La laicidad católica de Dante

Retrato de Dante sobre la ciudad de Florencia y una alegoría de la Divina Comedia, Domenico di Michelino

Se cumplen en este año de 2021 setecientos años de la muerte de Dante Alighieri. El profesor Danilo Castellano, director del Centro de Estudios Políticos del Consejo de Estudios Hispánicos Felipe II, ha escrito para la revista Verbo un largo y profundo texto, que ha tenido la amabilidad de resumir para La Esperanza:

Se titula «La laicidad católica de Dante» y está estructurado en diez puntos.

Aporto, para empezar, algunas informaciones y observaciones sobre el problema, que es complejo. Me detengo, después, en las incomprensiones del pensamiento de Dante. Kelsen es uno de los autores que, como he tratado de demostrar en el texto, no lo ha entendido. Centro la atención, a continuación, sobre la cuestión de la laicidad y los distintos modos de concebirla. Para, seguidamente, examinar la concepción de la laicidad de Dante, que revela su modo de comprender las relaciones entre los dos poderes, el espiritual y el temporal. No se trata de una absoluta separación, sino de una distinción que impone respeto recíproco entre ambos y, sobre todo, respeto de su autonomía.

La cuestión de la laicidad en Dante es compleja y su pensamiento se ha puesto a veces al servicio tanto de finalidades nacionalistas como masónicas. Antes se trató de usar contra el Papado por los poderes temporales de su época y durante los decenios inmediatamente posteriores a su muerte. De manera que fue condenado y su Monarchia puesta en el Índice en 1559, hasta que León XIII la sacó en 1881. Dos papas relativamente cercanos a nosotros en el tiempo, Benedicto XV y Pablo VI, en sendas encíclicas, han terminado posteriormente por reconocer la naturaleza plenamente católica del pensamiento de Dante, exaltando incluso su doctrina y tarea.

Las «lecturas» de Dante, del Dante político, se han hecho a menudo con criterios que falsifican su pensamiento. En el texto me ocupo en particular, como he dicho, de la interpretación de Kelsen. Pero se podrían dar otros nombres. Y también hoy sigue siendo malentendido.

Dante es fundamentalmente un aristotélico. Pero no un aristotélico de escuela, repetidor del pensamiento del Estagirita. Dante es aristotélico naturaliter. Lo que es relevante de manera particular para la lectura de su tratado político Monarchia.

Dante es «teocrático», pero no «clerical». Donde teocrático significa que reconoce la realeza social de Cristo, condición para la legitimidad del poder temporal. Dante, por tanto, no es «moderno» sino clásico. No es liberal. Reconoce, además, una finalidad propia al poder temporal, que lo convierte en autónomo pero no independiente del poder espiritual. Entre ambos poderes debe existir colaboración jerárquicamente ordenada, lo que postula el respeto recíproco y el reconocimiento de las competencias respectivas.

Dante es también original porque, a diferencia de otros pensadores católicos, se plantea el problema de la necesidad de la universalidad del poder temporal, que ni siquiera Santo Tomás de Aquino tuvo en cuenta. 

Dante es, finalmente, actual, mucho más actual de lo que generalmente se piensa.

Danilo Castellano