El Darién, un asunto por atender

Inmigrantes venezolanos en la selva de Darién. Foto: El Nacional

Cuando se habla del Darién los amantes de la historia suelen pensar en Vasco Núñez de Balboa y su búsqueda del Océano Pacífico. También se suele pensar en una selva terrible que castiga con fiebres a todos los que se internan en ella, del mismo modo que forzó a abandonar San Sebastián de Urabá y Santa María la Antigua del Darién, las primeras poblaciones de España en tierra firme.

Ha de admitirse que el clima ha cambiado y la selva sigue siendo inclemente para quien no la conoce. Por desgracia, la ausencia de carreteras y grandes poblaciones ha convertido al Tapón del Darién en uno de los grandes nodos de la migración ilegal con destino a Estados Unidos.

En agosto del 2021 publicamos un artículo que denunciaba las precarias situaciones de los migrantes en el municipio de Necoclí, en el Golfo de Urabá. Relatábamos cómo languidecían a la espera de mafiosos que los transportaran hasta la frontera con Panamá para emprender el camino por tierra hasta Estados Unidos. Entre los migrantes se encontraban personas de las Antillas y africanos nativos, que vienen hasta Colombia en su ruta migratoria.

Hoy denunciamos la misma situación que no parece solucionarse y que perjudica más a los migrantes que al gobierno de Colombia. No debe olvidarse una realidad que los defensores de las fronteras abiertas ignoran: las personas mueren migrando. Y la culpa no es de los Estados por poner freno a la migración sino de las mismas fronteras abiertas que permiten el libre tránsito de personas entre la selva, el mar y demás terrenos hostiles.

Mapa de la Diócesis de Apartadó
(El Tapón del Darién es la selva entre Panamá y Colombia; Urabá es el nombre del golfo)

Sabemos también que hombres de mala fe ofrecen a venezolanos ya asentados en los municipios colombianos un pasaje a Estados Unidos, en una ruta que pasa por el Darién. Estas pobres personas suelen abandonar vidas más o menos estables para seguir migrando, enriqueciendo así a los mafiosos y traficantes de personas.

Cifras cercanas a los 13 millones de pesos (aproximadamente 3000 dólares estadounidenses) por persona es lo que cuesta el pasaje en la travesía por el Darién. Vale aclarar también que para entrar a Colombia los venezolanos tampoco recurren a las vías oficiales, sino a las denominadas trochas, y que su vez la migración dentro de Colombia los lleva por climas hostiles como el Páramo de Santurbán.

Y lejos de apoyar al presidente Gustavo Petro, admitimos que la normalización de las relaciones con Venezuela favorecerá a los migrantes, evitando su continua movilización y permitiendo que las embajadas hagan el trabajo que hoy suplen las mafias. Por desgracia, como ya admitió Álvaro Leyva, ministro de Relaciones Exteriores del presidente Petro, la apertura de la frontera no será rápida. Asumimos entonces que se tardarán también las relaciones diplomáticas con Nicolás Maduro, y por tanto la migración se perpetuará en sus formas más lastimeras.

En cuanto a los migrantes antillanos y africanos poco podemos decir. Estos solo vienen a Colombia de paso y a diferencia de los venezolanos no se encuentran asentados en los municipios del interior sino que se concentran en Necoclí.

La situación es la vigilancia continua del Golfo del Urabá, para aprehender a los traficantes de personas, tarea que por desgracia no interesa al Estado. Los tradicionalistas, lejos de limitarnos a exigir fronteras cerradas, debemos extirpar las condiciones que convierten al golfo en un lugar propicio para hacer escala hacia Estados Unidos. Por el momento solo un esfuerzo conjunto con la vecina Panamá podría, por lo menos, desplazar el eje migratorio fuera del país.

Círculo Tradicionalista Gaspar de Rodas