
Las cartas marruecas entre Sánchez y el sultanete que hay allende el Estrecho son una tragedia para España. Ayer saltó la última noticia del idilio entre nuestro Pedro y Mohamed VI: el presidente español, de la noche a la mañana, viajó para reunirse con el sultán de Marruecos este miércoles.
La tórrida visita se organiza con menos de un día de antelación: sin agenda, sin avisos oficiales previos. Las visitas habituales de un presidente a un país extranjero son algo preparado durante mucho tiempo: semanas, meses. La impresión para todos es que el sultán alauita llama, y Sánchez acude al momento.
Los especutólogos de la prensa nacional se barruntaban cuál sería el objeto de la reunión. Sánchez acude a capítulo justo después del fiasco de las autonómicas en Galicia, apuntó algún reporterete sagaz. Sin embargo, importa más la forma que el objeto, el continente que el contenido. Lo relevante es la realidad desnuda del acontecimiento: el gobernante español acude en actitud servil a un soberano extranjero.
Ayer noche, Pedro Sánchez despejaba una pequeña incógnita del misterio. El Ejecutivo invertirá ¡45.000 millones de euros! en fomentar la infraestructura de Marruecos. Para que nos hagamos una idea, más del 35% del PIB anual estimado del país marroquí. Que sale del bolsillo de los españoles para armar a nuestros enemigos.
Pedro Sánchez, que es astuto, implacable, perspicaz, superviviente, se demuestra también faldero. Y fiel, con quien le supo sojuzgar. Parece haber aprendido bien aquel refrán árabe: besa la mano que no puedas morder.
Resulta imposible no recordar la República de Platón: el tirano es el peor de los hombres, capitán de un régimen de esclavos. No es el peor hombre por haber encadenado a una sociedad, sino porque él es el primero de los esclavos y el más abyecto. Esclavo de sus pasiones, y, como es lógico, perro de aquél que sepa modularlas. Quien conduce a un tirano, conduce a todo un país cautivo.
Pero el tirano es imposible sin una sociedad (o di-sociedad) propicia. Hay que recalcar que el peor gobernante es producido al final de un sinuoso camino de degeneración política, y hay que extraer la enseñanza oportuna. El aspecto trágico de la noticia no se esconde en que Sánchez sea servil al sultán marroquí, sino en que este régimen será siempre servil a Marruecos. Servil será cualquier gobierno, del PP o de VOX, que llegue a relevar al PSOE, como ya lo fueron antes.
Sánchez, primero de los esclavos de un pueblo esclavo. Quizá ésta sea la tesitura en que nos movemos. En ella, la cuestión en liza no es que reine el rey legitimo, o el presidente de turno, o un pelele usurpador; sino el posible peligro de que, cada vez más, sea Mohamed VI quien reine en España.
Roberto Moreno, Círculo Antonio Molle Lazo de Madrid
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