El pasado 13 de junio se cumplieron 68 años del golpe militar del general Gustavo Rojas Pinilla contra el presidente conservador Laureano Gómez. Al momento del golpe, la popularidad de Gómez iba en descenso y la de Rojas se alzaba por las nubes, parecía que Colombia ingresaría a un régimen personalista al estilo de Perón. Sin embargo, Rojas solo gobernó cuatro años, lo mismo que cualquier presidente electo, cuando quiso renovarse en el poder todos se fueron contra él.
Las élites no iban a tolerar semejante ultraje a la democracia, lo que llevó a los dirigentes de los partidos Conservador y Liberal a planear el nefasto Frente Nacional, donde consagraron la sumisión de Colombia a los Estados Unidos. Sorprende que Gómez, quién antes de su mandato se caracterizó por su nacionalismo, por posturas fascistas e incluso antiamericanistas terminara por apoyar el Frente Nacional. Sin embargo, una vez fue presidente cambió su postura frente al vecino del norte y envió un batallón a la Guerra de Corea.
Casi siete décadas después, podemos reflexionar sobre la controvertida dictadura colombiana. Se construyeron carreteras, se fundó el SENA, la televisión llegó al país e incluso de le concedió el derecho al voto de las mujeres; al mismo tiempo se prohibió el Partido Comunista, se mantuvo una ideología conservadora y militarista. Aún hoy la figura de Rojas Pinilla causa admiración entre la izquierda y la derecha, después de todo era popular.
¿Qué lección nos deja a los tradicionalistas cuatro años de dictadura y dieciséis del Frente Nacional? Ninguna más que la democracia liberal y los valores occidentales son el cáncer de Colombia y del mundo hispano; una vez Rojas salió del poder y le fueron robadas las elecciones frente a Misael Pastrana, Colombia perdió toda oportunidad de materializar un régimen libre de la influencia estadounidense.
Pero el fracaso de consolidar dicho régimen contrahegemónico también puede darnos esperanzas. El caudillo nos recuerda a los visigodos, a la Edad Media, nos recuerda que estamos huérfanos de rey. El caudillismo nos recuerda que es posible enfrentarse a la Revolución y ganarles, después de todo, ¿cómo no vamos a lograrlo si tenemos una causa mayor a la de cualquier caudillo? La de instaurar el reinado social de Nuestro Señor Jesucristo.
Carlos Restrepo, Círculo Carlista Gaspar de Rodas