ahora los Estado Unidos españoles de América del Sur, para contrapesar los Estados Unidos sajones del norte”».

Nos encontramos aquí ante una reivindicación que incluye todas las características del concepto de Estado-Civilización. Vázquez de Mella habla de un renacer cultural y una alineación de la política internacional entre los países hispanohablantes que sean capaces de enfrentarse a la entonces (y todavía) preeminente Civilización anglosajona. Esto no es simplemente un deseo del insigne político asturiano: es la necesidad que tiene toda civilización que quiera imponerse como potencia mundial, de tener su propio gran espacio cultural. «Todos buscan su autonomía geográfica, todos aspiran a que se complete el dominio del territorio nacional… ¿Será aquí, como dicen, sueño romántico, vago idealismo, lo que pretendo yo?», apostilla Vázquez de Mella.

Es esta visión de las relaciones internacionales la que guarda puntos de relación con la «Batalla de Civilizaciones» de Samuel Huntington. Para Vázquez de Mella, todo estado busca su seguridad internacional primero, pero luego también desea una expansión de su civilización, que  a su vez lucha con otros por el control: «Os diré que ese sueño lo están realizando todas las naciones de la tierra. El pangermanismo, significa ese dominio de las razas sobre el territorio que habitan sus naturales; el panhelenismo, significa la tendencia a querer dominar las islas del Mar Egeo y todas aquéllas que llevan el sello helénico (…)».

En fin, Mella apunta al concepto de España como Estado-Civilización que contiene dentro de sí la civilización cristiana bajo el ideario de Dios, Patria, Fueros y Rey, frente a los deseos de otros Estados bajo sus propias perspectivas de civilización (ahora no nos encontramos tan sólo ante una civilización anglosajona dominante: en Oriente nos encontramos también con China y con el Estado teocrático chií de Irán, que ha logrado la alineación de varios movimientos de Oriente Próximo con sus intereses). España no se puede resignar a lo que tenemos hoy en día: tal posición sólo ha provocado la debilitación geopolítica del país. Pero estas pretensiones de Mella sólo son posibles aceptando las Españas forales, respetando y preservando los usos y costumbres de cada región, reino y localidad.

Este concepto obedece no sólo a los intereses propios que pueda tener España o Hispanoamérica para sí mismos, sino que se trata del ideal emanado de lo que fue el Imperio Español, esto es, de recrear la Cristiandad como alternativa a la Europa protestante y a los EE.UU. Las razones que hacen esto más factible son las dadas al comienzo de este artículo: la cultura, el idioma y la religión. Estamos, pues, ante la necesidad de recuperar, por así decirlo, las fronteras naturales de las Españas en la Península a través de la incorporación de Portugal y del control del Estrecho de Gibraltar, por un lado, y de la gradual unidad de actuación en América, por el otro.

José León, Círculo Cultural Juan Vázquez de Mella

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