Informe sobre una joya de la Corona: la Nueva España

Emperador Moctezuma, Códice Durán

El Círculo Tradicionalista Celedonio de Jarauta de Ciudad de Méjico nos acerca hoy una reflexión extraída de la obra del obispo y virrey don Juan de Palafox y Mendoza titulada «Virtudes del Indio»

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Así como estos fidelísimos vasallos de vuestra majestad son dignos de su real amparo por la facilidad y constancia que recibieron y conservan la fe y el afecto y devoción con que la ejercitan con excelentes actos de piedad, no lo me­recen poco por la grande facilidad y prontitud con que se sujetaron al real domi­nio de vuestra majestad y entraron a serle súbditos y vasallos, en que han exce­dido a cuantas naciones se han sujetado a otro príncipe en el mundo.

Porque como quiera que en sus principios no entraron en la Corona Real por herencia u otro de los comunes derechos, sino por elección de ellos mismos, que voluntariamente se sujetaron al señor emperador Carlos V y por la aplica­ción de la Apostólica Sede a la Corona de vuestra majestad por santísimos moti­vos y una justa conquista y jurídica acción, para introducir estas almas en la I­glesia y apartarlos de muchas idolatrías y sacrificios humanos y otras barbarida­des que les enseñaba el demonio, a quien servían, y como quien para sacarlos de aquella durísima esclavitud los traía al suave dominio de vuestra majestad y de hijos de ira y de indignación por este medio los reducían sus católicas armas a la libertad de hijos de la Iglesia y a gozar del honor de ser vasallos de su católica y religiosísima Corona y de una excelsísima y devotísima casa, como la de Austria, claro está que es muy loable y ponderable y que pone en grande obligación a vuestra majestad el haber hallado a estos naturales tan fáciles y dóciles a este bien y tan suaves a inclinar la cabeza al yugo de la Real dignidad y jurisdicción.

Porque así como Hernando Cortés le dijo a Motezuma, rey universal de la mayor parte de la Nueva España, que le enviaba un gran príncipe y emperador, llamado Carlos V, a aquellas partes, para que no idolatrasen en ella ni comiesen carne humana y ni él ni sus vasallos cometiesen otras fealdades y vicios y que le convenía ponerse debajo del amparo de aquel gran rey y servirle y tributarle, se redujo este grande y poderoso príncipe a juntar consejo y convocar sus sabios y reconocer los libros de sus errores y tradiciones antiguas y hallado que les habí­an profetizado en ellas sus ídolos que de donde nace el sol, que es la Vera-Cruz, por donde vinieron de España los nuestros, les habían de venir unas naciones a quien habían de servir, se dispusieron luego Motezuma y sus reinos a ofrecer obediencia al invictísimo emperador Carlos V y pagarle tributo y juntaron tesoro para remitírsele y después que por diversas causas, más los vasallos de Motezu­ma, que no él, quisieron apartarse de esta primera obediencia; ya segunda vez conquistados y sujetos no han intentado más apartarse de la Corona de vuestra majestad, sino que le obedecen y sirven con rendidísima obediencia y lealtad. Circunstancia de singular mérito y que puede inclinar a su grandeza a honrar, favorecer y amparar a estos naturales y fidelísimos vasallos.

Reconózcanse, señor, las historias y crónicas de todos los reinos y provin­cias de Europa, que no se hallará ninguna en la cual, por fidelísimos que sean sus moradores, no hayan padecido muchas enfermedades políticas, frecuentes a los cuerpos públicos de las naciones, despertándose y levantándose guerras con sus reyes o gobernadores, unas veces sobre privilegios, otras sobre tributos, otras sobre derechos o inteligencias de príncipes confinantes y poderosos, humores que revuelven los de los reinos, los cuales, sobre la sangre que costaron al conquistarlos, le hacen a la Corona derramar mucha al gobernarlos y conser­varlos.

Y esta nobilísima parte del mundo, sobre haber costado a la de vuestra majestad y a España poquísima sangre respecto de su grandeza al sujetarse, no ha costado ni gastado copia considerable al conservarse y mucho más la de la Nueva España, que entre todas las de este Nuevo Mundo ha sido pacífica y leal.

Don Juan de Palafox y Mendoza