La vida del español es una tragicomedia desde el infeliz día que le engañaron para que votara «sí» a la Constitución en vísperas de la Inmaculada, a la par que su obispo le jaleaba en esa dirección, ante el temor de que se parara a pensar.
Fernando de Rojas no la hubiera imaginado. El pasado 18 de diciembre, los responsables políticos rindieron homenaje a las víctimas de la pandemia con un Árbol de la Vida. Los responsables de no haber proporcionado ni equipos de Prevención ni medida profiláctica alguna al personal sanitario, con el resultado de cientos e incluso miles de fallecidos: el ministro de Sanidad, Salvador Illa; la presidente de la Comunidad de Madrid, Isabel Díaz Ayuso, y el alcalde de la capital, José Luis Martínez Almeida. Rinden homenaje a sus víctimas.
«Será un recuerdo inolvidable», apostilló el presidente del Consejo General de Enfermería, cual burla al pie de tumba. En este mismo mes, sin recuento claro de ancianos y enfermos fallecidos, lo que llaman Congreso aprueba una Ley de Eutanasia para que, si no les mata el virus por abandono, se maten por desesperación. Habida cuenta de que, a cambio, se reducen los cuidados paliativos: ¿no quieres caldo?
La Seguridad Social anuncia a bombo y platillo que en el año 2021 habrá cien mil pensiones menos que pagar. Recordemos la pirámide invertida poblacional y la crisis demográfica. Ya van las dos tazas.
El descendiente de padre desconocido y madre Isabel, venido a Jefe de este Estado español, rinde homenaje a Azaña y se identifica con sus postulados. ¿Alguien duda de que vivamos en una república, exceptuando al diputado de Galapagar? Y el fugado en paraíso árabe que dice regularizar sus cuentas con Hacienda, como si esa fuese la más gorda.
Al mismo tiempo, llenamos nuestros hoteles de veraneo con la población subsahariana que Marruecos tiene a bien enviarnos sin continencia alguna. Donde estaban los del IMSERSO, ahora inmigrantes ilegales, mucho más exigentes.
Se olvida, querido lector, del art. 2 de la del 78: «solidaridad entre las regiones». Le concreto: aviones de Iberia soltando gente allá por donde hay aeropuerto; de noche y en silencio.
Si todo esto le levanta del asiento para acudir a su parroquia a implorar caiga fuego del cielo, modérese, que ahora toca la subvención de la concertada.
Roberto Gómez Bastida, Círculo Tradicionalista de Baeza