La misión principal de Cristóbal Colón en su gran empresa era la de descubrir nuevas tierras donde poder asentarse. Estos hallazgos tenían la necesidad implícita de dar nombre a esos lugares que iba encontrando, y que hasta entonces eran desconocidos por las sociedades más avanzadas de la época.
A partir de este gran evento, cual fue el descubrimiento del Nuevo Mundo, los Conquistadores comenzarán en sucesivas expediciones a tomar posesión de distintos lugares de tierra firme, en nombre de los Reyes de España. Al mismo tiempo colocaban un nombre para identificar esa nueva posesión. Los nombres que se comienzan a imponer, están en general relacionados a otros lugares de España o el Viejo Mundo. Al conceptualizarse América como el Nuevo Mundo, los exploradores y conquistadores solían colocar el adjetivo nuevo a topónimos de la Península, aplicándolos al suelo conquistado. Lo hacían en reminiscencia, honra y añoranzas de sus terruños nativos. Son los casos, por ejemplo, de Nueva España (actual México), Nueva Granada (Actual Venezuela y Colombia), y otros tantos.
Por su nombre, la Bahía de Samborombón resulta un misterio. Habría sido bautizada así por la expedición del gran piloto Juan Díaz de Solís. Otros refieren que fueron los exploradores de la primera y gloriosa circunnavegación que iniciara Hernando de Magallanes y terminara el legendario Juan Sebastián Elcano.
El curioso nombre esta bahía entraña una inequívoca relación con San Brandán, un monje evangelizador del siglo VI originario de Irlanda. Acostumbraba a navegar buscando poblaciones en los mares nórdicos, con el fin de llevarles las nuevas de Cristo y su Iglesia. Sus viajes marítimos se hicieron famosos y pasaron a constituir leyendas, escritas desde los siglos X y XI. Por la castellanización del nombre y las variaciones de la pronunciación, en el siglo XVI, el mundo hispano lo llamaba San Borombón.
La relación entre este Santo y la bahía platense parte de los cuentos tradicionales, basados en los viajes del Santo, en particular en un relato. En él se figura al religioso embarcado con doce discípulos, navegando para buscar tierras de infieles que no conocieran a Cristo. Sin encontrar el destino ansiado, luego de una larga navegación, se vieron alcanzados por la noche y encallaron en una isla en medio del mar. Luego de que San Barandán celebrara la Santa Misa, se disponían a cocinar un cordero. Mientras encendían el fuego, notaron que la isla comenzó a moverse, y que en realidad se habían posado en un gran pez. Otros relatos aseguran que era una isla que aparecía y desaparecía, o también una isla flotante empujada por un pez gigante. Lo cierto es que esta leyenda de navegantes, surgida de la evangelización real, la inspiró posiblemente a algún español o criollo. También existe la creencia que la supuesta isla se encontraba en las cercanías de las Canarias. Y que, al ver la gran bahía al sur del Río de la Plata, con un semicírculo tan marcado, se habría figurado que faltaba un pedazo de tierra firme. Y que ¡ésta! debía ser aquella famosa Isla de San Barandán.
Con el transcurso del tiempo, el nombre trasmitido oralmente sería escrito como Bahía de Samborombón. Tal vez se haya encontrado la respuesta al origen geográfico de la legendaria isla del monje irlandés. Pero sigue sin hallarse la mística ínsula, la cual ¡quién sabe! pueda estar aún naufragando por los mares y océanos del globo. Tal vez haya que seguir buscando esa isla, aunque no la veamos o no la encontremos. ¡Quien sabe a dónde llegaremos, o cuáles serán los caminos de Dios!
Carlos Joaquín del Corazón de Jesús Ferri Rodríguez, Circulo Tradicionalista Río de la Plata