
En 1985, en el contexto de las conversaciones de la HSSPX con Roma, el entonces Cardenal Ratzinger invitó al Arzobispo M. Lefebvre a presentar oficialmente sus objeciones contra la doctrina vertida en la Declaración Conciliar Dignitatis Humanae sobre la libertad religiosa.
El Arzobispo Lefebvre envió el 6 de noviembre un largo documento que incluía 39 Dubia «presentadas bajo forma de una frase interrogativa, que permite formular una respuesta claramente afirmativa o negativa, o introducir, llegado el caso, una distinción necesaria». Ratzinger, por su parte, en Carta de 9 de marzo de 1987, remitió adjunto un escrito de cincuenta páginas, redactado «por un teólogo de confianza particularmente cualificado», en el que éste, sin contestar concretamente a ninguno de los Dubia, pretendía, como ya habían hecho otros teólogos antes, «mostrar de qué manera la indiscutible novedad [sic] que representaba la [Dignitatis Humanae] estaba en continuidad y en armonía con el Magisterio anterior». Puede hacerse uno una idea del tenor de todo ese texto simplemente con leer el apartado en que el redactor trata de defender esa «continuidad» entre la Quanta Cura de Pío IX y la DH. Después de citar parte del Informe con que el Obispo De Smedt acompañó la presentación del primer borrador conciliar de la libertad religiosa el 19 de noviembre de 1963, concluye: «Es, pues, necesario afirmar que las […] proposiciones [condenadas] de la Enc. Quanta Cura ya citadas tienen una significación diferente de las […] proposiciones correspondientes de DH». «Se ve así que uno se encuentra en presencia de un caso […] en donde es condenada una doctrina expresada con palabras que, más tarde, serán utilizadas por la Iglesia misma dándoles una significación diferente».
El Obispo Tissier de Mallerais, en su biografía del Arzobispo, cuenta que, tras el escándalo de la reunión ecumenista de Asís en 1986, esta «respuesta» de Roma a los Dubia fue la segunda «señal» que despejó las vacilaciones del Arzobispo Lefebvre para la consagración de nuevos Obispos: «una señal “más grave que Asís. Porque una cosa es realizar un acto grave y escandaloso, y otra afirmar principios falsos, que tienen en la práctica conclusiones desastrosas”, a saber, el destronamiento de Nuestro Señor Jesucristo y el “panteón de todas las religiones”».
El Arzobispo Lefebvre envió una nueva carta al Cardenal Ratzinger fechada el 8 de julio de 1987, en que enjuiciaba la contestación romana, acompañada de varios documentos doctrinales autorizados justificativos de dicho juicio: «Me parece poder concluir –aseveraba el Prelado francés– que la doctrina liberal de la libertad religiosa y la doctrina tradicional se oponen radicalmente. Ha habido que hacer una elección entre el proyecto de esquema del Cardenal Ottaviani y el del Cardenal Bea sobre el mismo tema. En la última reunión de la Comisión Central Preparatoria, estos dos Cardenales se opusieron con vigor. El Cardenal Bea afirmó entonces que su tesis se oponía absolutamente a la del Cardenal Ottaviani. Nada ha cambiado después. El Magisterio de la Tradición se opone a la tesis liberal fundada sobre una falsa concepción de la dignidad humana, y una definición errónea de la sociedad civil. Se trata de saber quién tiene razón, el Cardenal Ottaviani o el Cardenal Bea. Las consecuencias prácticas de la tesis liberal adoptada por la Santa Sede a continuación del Concilio son desastrosas y anticristianas. Es el destronamiento de Nuestro Señor Jesucristo con la reducción al derecho común de todas las religiones que acaba en un ecumenismo apóstata como el de Asís». Antes de que se iniciara el Concilio, el Papa Juan XXIII creó en Junio de 1960 una Comisión Central Preparatoria encargada de confirmar o rechazar los proyectos de esquemas que les presentaban las distintas Comisiones preparatorias, entre las que se incluía la Comisión Teológica presidida por Ottaviani. Pero, paralelamente, el Papa también nombró en esas mismas fechas un «Secretariado para la Unidad de los Cristianos», presidido por el Cardenal Bea, y que también gozaba de la facultad de presentar proyectos a la Comisión Central. El 19 de Junio de 1962, en el penúltimo día de su séptima y última Sesión (12-20 Junio), se discutieron dos textos: uno titulado «De las relaciones entre la Iglesia y el Estado y de la tolerancia religiosa», que formaba el Capítulo IX del esquema preparatorio Sobre la Iglesia (presentado por Ottaviani), y otro titulado «De la libertad religiosa» (presentado por Bea).
El Arzobispo Marcel Lefebvre fue testigo directo de la confrontación entre los dos Cardenales en aquella trascendental jornada a la que asistió como miembro que era de la Comisión Central, que aparece descrita por el Obispo Tissier de Mallerais en el epígrafe «Un enfrentamiento dramático» de su biografía, y en la cual los votantes se dividieron en dos grandes grupos iguales: uno a favor del esquema del Cardenal Ottaviani formado por los Padres italianos, españoles e hispanoamericanos, y otro a favor del esquema de Bea formado por los estadounidenses, ingleses, alemanes, holandeses y franceses. Finalmente salió adelante el proyecto de Ottaviani, pero, al igual que le ocurriría a lo largo del Concilio a los otros 19 que aprobó la Comisión Central, el esquema preparatorio Sobre la Iglesia fue arrumbado a las primeras de cambio durante la Primera Sesión (Oct.-Dic. 1962) y sustituido por otro elaborado ex novo. En nuestro caso particular, el nuevo borrador sobre el que se centró el tema fue el proyecto de Bea, que reapareció en la 2ª Sesión del Concilio (Nov. 1963) como un Capítulo del esquema conciliar sobre el ecumenismo, y, de nuevo, al principio de la 3ª Sesión (Sept. 1964) ya como declaración independiente, siendo aprobada en la víspera de la clausura del Concilio (07/12/1965) con varias revisiones que no afectaban a su espíritu fundamental: espíritu impregnado por esa falsa noción de la dignidad humana que tan bien debelaron San Pío X en Notre Charge Apostolique, y L. E. Palacios en su artículo «El humanismo del bien congénito» (1960).
Félix M.ª Martín Antoniano
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