Testimonio desde México la víspera de las elecciones

Archivo de El Universal

Este artículo está basado en el testimonio real de alguien que sufre coacciones morales para participar en las próximas elecciones del 6 de junio en México.

Es el testimonio de un servidor público del gobierno, que prefiere mantenerse en el anonimato, y manifiesta cómo se entiende en México la democracia y esa libertad de pensamiento y personal tan ensalzada por el Liberalismo.

Por lo tanto, no se tendrá en cuenta aquí la situación en el ámbito de la empresa privada, donde por la naturaleza de su organización los empleados no recibirán, con carácter general, presión para votar a partido político alguno.

En cambio, en estos últimos años se puede percibir un ambiente opresivo en el sector público y de las agencias gubernamentales: quienes sean considerados empleados de confianza son conminados a participar con su voto y conseguir preferiblemente votos de familiares o amigos. Hace algún tiempo pedían que se hiciera eso sin amenazas, en tono sugerente:

«Recuerda que eres empleado de confianza, un empleado institucional. Las autoridades nos están pidiendo colaboración y si te niegas tu puesto de trabajo puede ser transferido a otra localidad y podrás quedar a disposición de la Secretaría a la que pertenezcas». También se recomienda a los empleados la necesidad de conseguir votos de otras personas ajenas a la agencia, percibiendo una remuneración en caso de que el resultado sea positivo para el partido.

Todos los mexicanos mayores de 18 años tienen que tener una cédula personal identificativa que se denomina «credencial del INE», emitida por el Instituto Nacional Electoral. En el reverso de esa certificación están reflejados los datos personales completos y la firma

Cuando se va a las votaciones es preciso entregar esa credencial identificativa de elector. Allí, los encargados de la mesa electoral contrastan los datos de la cédula con el registro federal de votantes. Proceden a hacer un registro de la comparecencia en la mesa electoral. Y aquí viene la especialidad: al votante le dan la boleta de votación, pero en la mesa se les queda un resguardo de esa misma boleta.

Lo que hace especial a las boletas es que cada una de ellas está numerada. Por eso, el resguardo de boleta que se queda la mesa electoral tiene el mismo número que el que recibe el votante que ha acudido al colegio electoral. La preocupación crece porque el número de folio pasa a asociarse a la credencial de cada votante, al hacer esa asociación en la mesa electoral.

Se habla mucho de posible fraude en las elecciones mexicanas. Quizá no se pueda probar en qué puede consistir el fraude, pero un empleado público del gobierno ha dado su testimonio en este medio porque sí existe la posibilidad de que controlen si se ha votado a un partido o a otro. El secreto en el voto es inexistente en estas condiciones. Las coacciones a la conciencia de los empleados de agencias gubernamentales mexicanas están aseguradas.

Lo paradójico es que, quienes ejercen las presiones descritas en este caso concreto, son miembros del partido que constituye la opción de los católicos que optan por «el mal menor».

AGENCIA FARO