Recientemente en la España peninsular, los partidos políticos tanto en el mal llamado gobierno como en la mal llamada oposición, han intentado poner coto a la especulación inmobiliaria de los alquileres de vivienda. Para ello han fabricado una ley que llaman Ley de Vivienda, con la que tasar desde el poder los precios, en función de unas estadísticas comparativas de poder adquisitivo de las familias.
Más allá de las polémicas sobre la conveniencia o no de limitar desde el poder la codicia y corrupción de los hombres, causa de la especulación, (potestad que las doctrinas tradicionales de la política y de la monarquía siempre han defendido) conviene entender el porqué de su ineficacia en este caso.
Lo que los partidos políticos pretenden hacer por medio del Estado, mediante leyes fabricadas, y basadas además en estadísticas ajenas a la compresión de la realidad, está tan alejado de ese poder político que siempre tuvo la Monarquía, que son como la noche y el día. Este pretendía constantemente alcanzar, conservar o restaurar un orden de justicia en la sociedad, que estaba fundado en última instancia en el orden divino impreso por Dios en el mundo. Llamaba a la continuidad y al arraigo combatiendo las injusticias con doctrinas jurídicas y políticas verdaderas. Los partidos políticos en cambio, pretenden que el desorden que imponen con las ideologías se mantenga a base de parchear con leyes los agujeros que ellos hacen en el barco de los pueblos.
Y es que el problema de la vivienda es causa directa de la ideología y economía desarraigada impuesta por el liberalismo. Antaño, cuando un hombre o una familia necesitaban de una nueva vivienda, construía él mismo con la ayuda vecinal, o encargaba bien al maestro cantero, al carpintero, o en algunos casos al arquitecto. Y pedía que construyesen una sola vivienda, su vivienda, según sus necesidades reales, en la mayoría de las ocasiones a muy bajo coste, con las materias naturales de la zona, para morar allí indefinidamente y legarla a sus descendientes. Con la imposición de infinitas normativas arbitrarias por parte de las revoluciones liberales, este modo de alcanzar un hogar se hizo imposible, primero por desarraigar a los hombres de sus pueblos y hacerlos nómadas caprichosos, y segundo por incrementar el coste de las viviendas por causa de esas mismas normativas y requisitos arbitrarios y materias y procedimientos industriales.
De esta manera, la forma de obtener un hogar de manera tradicional se extinguió, pasando a edificarse en grandes complejos, edificios horrendos, urbanizaciones antinaturales, edificadas todas, no por el encargo de compradores necesitados de ello, sino según los intereses del edificador, con la esperanza de vender en el futuro «a quien sea» esas construcciones inmensas que fabrican.
Puede parecer chocante, pero en medio de esta especulación feroz que parece indicar la escasez de hogares, nos encontramos con que hay más de 3 millones de viviendas vacías en suelo español. Viviendas tan desarraigadas y horrendas, en lugares tan arbitrarios, y a precios tan abusivos, que nadie las quiere. El hogar es una cosa bien distinta a los fabricados de la industria, pero los políticos no lo comprenden. Este problema sólo tiene solución mediante la restauración del orden tradicional de arraigo, y de la recuperación de la Monarquía tradicional que combate el poder del dinero y los abusos de los hombres.
Gabriel Sanz Señor, Círculo Cultural Antonio Molle Lazo