Decía Chesterton que, de acuerdo con el pensamiento del hombre moderno, «hay que acabar con la Navidad» porque «no está fundada sobre el gran concepto comunitario que solamente halla su expresión definitiva en el comunismo» y que, por lo tanto, «no ayuda realmente a la expansión más elevada, sana y vigorosa del capitalismo». «No se puede esperar que la Navidad encaje con las esperanzas modernas de un gran futuro social. La Navidad contradice el pensamiento moderno. Arraigada en el pasado, en el pasado remoto, no sirve de nada en un mundo en que la única prueba clara del conocimiento científico es la ignorancia de la historia».
Ante la coyuntura social y política en que va a ser celebrada este año, conviene recordar que la Navidad sigue estando en el punto de mira del adversario. El Estado aumenta las medidas restrictivas: ni celebraciones públicas, ni cabalgatas, ni siquiera reuniones familiares de más de seis personas. La libertad luciferina ha llegado hasta sus últimas consecuencias con la proclamación de la ley de eutanasia en pleno Adviento.
Esta ruptura de la ley divina implica la ruptura de la ley natural. La ruptura no con «una tradición» cualquiera, sino con la Tradición católica de la Navidad, es consecuencia de no reclamar los derechos de Dios en el ámbito más natural del hombre: la política.
Jean Paul Sartre, autor reconocido por su impiedad, supo desentrañar el Misterio de la Navidad en su primera obra de teatro, por lo que renegó de ella posteriormente. Se titulaba «Barioná, el hijo del trueno». En un monólogo, el Rey Baltasar proclama ante un protagonista en proceso de conversión que el único sentido que se le puede dar al sufrimiento en esta vida lo da Cristo: «Que el Cristo sufrirá porque es hombre. Pero es también Dios. Toda su divinidad está más allá del sufrimiento. Y nosotros, los hombres, estamos también más allá de nuestros sufrimientos, en la medida en que nos parecemos a Dios. Hasta esta Noche, el hombre no veía más allá de él y se tenía por un animal herido que lleva su dolor con él a todas partes. El Cristo ha venido para redimirnos; ha venido para sufrir y para enseñarnos cómo hay que tratar el sufrimiento»
Sólo la política católica, sólo la reclamación del reinado social de Nuestro Señor podrá restaurar el orden social cristiano y nos pondrá en condiciones de condenar las leyes inmorales contra la vida y contra la Tradición.
Ángel Zabaleta, Navarra