El Acuerdo «AUKUS» fue firmado el pasado 15 de septiembre, por EEUU, Australia y el Reino Unido, y está diseñado para dotarlo de una flota de submarinos de propulsión nuclear con la que Washington aspira a reformular la estrategia en el Indo-Pacífico ante la creciente influencia de la República Popular China. Y es que la zona se ha convertido en una realidad geopolítica y geoeconómica de primer orden. El centro de gravedad de la economía mundial se ha trasladado del Atlántico al Pacífico. Seis miembros del G20 (Australia, China, Corea del Sur, India, Indonesia y Japón) están ubicados en la región. Las rutas comerciales marítimas que conectan a Europa y el golfo Pérsico con el océano Pacífico a través del Índico y el Sudeste Asiático son fundamentales.
La crisis mundial por falta de suministros de materias primas afecta a las primeras economías del mundo: el Fondo Monetario Internacional (FMI) ya rebajó su pronóstico de crecimiento de los EE.UU. para 2021 en un punto porcentual. Esta rebaja es la máxima de todas las economías del G7. Enfrentándose a una crisis energética con crecientes problemas de deuda, el presidente Joe Biden, presentó un presupuesto de gasto público por valor de 6 billones de dólares para el año fiscal 2022, que comenzó este mes: es el mayor desde la II Guerra Mundial.
Y uno de los miembros de esta Alianza, Australia, es el máximo productor de litio, que es esencial en la transición energética y en la fabricación de baterías de coches eléctricos, por lo que se ha convertido en uno de los metales clave en esta era digital. Australia controla casi la mitad de su producción mundial. Esta es la razón por la que se le ha transferido tecnología sensible que incluye los últimos adelantos en capacidad de computación cuántica, ciberseguridad e inteligencia artificial, en los que pueden estar interesados Japón y Corea del Sur para afrontar una nueva etapa militar. Se ha abierto una carrera por el dominio del mar. Tanto es así que también Canadá está considerando construir submarinos de propulsión nuclear, que pueden permanecer bajo el agua más tiempo y ser más silenciosos que sus contrapartes convencionales. Incluso Brasil también tiene un proyecto de submarino nuclear en curso.
Mientras, la República Popular China piensa acceder a estos recursos en Afganistán, valorados en más de un billón de dólares, con cuyo gobierno ha mantenido contactos y reconocimiento desde el primer momento tras la huida de las tropas occidentales.
Esta nueva alianza ha tenido su reacción: «socava gravemente la paz y la estabilidad» en la región e «intensifica la carrera armamentista», manifestó el gobierno comunista chino.
Este nuevo giro constata que Oriente Medio ya no es prioritario, pudiendo afirmarse que ni aparece en agenda internacional alguna. Máxime cuando el acercamiento árabe-israelí va siendo un hecho, como el apoyo armamentístico del Estado de Israel y Turquía a Marruecos (ahora socio preferente de EEUU en el Mediterráneo).
Los atascos en la cadena de suministro han provocado la escasez de toda una serie de bienes y un aumento sin precedentes de los costes de envío, que están haciendo subir los precios al consumidor, con subidas del IPC que bancos, como el de la «UE», no piensa atajar con medidas, al menos, a corto plazo.
Mientras, la inflación en la República Popular China llega a niveles máximos.
Las empresas que se abastecen de mercancías en China ya están luchando con la congestión de los puertos, el aumento de las tarifas de los fletes y los retrasos. El aumento de los precios y la reducción de la producción podrían suponer más problemas para las cadenas de suministro mundiales, que se encuentran en tensión extrema.
Pero ¿y Francia? Todos hemos sido testigos del monumental enfado del Presidente de Francia. Porque no sólo ha supuesto un duro golpe para la industria armamentística de su país, que esperaba el suculento contrato para la construcción de 12 submarinos para Australia, por un valor de 56.000 millones de euros, sino también para la influencia militar gala. El 93 % de su zona económica exclusiva se encuentra en el océano Índico y en el océano Pacífico. Cerca de millón y medio de franceses residen en la región y 8000 de sus militares están desplegados en ella. Recordemos la «vocación» expansiva gala que concretó el presidente de la República Francesa, en un discurso que pronunció en la base naval de Garden Island (Sídney, Australia) el 2 de mayo de 2018, donde expuso la estrategia francesa en la región: Francia «aspira a asumir en ella un papel de potencia mediadora, inclusiva y estabilizadora». Y ahora está fuera.
Hemos dejado nuestras decisiones a terceros, lejos de casa.
María Dolores Rodríguez Godino – Margaritas Hispánicas