¿Los Estados democráticos son compatibles con la institución de la familia?

Los actuales Estados democráticos de derecho, herederos directos de los Estados liberales, reducen a su mínima expresión la representatividad política de la familia, que corre una suerte paralela o incluso más desfavorable que la de los cuerpos intermedios. Hecho que no es fruto de la casualidad, pues todo ello tiene una razón, ya que ha sido perversamente articulada.

¿No podrían los Estados basarse en las familias y sus asociaciones para ejercer a través de ellas esa democracia que tanto mencionan en sus Constituciones? No pueden, ya que la familia es una institución natural, y es exactamente lo natural lo que los Estados democráticos buscan anular y hasta transformar a través de sus invenciones, pues la familia no es coherente con la revolución.

En esa línea Wilhelmsen nos explica en su libro El Problema de Occidente y los Cristianos, que sería nada favorable para el tan aclamado principio matemático del voto del individuo aislado, sí el voto de aquel huérfano solitario y desarraigado, despojado de eso que su naturaleza humana clama. A quien han convencido de que su valor se reduce a pseudoderechos, siendo uno de los más importantes el derecho al voto, el cual le brinda cierto consuelo y sensación de ser parte de algo, que es escuchado y vale algo, todo esto después de haberle negado su auténtica naturaleza, creando un hombre masificado, que vale en cuanto masa, que irónicamente cree que es especial por ser individuo. Y sobre este se construye el sistema de partidos, es importantísimo que se crean que cada hombre es igual y tiene los mismos derechos debido a su calidad de individuo aislado, además de que la voluntad del pueblo es la soberana, toda esta construcción engañosa para conseguir sus verdaderos fines, sin embargo, como conocemos, esa voluntad del pueblo realmente proviene de los intereses de los partidos políticos, si vamos un poco más atrás, notaremos que la voluntad es la de los poderosos, que hacen una pantomima con marionetas superficialmente felices

Es bastante común que algunos grupos conservadores se esfuercen por reforzar el papel de la institución familiar, pero por buena que sea su intención, sus resultados siempre son y serán muy limitados, pues desean que un árbol crezca y de frutos buenos sin raíces sólidas, debido a que sustentan su actividad en terreno enemigo, es decir en principios revolucionarios, y dan por hecho que los liberales o los marxistas ya han ganado. Y he ahí un gran problema, negociar con el enemigo es ya empezar a hacer las cosas mal, ya que necesariamente habrá que sacrificar la radicalidad de la institución de la familia, para recibir migajas, y brindarnos la sensación conformista de que al menos hemos hecho algo

En ese orden,  Wilhelmsen sostiene que nunca se debe aceptar el juego comunista, esto es, no integrarse en la tan difundida dialéctica del enemigo, pues de lo contrario caemos en ese círculo vicioso, caemos en las redes del marxismo, y tampoco podemos permitirnos caer en la tentadora resignación,  es por ello, que es necesario retomar los principios de la Tradición, y articular de otra forma distinta, más acorde con la realidad social, las actuaciones encaminadas a lograr una representatividad política de la familia y de los cuerpos intermedios, en síntesis la la implantación del pensamiento carlista.

Mariana de los Ángeles Quispe Verástegui, Margaritas Hispánicas