Mes de María. Día 26: las rosas del rosario

con los pastorcillos de Fátima acerquémonos al Corazón Inmaculado de María

Las rosas del rosario: vídeo

En este día 26 del mes de las flores le llevaré a la Virgen Santísima una corona de rosas, de las que más aprecia, que son los avemarías con los perfumes que emanan de la meditación de los misterios gozosos.

El primer misterio es la Anunciación. Para meditar bien, nada mejor que una buena composición de lugar. No podríamos encontrar nada más oportuno que ubicarnos en ese recinto que Dios cuidó de manera singular.  La Virgen María le explico a un sacerdote el origen de la casa que hoy veneramos en Loreto. Ella dijo: «Debes saber que la casa que recientemente fue traída a tu tierra es la misma casa en la cual yo nací y crecí. Aquí, en la Anunciación del Arcángel Gabriel, yo concebí al Creador de todas las cosas. Aquí, el Verbo se hizo carne. El altar que fue trasladado con la casa fue consagrado por Pedro, el Príncipe de los Apóstoles. Esta casa ha venido de Nazaret a tu tierra por el poder de Dios, para el cual nada es imposible».

La casa de Loreto es sagrada en virtud de quienes en ella habitaron. El demonio, los hombres, y el mundo usualmente van contra todo lo que Dios quiere, y en el caso de esta bendita casa no fue diferente. En 1291, los Sarracenos conquistaban la Tierra Santa. Quisieron acabar con toda la historia del cristianismo destruyendo los lugares sagrados. Pensaban que eliminando los signos visibles del cristianismo, apagarían también el amor y la devoción.

Trataron de destruir cada lugar vinculado con la vida de Cristo. Cuando llegaron a las proximidades de Nazaret, la Santa Casa no tenía defensa humana. Era un lugar muy venerado desde tiempo de los Apóstoles que celebraban allí la Santa Misa. Los islamistas se decían: «Nunca más los cristianos celebrarán aquí la Anunciación».

Fue entonces cuando Nuestro Señor decidió enviar a los ángeles a proteger su Santa Casa, con el mandato de que la movieran a un lugar seguro, lejos del odio de sus enemigos. Elevada por los ángeles fue llevada donde el odio no la pudo alcanzar.

Durante la anunciación está la Virgen María recogida en su cámara, unos dicen que al medio día otros que, en noche cerrada, toda absorta en Dios. A Ella le pedimos que el Ángel nos encuentre recogidos para escuchar esa voz que nos llama a la santidad, para que se oiga hasta las profundidades del ensimismamiento en que el egoísmo ha encerrado tantas almas. Le pedimos que lo acepten generosas, dejando de lado sus propios proyectos y prejuicios humanos que tan distintos suelen ser de los divinos. Al meditar este misterio en lo secreto de tu morada si escuchas la voz de Dios, no cierres tu corazón. Dile como Samuel, habla Señor que tu siervo escucha y respóndele con María «fiat», hágase tu voluntad.

Para meditar el segundo misterio que es la visitación, haremos la composición de lugar en la Iglesia de Ain Karim rodeada de cipreses, la construyó por primera vez Santa Elena, la madre del emperador Constantino a principios del siglo IV. Escuchemos el saludo de Isabel que recoge el Ave María y obtuvo como respuesta el Magníficat de Nuestra Señora.

En Ain Karim se gestan dos milagros: con la gravidez de la anciana concluye el antiguo testamento y con el embarazo de la Virgen se ha iniciado el nuevo.

Con Isabel y Zacarías recibamos a María en casa, y allí, donde la vida comienza, se disipen todos los miedos y que la Virgen Santísima acompañe y reconforte a esas madres que engendraron a los que están llamados a preparar los caminos de Dios.

El tercer misterio gozoso es el nacimiento del Niño Jesús: rezaremos este misterio en compañía de los ermitaños de Nuestra Señora de Belén. Que Ella nos ayude a amar esa virtud que es la pobreza, tan despreciada por nuestra sociedad calvinista, para la cual la pobreza es una maldición y no una virtud. Cuando las angustias materiales atenazan el alma, los acreedores nos apremian, Hacienda nos embarga mientras nos acorrala banco y sus hipotecas contemplemos la pobreza del Creador que se despoja de todo por nuestro amor, nos enseña que a lo pobre también se vive, a condición de no perder la razón de nuestra existencia. Esto debería enseñarnos a despreciar las riquezas tanto cuanto nos llevan o alejan de Dios, porque esta vida no es otra cosa que una mala noche en una mala posada.  

Dice san Ignacio que el demonio seduce a las almas primero, al encumbrarlas en las riquezas, para que crezca su orgullo y se envanezcan, para luego hacerlas caer en todos los demás vicios. A quien Dios quiere elevar a la más excelsa santidad le pide ame la pobreza ya sea material o espiritual, ya sea elegida o sobrevenida. No olvidemos que la puerta del Cielo es estrecha y no pasará por ella el que va con las alforjas llenas. Que las preocupaciones materiales no nos arrastren a la más infame de las miserias que es la espiritual.

Hoy Jesús sigue buscando albergue y ya no cabe en los hogares que tienen su paraíso en la tierra, sino que nace donde están desprovistos de todo.

El cuarto misterio gozoso es la presentación: A los pies de Nuestra Señora de Guadalupe, queremos poner las rosas y encender las velas de la Candelaria. Algunos autores señalan que Guadalupe significa «río de luz». No sé si etimológicamente es una deducción acertada, pero teológicamente no puede ser más adecuada. La Guadalupana ha sido un rio de luz y de gracia para tantas almas.

Lo que lograron las revoluciones, políticos y masones, que intrigando desde las dos orillas del Atlántico, consiguieron separar esas tierras de su Madre Patria; hoy lo siguen intentando  blasfemos y protestantes: separar a esos hijos de la Fe salvadora y del Amor entrañable de su tierna Madre del Cielo. Quiera la Mujer vestida de Sol vencer al linaje «del que divide» uniendo a todos sus hijos con los vínculos del Espíritu.

El quinto misterio gozoso es el Niño Jesús hallado en el templo después de vivir tres días de angustia semejante a los que llevan más de tres días sin la Sagrada Comunión.

Vayamos, no a llorar sino a meditar sin lamentos, hasta los muros que quedan del Templo de Salomón, destruido por Tito en cumplimiento de la profecía del Señor. Le pedimos al Niño que vuelva a enseñar a los pastores de la Iglesia la misma doctrina que les enseñó a los doctores en el Templo. Ellos fueron los primeros que se admiraron de la sabia y madura interpretación de las Escrituras, que por lo visto les era desconocida. Hoy nosotros encontramos a Jesús en el Templo, pues espera en la Sagrario a todos los que le buscan.

Que con María y José vuelvan a encontrar a Jesús en el templo quienes se encuentran lejos de la Fe, por causa de la apostasía, y también esas almas que lo han perdido y que están alejadas de la verdad, por dejarse llevar por la herejía del modernismo que se ha apoderado de España con mayor saña que el arrianismo de ayer.

 Que vuelvan a la comunión de los santos los alejados por el cisma, que abandonaron la barca de Pedro, fuera de la cual no hay salvación.  A los muchos han olvidado aquella lección que el Niño le da a su Padre y a su Madre cuando inquietos llevaban tres días buscándole: «No sabéis que debo cumplir con la voluntad de mi Padre que está en los cielos», advirtiendo que con ello le debemos a Dios prelación en la obediencia, antes que, a los hombres, y que si un ángel de luz nos anuncia algo distinto a lo que Él nos enseñó, respondamos con San Pablo «sea anatema».

Te rogamos Madre que el dolor de tu Corazón en estas circunstancias suavice la pena de aquellos seres queridos que no entienden que hoy se puedan plantear situaciones análogas en la Iglesia católica y en las familias, al no darle la prelación debida a la voluntad de Dios manifestada en la Tradición, la Revelación y en el Magisterio que prima en toda ocasión.

La samaritana buscaba a Dios junto al pozo de Sicar, porque no lo encontraba ni en Jerusalén ni en Samaria. Cuando nos ocurra como a ella y lleguen esos momentos en que no podamos encontrar a Jesús ni siquiera en el Templo, con los pastorcillos de Fátima acerquémonos al Corazón Inmaculado de María, ellos nos dicen «hemos visto a Dios en su Corazón».

Que hasta este lugar de encuentro que Dios nos ofrece para estos últimos tiempos, con sus coronas de rosarios florecidos, acudan todas las almas; que se congreguen en Él todas las águilas.

Ave Cor Mariæ. 

Padre José Ramón García GallardoConsiliario de las Juventudes Tradicionalistas

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