De los Mártires a la memoria

Calderote, Ferrer Dalmau

Uno de los obstáculos, y no el menor, que tiene el Carlismo hoy para proseguir su combate en defensa de su eterno tetralema (Dios-Patria-Fueros-Rey), reside en la confusión tanto doctrinal como terminológica que preside nuestro mundo y que afecta a muchos de los que se tienen por carlistas. Es sabido.

El Carlismo representa la resistencia tradicional del pueblo español frente a la revolución y sus secuelas de todo tipo. Y la Providencia quiso que esa resistencia encarnara en una continuidad dinástica, dándole así particular fuerza. Pero la fragmentación de los ideales de la Cristiandad terminó alcanzando la fortaleza carlista. Entre los varios factores que se conjugaron para ello quizá ninguno tan poderoso como el «progresismo», religioso primero, y también político después. La línea suicida inaugurada por Carlos Hugo, hijo mayor del Rey Don Javier, siguió ese doble camino. Otros han quebrado ese sino fatal, quedándose con el primero, convenientemente aseado y moderado, conservándolo en definitiva, sin necesidad de llegar al segundo. Aunque, por momentos no pueda dejar de emerger entre la beatería.

Los restos del naufragio de Carlos Hugo han abandonado el socialismo (autogestionario lo apellidaban), pero para abrazar una especie de globalismo inane, liberal en la sustancia bajo formas de ética pública trufadas de (pseudo) caridad. El mensaje que Carlos Javier, hijo de Carlos Hugo, ha difundido con motivo de los Mártires de la Tradición lo muestra una vez más. De redacción más bien penosa, protesta contra el materialismo individualista, menciona «nuestro fundamento cristiano» y postula «la necesidad de una ética que promueva la transparencia en la gestión de lo público». ¡Hasta evoca la «batalla de las ideas»! ¿Cuáles? Todo al amparo de una fiesta reconvertida en «Día de la Memoria». ¿La histórica o, incluso, un paso adelante, la democrática?

Las otras organizaciones, todas muy legales, y legalizadas, y compulsadas, en ocasiones se mimetizan con conceptos o términos carlistas. Pero, por lo común, se mueven en un medio no muy diferente. La nueva evangelización o los tópicos francisquistas los abrazan.

La Comunión Tradicionalista es otra cosa. Es la doctrina católica de siempre. Y el culto católico de siempre. Por eso Rafael Gambra, Alberto Ruiz de Galarreta o Carlos Etayo, entre tantos, no soportaron el grupito parroquial y volvieron a las filas del tradicionalismo integral. El que encabeza Don Sixto Enrique. El que celebra los Mártires de la Tradición como Dios manda.

La Esperanza