Maimónides y las guerras del Mesías (y II)

El Estado de «Israel» reclamará el advenimiento del Mesías

Lo que fue, eso será; lo que se hizo, lo mismo se hará (Eclesiastés 1,9)

Hay un hecho relatado en el libro de los Reyes que evoca la guerra iniciada recientemente por Hamas y que vincula la instauración de la monarquía davídica con Amalec. Se trata del saqueo y toma de rehenes por parte de los amalecitas en una incursión en la ciudad de Siceleg, en la que David se había refugiado huyendo de Saúl.

La conclusión de este episodio es que David derrotó a Amalec y rescató a los cautivos gracias a la información de un esclavo egipcio enfermo abandonado por un amalecita. David todavía no era rey y no pudo satisfacer el mandato divino de exterminar a Amalec puesto que de los salteadores amalecitas “no escapó nadie de ellos, salvo cuatrocientos mozos que montados en camellos lograron huir” (I Samuel 30,17).

Netanyahu compara a Hamás con el rival de los israelitas: «recuerda lo que Amalec te ha hecho. Acuérdate de lo que hizo Amalec en el camino, cuando saliste de Egipto, cómo te salió al encuentro en el camino, y asaltó a tus rezagados, todos los débiles que iban atrás, estando tú fatigado y agotado; y cómo no tuvo temor de Dios. (Deuteronomio XXV, 17-18)»

Matar al mensajero

Amalec es la causa de la caída de Saúl («por cuanto no obedeciste a la voz de Yahvé, y no trataste a Amalec según el furor de su ira, por eso Yahvé obra hoy así contigo». I Samuel XXVIII, 18) y el principio de la era de la monarquía davídica ya que el mensajero amalecita, que trae la noticia de la muerte de Saúl, reconoce a David como rey y le ofrece la corona del rey muerto («Y tomé la diadema que había sobre su cabeza, y el brazalete que tenía en su brazo, y los he traído aquí a mi señor».  II Samuel I, 10).

Por tanto:

  • Los amalecitas saquean Siceleg
  • Un egipcio, siervo de un amalecita, propicia la victoria de David sobre los facinerosos amalecitas
  • Un mensajero amalecita trae la noticia de la muerte de Saúl y le ofrece la corona a David.

Resulta curioso el interés por resaltar la identidad amalecita del mensajero, puesto que éste mismo al relatar las circunstancias de la muerte de Saúl explica: Y me preguntó (Saúl): «¿Quién eres tú?» Le dije: «Soy un amalecita». A pesar de lo cual, David le vuelve a interrogar sobre su origen, «¿De dónde eres?» Respondió: «Soy hijo de un extranjero, amalecita».

Por otra parte, parece que el mensajero amalecita, al que David ordena ejecutar, se atribuye la participación en el fin de Saúl, lo cual se pone de manifiesto en la incongruencia de los dos pasajes sobre la muerte de Saúl:

Pasaje de la muerte de Saúl en I Samuel XXXI Relato del mensajero amalecita en II Samuel I

3. De modo que el peso del combate vino a descargar sobre Saúl, el cual concibió gran temor cuando le descubrieron los flecheros. 4. Por lo cual dijo Saúl a su escudero: «Saca tu espada, y traspásame con ella, no sea que vengan estos incircuncisos y me maten, mofándose de mí». Más no quiso su escudero porque tuvo gran miedo. Entonces tomó Saúl la espada y se arrojó sobre ella. 5 El escudero al ver que Saúl era muerto, se echó él también sobre su espada y murió con él

6. Respondió el mozo que le traía la noticia: «Yo me hallaba por casualidad en el monte Gelboé, y vi a Saúl arrojado sobre su lanza, cuando los carros y la gente de a caballo le daban ya alcance. 7 Volviéndose él entonces hacia atrás, me vio y me llamó. Yo respondí: Heme aquí». 8 Y me preguntó: «¿Quién eres tú?» Le dije: «Soy un amalecita». 9 Tras lo cual él me dijo: «Ponte sobre mí y mátame; porque se ha apoderado de mí angustia mortal, y mi vida está aún toda en mí». 10 Me puse entonces sobre él y lo maté; porque sabía que no podía vivir después de su caída.

¿Es posible que, del mismo modo que el mensajero amalecita se atribuyó la muerte de Saúl e hizo recaer sobre él la sentencia de muerte, se esté mistificando el papel de Hamás en el inicio de esta guerra mesiánica que, en realidad, tiene su origen en el suicidio de la democracia israelita?

Fin de la democracia israelita y restauración de la monarquía davídica

Amalec es el archienemigo de Israel que entibia la fe y debilita al pueblo elegido de igual forma que lo hizo el enfrentamiento entre David y Saúl y la posterior guerra civil entre la casa de David y la Casa de Saúl. En el contexto actual desde 2019, el Estado de «Israel» ha estado sumido en un proceso de inestabilidad política en la que han tenido lugar cinco elecciones para formar gobierno y sucesivos cambios en el cargo de primer ministro. Todo ello es presentado como un proceso que ha debilitado a «Israel» frente a sus enemigos, mostrando que la democracia no es una solución para consolidar la supremacía judía frente a las naciones.

El fracaso de la fase democrática en «Israel» exige la instauración de la monarquía davídica

La consecuencia práctica de este hecho en relación a la guerra mesiánica presente es que «Israel» reclamará el advenimiento del mesías y la restauración de la monarquía davídica,  invocando su desprotección y la asistencia de un líder que dirija a la nación a la victoria, del mismo modo que antes reclamó un estado propio con el achaque de que en medio de las naciones idólatras no estaba garantizada su subsistencia.

Como en el caso de David, la debilidad de «Israel» será encarecida a causa de sus guerras civiles intestinas, lo cual se esgrimirá como argumento para exponer la necesidad de ese líder mesiánico que aúne y reúna al rebaño y se centre en la derrota del archienemigo del pueblo judío.

No quieras ser demasiado justo, ni demasiado sabio.  (Eclesiastés VII, 17)

El Talmud relata que Saúl intentó entender el mandato de Yahvé de exterminar a los amalecitas, compadeciéndose por el cruel destino de niños y lactantes. Entonces, una voz del cielo le dijo «no seas demasiado justo». El mismo Saúl, posteriormente, no tuvo empacho en asesinar a sacerdotes de su propio pueblo en su persecución contra David y, a manos de un edomita, «pasó también a cuchillo a Nob, ciudad de los sacerdotes, matando a hombres y mujeres, chicos y niños de pecho, bueyes, asnos y ovejas» (I Samuel XXII, 19) y, entonces, escuchó la misma voz celestial diciendo «no seas demasiado malvado».

La observancia plena de la Torá, el cumplimiento íntegro de la Ley, está por encima de otras cuestiones políticas y humanitarias y, no atacar al enemigo, o ser misericordioso con él, equivale a ser malvado con los propios correligionarios y consanguíneos.

Tiempo de llorar, y tiempo de reír; tiempo de entregarse al luto, y tiempo de darse a la danza; (Eclesiastés III,4)

Se cuenta una anécdota sobre Maimónides, quien era también reputado médico, cuando un amigo suyo, desesperado por una enfermedad en el ojo, vino a visitarlo para pedirle consejo. Maimónides nada más recibir al piadoso judío, y sin decirle nada ni saludarle, lo encerró en un establo con cabras. El afligido enfermó se contrarió y contristó tanto por la actitud de su amigo que comenzó a llorar de amargura. Tras unas horas, Maimónides abrió el establo y saludó a su amigo diciendo: discúlpame, pero nada más encontrarme contigo he visto que tenías un problema en el ojo que solo sanaría llorando.

Lo acontecido con Hamas es precisamente eso, llorar un poco para conseguir la sanación y el éxito de Israel en sus guerras mesiánicas. Cosa distinta es el llanto de los amalecitas de Gaza, sacrificados para cumplir el mandato divino y apresurar la venida del mesías.

José María Morcillo

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