15. A estas doctrinas hay que imputar, primero, un grave error metafísico: la comunidad política se corresponde a la naturaleza del hombre, no es un accidente de la Iglesia sino del ser humano.
Esa naturalidad de la comunidad política y sus autoridades, vista desde el dogma de Cristo Rey, adquiere una nueva resonancia. La realeza de la política –a través del orden de las cosas creadas– está unida a la «realeza» de Cristo, Creador de las cosas y Ordenador de ellas, pues participa de ella; está determinada, por lo mismo, por Su Realeza (Danilo Castellano, «La política cristiana: teoría y práctica», Verbo, Madrid, núm. 417-418, 2003, págs. 639- 647).
Juan Fernando Segovia, Consejo de Estudios Hispánicos Felipe II