Mes de María. Día 28: las flores nocturnas

Al pie de la cruz está la Flor de las flores, la más hermosa, la Dama de la noche oscura del alma

La flor de la pitaya para Nuestra Señora de los Dolores

Las flores nocturnas: vídeo

En este día XXVIII del mes de María le traemos a Nuestra Señora aquellas flores que no florecen de día, sino que, por la noche, escondidas y envueltas en mantos de oscuridad ofrecen la fragancia de sus olores y la modestia de sus castos colores al Esposo de nuestras almas.

En el primer misterio doloroso meditamos junto a la brugmansia, mejor conocida como trompeta de ángel, común en muchos jardines. Esta noche florece en el Jardín de los Olivos. Sus flores se abren cuando el sol se oculta y se cierran al amanecer ¿Podrán despertar estas trompetas a quienes están dormidos por la tristeza? Despertad amigos del Señor, el enemigo se acerca. Oíd el clamor de los cobres del ángel entre los troncos del olivo florecido. Despierten las trompetas del Ángel a las almas dormidas, antes que suenen las del Apocalipsis y ya sea demasiado tarde. Hoy podemos acompañar Nuestro Señor y poner en práctica el consejo que nos da el Apóstol Santo Tomás: vayamos y muramos con El.

Salid de vuestro letargo, que los efectos soporíficos de las flores solanáceas, y otras hierbas malvadas, tienen narcotizada a esta sociedad. Escuchad la mística voz de Santa Teresa que os llama desde la austera estepa castellana:

«¡Todos los que militáis debajo de esta bandera, ya no durmáis, no durmáis, pues que no hay paz en la tierra!

Si como capitán fuerte quiso nuestro Dios morir, comencémosle a seguir, pues que le dimos la muerte.

¡Oh, qué venturosa suerte se le siguió de esta guerra! Ya no durmáis, no durmáis, pues Dios falta de la tierra.

Con grande contentamiento se ofrece a morir en cruz por darnos a todos luz con su grande sufrimiento.

¡Oh glorioso vencimiento! ¡Oh dichosa aquesta guerra! Ya no durmáis, no durmáis, pues Dios falta de la tierra.

¡No haya ningún cobarde! ¡Aventuremos la vida! Pues no hay quien mejor la guarde que el que la da por perdida.

Pues Jesús es nuestra guía, y el premio de aquesta guerra.

Ya no durmáis, no durmáis, porque no hay paz en la tierra.

Ofrezcámonos de veras a morir por Cristo todos y en las celestiales bodas estaremos placenteros.

Sigamos esta bandera, pues Cristo va en delantera.

No hay qué temer, no durmáis, pues que no hay paz en la tierra».

En el segundo misterio doloroso venimos a meditar ante las dos columnas que sostienen la Hispanidad, poniendo en cada una un capitel de magnolias florecidas, para que su blancura ilumine la noche oscura de tantas almas, y su aroma fortalezca los ánimos desfallecidos y las voluntades quebradas.  Son Dos las columnas maestras que están previstas en arquitectura para soportar la estructura del edificio desde el mismo interior.

También la Patria tiene en su blasón dos columnas, que nos invitan a ir plus ultra de la meta que Hércules señalara, superando esos propósitos mediocres que mantienen a tantas almas amarradas a puerto, cuando por vocación y destino están llamadas, con los héroes y los santos, a navegar ―duc in altum con la gracia Divina, a conquistar nuevos mundos, a redimir más y más almas, y más allá del horizonte del tiempo, alcanzar la Patria Celestial.

A Una columna del Pretorio tienen atado al que libera de ataduras mi alma, el flagelo hace girones de su carne inmaculada y con terribles puntadas se van zurciendo los girones que el pecado hace en el alma. La divinidad está sujeta está a una columna; se deja avasallar y esclavizar para darle libertad a quien la vende casi por nada.  Tenemos Otra columna que sostiene nuestra alma. Nuestra Madre nos la dio en Zaragoza, para que sostenga a cada pecho hispano desde su propio interior, con la columna inquebrantable de la devoción mariana. Ella es la Mujer fuerte, y mientras su amor esté en nuestro corazón, no temeremos nunca el derrumbe de nuestra alma, ni que la quiebre ningún Sansón.

En el tercer misterio doloroso meditamos la Coronación de espinas. Florecida en la noche de la mayor ignominia ponemos, María, a tus plantas la ipomea, rojas como la clámide real de Jesús, blancas como la túnica divina de su loco de amor por mi alma. A Él, que ahora se asoma coronado de espinas al balcón de la historia, volvemos los ojos de nuestra alma, y contigo, Madre, le adoramos:

Por afirmar tu divinidad vas a ser condenado por el tribunal religioso en ecuménica algarada; por responder que eres Rey, que para eso has venido al mundo, igualmente sentenciado por el tribunal político y seglar, ahora estás aquí: ¡Ecce Homo! Condenado en democracia y por la burla consensuada, te han otorgado una corona de espinas y por centro una caña. Siguen pasando los siglos, y continúan negando tu imperio y hacen burla de tus derechos tantos esbirros maltrechos, que matando al heredero pretenden así quedarse con tu reino. Eres mi rey y Señor, en ti creo y no lo niego. No me niegues Tú en presencia del Padre cuando llegue yo a tu reino; quiero sufrir hoy contigo el escarnio y la burla de todos los liberales que ocultan la saña del corazón con la sorna de una sonrisa.

Lo que a mí me tiene cautivado, es verte así, ultrajado, y no es una corona de oro ni un cetro con diamantes, ni tu manto de armiño y tus brocados bordados, que a los cursis seduce por su estética y boato. Lo mismo que a muchos escandaliza, como le ocurrió a aquel ángel bello, poderoso y soberbio, que no quiso ser vasallo de un Rey coronado de espinas, eso mismo, me tiene a tus pies heridos rindiéndote pleitesía. Te pido tu bendición para salir al combate a defender tus reales derechos de Dios en la Iglesia y en la calle.

¡Oh Jesús! Te reconozco por Rey Universal. Todo cuanto ha sido hecho Tú lo has creado. Ejerce sobre mí todos tus derechos. Renuevo las promesas de mi bautismo, renunciado a Satanás, a sus seducciones y a sus obras; y prometo vivir como buen cristiano. Muy especialmente me comprometo a procurar, según mis medios, el triunfo de los derechos de Dios y de tu Iglesia. Divino Corazón de Jesús, te ofrezco mis pobres obras para conseguir que todos los corazones reconozcan tu sagrada realeza y para que así se establezca en todo el mundo el reino de la Verdad y de la vida, el reino de la gracia y de la santidad, el reino de la justicia, del amor y de la paz.

Ante ti Ecce Homo, el de la frente ensangrentada, el de la afrenta blasfema, el esputo inmundo de flema.

Cuarto misterio Doloroso: Jesús con la cruz acuestas. Como una senda de espinas adherida va a la roca el tallo de la pitaya, en trece pimpollos, como trece estaciones, de un viacrucis florecido. Las flores del más dulce aroma, y de un fruto aún más dulce para el alma, son las que se saborean meditando cada misterio de ese camino; van floreciendo entre espinas, una detrás de otra. Esas flores que se agotan con las primeras luces del alba, igual que un Jesús que va al ocaso de sus días. Sus brazos están enredados al leño de la Cruz, surgiendo de entre las marañas del pecado, buscando entre las sombras, la luz. 

A ti te traigo Señora las flores de la pitaya, dadle al hambre de mi alma el saborear los dulces frutos que encierra cada misterio bajo su cáscara rugosa y áspera. Madura en el dolor la fruta, jugosa y pura, de tu vientre virginal. Fruta de vida, resulta ingrata a los ojos, más al gustarla es dulce y buena; no tiene nada en común con aquella aquel fruto venenoso con la que la serpiente mala sedujo a nuestra pobre madre Eva, que a la vista se presentaba pulcro y bello, pero que estaba emponzoñado.

Serpentea por la roca el tallo de la pitaya; por la senda dolorosa va el Redentor de mi alma.

Imagen: P. Barrios

Quinto misterio Doloroso. Al pie de la cruz está la Flor de las flores, la más hermosa, la Dama de la noche oscura del alma que floreció sublime al ocultarse el sol en el horizonte del dolor. Allí, cuando nada se veía y cuando la luz que vino al mundo fue apagada por quienes no la recibieron. Allí tu Inmaculado Corazón exhaló el más místico y puro perfume, y fue la fragancia de tu amor el primero que le ungió cuando Nicodemo lo depositó, inerte y yerto, ente tus pétalos inmaculados, Dama de la Noche, Madre de mi Dios. 

María Dolorosísima, que, en la noche oscura de la Fe, noche negra del dolor, floreces flor singular, bendita entre todas las flores.

Señora de la noche oscura y de la Fe madura, cuando los ojos no distinguen ni las formas ni los colores, que tu Corazón, que exhala el suave olor de Cristo mejor que todas las flores, sea el que guíe mis pasos hasta tus brazos de Madre buena.

Ave Cor Mariæ. 

Padre José Ramón García GallardoConsiliario de las Juventudes Tradicionalistas

Deje el primer comentario

Dejar una respuesta