La noche del miércoles 28 de septiembre un grupo de feministas intentaron quemar la fachada de la Catedral Basílica Metropolitana y Primada de la Inmaculada Concepción. Este acto fue, según parece, una protesta abortista. Si bien a primera vista puede parecer extraño que sigan exigiendo la legalización del aborto considerando que la Corte Constitucional lo hizo hace ya un tiempo, en realidad no lo es en tanto la finalidad real del acto va mucho más allá de tal exigencia. Se trata de una expresión de simple y puro odio contra la religión verdadera tal y como lo confirma el especial ensañamiento que las feministas tienen para con los templos católicos a pesar del rechazo que, gracias a Dios, genera entre los colombianos de a píe.
En cuanto a las autoridades, tanto eclesiásticas como civiles, su comportamiento tampoco sorprende. Se limitan a sus usuales condenas enérgicas que al final del día no llevan a nada. Por su parte, la jerarquía eclesiástica no exige que se sancione a los que osan profanar los templos mientras que las autoridades civiles no están interesadas en hacerlo, tal y como ha venido sucediendo siempre que se profana un templo. Ejemplos de ello fueron los de la Iglesia de San Ignacio en Medellín y la Iglesia de San Francisco en Bogotá.
Aunado a lo anterior la alcaldesa de Bogotá, Claudia López, además de la ya mencionada típica condena enérgica, reprochó a la policía su supuesta inacción. Un acto de hipocresía viniendo de alguien que simpatiza con el feminismo abiertamente. El director de la Policía Nacional, el general Henry Sanabria, respondió a sus críticas afirmando que durante el incidente se capturaron a cuatro mujeres involucradas.
El pueblo colombiano debe reaccionar frente a la inoperancia de la jerarquía eclesiástica y la hipocresía de las autoridades civiles. Este hecho no es aislado. Hace parte de una ola que ha sacudido tanto a Europa como Hispanoamérica. De hecho, en nuestro caso particular, comenzó de forma tardía si nos comparamos con los casos de varios países vecinos en los que el fenómeno comenzó no sólo con anterioridad, sino con una intensidad mayor. No obstante, en estos países también se mostró una encomiable labor de defensa de los templos por parte de los fieles católicos. A este tipo de iniciativa nos referimos cuando hablamos de la reacción que el pueblo colombiano debería mostrar.
AGENCIA FARO, Colombia. E. Jiménez