Reges de Saba veniunt

pese a la modesta apariencia, reconocieron la Majestad verdadera donde residía. No es extraño que, en este mundo de inercia corrompida, un rey nazca en el exilio

La Adoración de los Reyes Magos, R. Berzosa

En los ecos de la Epifanía, merece la pena recordar los retazos de una homilía propia de la fiesta. A nuestros ojos mundanizados, nos cuesta entender por qué los reyes magos, que habían de buscar al Niño Dios, se presentaron ante Herodes.

Lo hicieron por un ejercicio de discernimiento y de confesión pública de la fe. En efecto, entre todos los lujos y los oropeles de la corte, ellos no reconocieron realeza ni majestad en Herodes. Hasta el punto de que con su presencia ofenden a Herodes: ante él y en una recepción pública, manifiestan que él no es rey, sino que la realeza reside en otro.

No les embarga un ánimo de insultar: simplemente no puede reconocerse lo que no existe. Herodes, que si fuera rey habría actuado con magnanimidad, obró en cambio con cobardía. Y con sus actos confirmaba la manifestación honesta de los magos, verdaderos reyes que buscaban al Rey de reyes.

Al fin lo hallaron, en el lugar aparentemente menos propio para la realeza y el señorío. Sin embargo, pese a la modesta apariencia, reconocieron la Majestad verdadera donde residía. No es extraño que, en este mundo de inercia corrompida, un rey nazca en el exilio. Y si al Rey de reyes no le avergüenza, tampoco a sus servidores, pastores y magos. Dios amó la pobreza, el desprecio de este mundo fugaz, y amó estar junto a los pobres. El poder, la potestad, la realeza, están establecidos para el amparo y la perfección del gobernado.

Aquella homilía fructífera establecía una analogía, a la que continúa otra. Es tristemente común que en nuestro tiempo no se halle a Dios donde debiera estar. Es un tiempo de crisis grave en la Iglesia. ¿Cuántos templos asolados por el modernismo, con todo revestimiento material y adorno, parecen casa de majestad? Sin embargo, Nuestro Señor, el Rey de reyes no está en ellos. Tampoco su grey.

En cambio, el Pan vivo se encuentra muchas veces en lugares modestos, humildes. Que no son gran cosa como edificio humano, sin techo soberbio apoyado en columnas, y que tienen menos fuste que el que pretenden. En aquel exilio de pobreza vive Cristo hasta que restaure el esplendor de Su Iglesia.

De lo que se dolió el Cuerpo Místico, también lo hizo el Cuerpo Político. Por eso, la apariencia de los partidos, de las campañas de memes y memos, los verdes pantanosos, los azules ufanos que ya ganan todas las encuestas, se reduce a masas de ilusiones vanas. La volatilidad de los programas y medidas prometidas, que constantemente olvida la disociedad de electores, es el evidente trampantojo de la falsa política, y de la falsa realeza. El engaño herodiano.

La política verdadera, natural y sobrenaturalizada, aguarda exiliada. En portales modestos. En fríos de Egipto. En las filas de esta nueva Covadonga, la real, la verdadera, que aguarda la ocasión que brinde el Salvador y el mandato de su Señor.

Roberto Moreno, Círculo Antonio Molle Lazo de Madrid

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