Don Edgardo Albamonte, FSSPX, in memoriam

Entusiasta del tradicionalismo hispánico

Junto al Padre están Federico Ezcurra (qepd), Mario Bianchetti. Ambos fueron presidentes de la Hermandad Tradicionalista Carlos VII.

Ayer 16 de mayo falleció el R.P. Edgardo Antonio Albamonte, sacerdote de la Fraternidad Sacerdotal San Pío X.

Nacido en Buenos Aires el 2 de abril de 1946, desde joven militó bajo el estandarte de Cristo Rey. 

En los duros años del post Concilio, preocupado por el rumbo que estaban tomando las jerarquías de la Iglesia, se involucró en la denuncia contra progresismo rampante de aquellos años. Llamado por Nuestro Señor a su mies, ingresó en un seminario conservador del Río de la Plata. 

En 1977, luego de la visita de S.E.R. Mons. Marcel Lefebvre, partió a Ecône a continuar sus estudios eclesiásticos. Fue ordenado por el Arzobispo de hierro en la capilla de la calle Venezuela – hecho no repetido – el día 16 de agosto de 1981. 

Su primer destino estuvo aplicado a la expansión de la obra de la Fraternidad en el Norte de la Argentina, en respuesta al llamado de varias familias norteñas, de las cuales surgieron varias vocaciones sacerdotales. 

Posteriormente fue trasladado a Chile, donde ejerció su apostolado fructíferamente. 

Volvió a la Argentina, a la sede del Distrito Sudamérica de la FSSPX, donde ejerció su ministerio hasta el año 2003, cuando fue destinado al Noviciado Santa Teresa del Niño Jesús, en donde residió, asistiendo espiritualmente las Hermanas y novicias, hasta que el Señor lo llamó a su seno. 

Concomitantemente con sus destinos, dedicó sus esfuerzos durante décadas, a la implantación de la obra de la Fraternidad Sacerdotal San Pío X en el Perú, donde consolidó grandes amistades.

Dotado de grandes virtudes humanas y divinas, el P. Albamonte deja una huella imborrable. Confesor eximio, gran predicador y hombre de consejo, unía a estas dotes sobrenaturales grandes cualidades personales. Afable en el trato, los fieles que se acercaban a la obra de la Fraternidad encontraban en él un referente seguro. Firme en la doctrina y en el juicio, sabía abordar las cuestiones personales o generales sin celo amargo y con mirada sobrenatural. Avezado en el «esprit de repartir», las charlas con él siempre eran una mina de reflexiones agudas, aceradas, pero justas y no exentas de sentido del humor.

Entusiasta del tradicionalismo hispánico – cuya historia conocía con maestría – en 1996 fue cofundador de la Hermandad Tradicionalista Carlos VII junto a Bernardo Lozier Alamzán, Juan Lagalaye, Ricardo Fraga y Arístides Garro, entre otros. Desde entonces fue capellán de la Hermandad, y celebró regularmente la Misa por los Mártires de la Tradición, con prédicas memorables, algunas de ellas recopiladas en los Boletines de la Hermandad y en la revista Custodia de la Tradición Hispánica. En 2005, la Misa de los Mártires de la Tradición, celebrada en la Capilla Nuestra Señora de Fátima, en Martínez, contó con la augusta presencia de S.A.R. don Sixto Enrique de Borbón, quien fue recibido con los honores merecidos por los miembros de la Hermandad. 

El P. Albamonte siguió con interés y simpatía las actividades de la Comunión Tradicionalista y del Consejo de Estudios Hispánicos Felipe II. Recordamos especialmente su participación en el acto por el Centenario de la muerte de Carlos VII, realizado en el Círculo de Oficiales de las Fuerzas Armadas en el año 2009. 

Desde ese año se reunía regularmente a almorzar junto a Bernardo Lozier Almazán con el Prof. Miguel Ayuso Torres con ocasión de las visitas de éste al Río de la Plata. Hasta sus últimos días estuvo atento al desarrollo y expansión del tradicionalismo hispánico. 

El pasado domingo 11 de mayo, como si fuera su despedida, dio su última «dominguera prédica», la cual fue aún mejor de las que nos tenía habituados. Lejos de cualquier entusiasmo insensato y de cualquier pesimismo malsano, comenzó recordando a los fieles la importancia de la oración por la Iglesia y por el Romano Pontífice, especialmente en estos tiempos de crisis. Luego de explicar el Evangelio correspondiente a la fiesta litúrgica, esbozó unas glosas maravillosas inspiradas en San Felipe Neri: frente a las tentaciones del mundo, de la propia familia, de los amigos, a pesar de las burlas y de la sensación de derrota, siempre preferir el Paraíso. 

Don Edgardo en el festejo de los cuarenta años de sacerdocio del P. Albamonte.
Don Edgardo en el festejo de los cuarenta años de sacerdocio del P. Albamonte.

Aún resonaba esta arenga en nuestros oídos, cuando el martes 13, fiesta de su amada Virgen de Fátima, sufrió un malestar que exigió su internación y, tres días después, fue llamado por el Señor al Paraíso. 

«Que los ángeles te conduzcan al paraíso; que los mártires te reciban a tu llegada y te conduzcan a la ciudad santa de Jerusalén. Que coros de ángeles te reciban y, con Lázaro, un tiempo pobre, tengas el descanso eterno».

A su hermana Elda, a su cófrades sacerdotes y a sus queridas hijas, las hermanas de la FSSPX, nuestro más sentido pésame y nuestras oraciones por el eterno descanso de su siervo fiel, y el consuelo de quienes lloramos su partida. 

Luis de Ruschi 

Deje el primer comentario

Dejar una respuesta