La judialización de la política que actualmente enfrentan a la justicia y los políticos peruanos, remite al expresidente Alberto Fujimori y su mano derecha Vladimiro Montesinos, quien hace unas semanas reconoció su responsabilidad en el caso Pativilca y Barrios Altos. Repasemos brevemente el vacío que representó en la política.
Lo característico del señor Vladimiro Ilich Lenin Montesinos Torres es su pragmatismo. Nacido en una familia marxista, escogió una carrera militar, aventajada por el ascenso de Velasco, en la cual pudo conocer las redes de grupos de izquierdas con cercanía al régimen. Cuando Velasco cayó, no dudó en acoplarse al régimen pretendidamente «moderado» de Morales Bermúdez y coquetear con la CIA, a pesar de que estaba en la mira de la agencia norteamericana. Lo que le valió ser dado de baja del ejército, aunque se salvó de la pena de muerte gracias a sus contactos dentro del ejército y a estadounidenses que metieron presión.
Pero no fue el fin de su historia; logró reinventarse como abogado litigante, siendo empleado por doña Susana Higuchi, esposa del ingeniero Alberto Fujimori. Tras la sorpresiva victoria de Fujimori en los comicios de los 90 Montesinos reapareció como su asesor en el área de inteligencia y uno de los factores importantes para el planeamiento estratégico contra el terrorismo MRTA (castrista) y Sendero Luminoso (maoísta) , bajo supervisión del GEIN se logró capturar a Abimael Guzmán, el mayor verdugo de nuestra patria y se desbarató la toma de rehenes en la residencia del embajador de Japón en la Operación «Chavín de Huántar».
Pero los logros y el poder embriagaron a Montesinos, involucrándose con el narcotráfico primero con ciertas cercanías al cartel de Medellín dirigido por Pablo Escobar y luego envío de armas a las FARC con el pretexto de presionar que EE.UU. no establezca bases militares en Colombia. Con la ironía de que las FARC fue una de las organizaciones más cercanas a la MRTA en su apogeo.
Asimismo, los famosos vladivideos revelaron que el asesor presidencial chantajeaba a civiles y políticos para favorecer al régimen fujimorista. A pesar de no ser protagonista principal, sus acciones impulsaron la consolidación del modelo tecnocrático bajo los experimentos que superaron las reformas extraordinarias para estabilizar el país, especialmente en el ámbito económico. Aunque su objetivo no era realmente consolidar una sociedad orgánica, cabe resaltar que muchos de sus apoyos provienen de comunidades políticas bajo las cuales se vive una verdadera comunidad, distinta a los partidos.
Pero el mayor defecto de la tecnocracia es crear el binomio de estatificación y masificación —como solía recalcar Vallet de Goytisolo—, pues luego los verdugos tanto de Fujimori como de Montesinos fueron quienes se beneficiaron de él, paradójicamente siento el Estado que consolidaron el que por veinte años un sector del mismo pretendió perseguirlo y también intentó borrar los méritos de la lucha antiterrorista queriendo, creando la una narrativa del Estado terrorista.
Eso tambien afectó al movimiento político fujimorista tras su caída, a pesar de mantenerse por casi dos décadas como segunda fuerza los elementos tecnocráticos y populistas se diferencian más o crean otras agrupaciones como con los epígonos del democristianismo, pero con notorios huecos, tal vez siendo el vacío de un mito político. Lo demuestra la administración muy defectuosa del actual alcalde de Lima y excandidato Rafael López Aliaga que intenta crear una imagen de masas sobre él y fracasa estrepitosamente por el mero hecho que es principalmente un administrador, además de su trato muy diplomático con Dina.
Volviendo a la metáfora usada en diferentes artículos de esta columna, la caída del fujimorismo dejó al barco —ahora dañado por las fuerzas que los odiaban a muerte— reparado, pero con carencia de oficiales, no necesariamente por su responsabilidad, pero pensando que podrían influenciar a la totalidad del Estado. Con la libertad de los dos actores principales se verá si las casi tres décadas de campaña en su contra se mantendrán o si las fuerzas que fueron sus aliadas repensarán sus tácticas.
Aunque este caso es otra demostración que una visión pragmática de la política a totalidad, en vez de buscar con intransigencia todo lo ordenado por Cristo destruye los objetivos de uno.
Maximiliano Jacobo de la Cruz, Círculo Blas de Ostolaza.
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