
Entre los episodios de la historia que nos debería llamar a reflexionar sobre como damos por hecho muchos asuntos sin cuestionarlos, se encuentra el caso del llamado «matrimonio civil». En el cual, la Iglesia fue tajante con los gobernantes bolivianos respecto a esta cuestión, a tal grado fue la defensa del sacramento del matrimonio y de la promulgación de leyes seculares que la carta apostólica del Papa San Pío X hizo que Bolivia rompiera relaciones en 1907 con la Santa Sede en el Gobierno de Ismael Montes.
La práctica de reconocer como válido y jurídica y contractualmente, sin mencionar para nada la dignidad del sacramento, el desconocimiento del fuero eclesiástico que era aceptado por el Estado en materia religiosa, no en lo civil y penal, fue aplicado sin atenuantes y trajo la crisis. Los sacerdotes desde finales del siglo XIX y principios del XX se opusieron a los positivistas, evolucionistas y de manera total contra el liberalismo sobre todo porque se impuso la Ley del 25 de enero de 1900, que estableció el monopolio del Estado de la docencia que iba hacia la laicización, y haría que la relación con la Iglesia fuera como una asociación religiosa como cualquier otra. Entre los prelados destacados de este tiempo fue el Obispo Miguel de los Santos Taborga que hizo frente al Partido Liberal.
Por estas cuestiones y las quejas del clero y obispos al Vaticano por las políticas del Presidente Montes, el Santo Padre Pío X envió una carta a los Obispos de Bolivia, acompañado de su Solideo, de fecha 24 de noviembre de 1906 y que fue publicada en 1907 en Sucre, de tal modo que se dispuso la suspensión de relaciones con la Santa Sede. El tono severo y la reprensión de Pío X contra las autoridades hacían manifiesta su aflicción al escribirles: «la nación (boliviana) que hasta ahora no reconoció en sus leyes otro culto público que el católico, al presente no reparará en sancionar la libertad de cultos y por lo tanto permitir por tanto toda práctica religiosa, que depravada que fuese…». Otro punto que abordó en la carta era la anulación del fuero eclesiástico y el matrimonio cristiano al «permitir o aún obligar a contraer el matrimonio civil», y fue más a allá al aseverar que «los cristianos que se atrevan a contraer matrimonio civil, se empeñan en seguir un simulacro de matrimonio».
Y en la última parte de su carta fue muy duro cuando manifestaba: «Sepan los tales (Montes y su gobierno) y convénzanse de una vez, que la prosperidad de la cosa pública es engendrada por el cumplimiento de los deberes de la religión y la justicia». Esta carta fue publicada en Sucre junto con la de otros tres Obispos y la del Arzobispo de la ciudad, en la que se oponían a los legisladores bolivianos a tal grado que declaraban: «nuestro deber es sellar, aunque sea con el martirio, la proclamación de la independencia de la Iglesia…Declaremos no haber caducado ninguna de las leyes canónicas que consagran el fuero eclesiástico y anatematicemos el matrimonio civil como un torpe y verdadero concubinato». Varios eran los asuntos pero el más sensible anotado por el Papa fue el del sacramento del matrimonio convertido en ley civil; el matrimonio no podía ser motivo de exclusiva legislación civil ya que lo sagrado corresponde a la Iglesia. Los liberales encabezados por el presidente Montes no entendieron esto y rompieron relaciones, siendo años después por el año 1910 restauradas con la Santa Sede.
Jesse Mercado, Círculo Tradicionalista San Juan Bautista
Fuentes: «Bolivia y el Vaticano», Baldivieso Valentín Abecia (2005)
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