Pocas figuran brillan en el panorama intelectual y literario contemporáneo con la fuerza de Juan Manuel de Prada. Quizá por ello es un gran agitador de los ánimos serviles y resentidos, enfangados en las dialécticas ideológicas operativas a la disolución moral y política.
La aguda exposición de Prada del liberalismo de Javier Milei, Presidente de Argentina, y la actitud oportunista de Isabel Díaz Ayuso, ha levantado ampollas. Y lo ha hecho, de ahí el título de esta colaboración, de una manera que sólo el genio hispánico barroco que Prada luce podría: denunciando el mal y provocando, indirectamente, que sus secuaces, directos e indirectos, queden retratados.
En la mil veces reformulada nominalmente cadena de televisión, hoy denominada El Toro TV, varios de los contertulios se dedicaron recientemente a tratar de desprestigiar a Juan Manuel de Prada. Juan Antonio de Castro, acusando a Prada de ignorancia económica, aprovechó para invocar la autoridad —¡qué casualidad!— del liberalismo económico, desde Adam Smith hasta Hayek. Julio Ariza, con maneras más suaves, comenzó elogiando a Prada para proseguir atacando el análisis de Prada, al que denuncia como ilógico en cuanto al «ser y al obrar», esto es, en teoría y práctica.
No se entiende que un secuaz del liberalismo económico ataque a Prada por no serlo. Debería llevarle más bien a demostrar que Prada está equivocado, mientras que lo que demuestra es que Prada no es liberal. ¡Pero eso es sabido! La asunción de la división entre la acción económica y la acción moral, preconizada por el liberalismo y que Castro recuerda, es una manifestación inequívoca de la lectura en diagonal que las premisas ideológicas le permiten hacer de Juan Manuel de Prada; la razón estriba en que es esto precisamente lo que Prada lleva denunciando en sus artículos desde el inicio de la cuestión, al tratarse de una tesis gnóstica de cuño protestante que entiende la libertad en sentido negativo, sin más regla que sí misma —sin regla—, siendo la llamada libertad económica una especie del género que constituye la libertad liberal.
Julio Ariza, por su parte, representa, a mi juicio, una línea aún más corrosiva. Obviando los elogios iniciales a Prada, su crítica merece ser repasada. En primer lugar, habla en nombre de la tríada de la «vida, libertad y propiedad»; tríada, debe recordarse, repetida literalmente de la obra del protestante deísta inglés John Locke. Ariza, que pareciera querer emparentar con el iusnaturalismo su discurso, lo hace, sí, pero no con el derecho natural clásico, católico e hispánico, sino con el iusnaturalismo moderno, protestante y europeo. Es posible que el clericalismo, una de las múltiples patas que integra la heterogénea cadena de televisión, tenga también algo que ver, pues el liberalismo anglosajón, americanista, lockeano ha tenido un papel no pequeño en los pontificados de signo conservador, donde Benedicto XVI vino a bautizar las premisas lockeanas, organizando académicamente los caóticos juicios de Juan Pablo II.
La refutación de Ariza incurre en lo que denuncia, pues acusa de postura ilógica en la teoría y en la práctica a las observaciones de Prada, cuando, en realidad, son las premisas ideológicas de su liberalismo conservador las que le sitúan al margen de la realidad. Realidad que, siendo estrictos, no puede confundirse de manera hegeliana con efectividad, como parece que hace Ariza, ignoro si con dolo o imprudencia. Por otro lado, el enfoque de Prada parte de la realidad del ser, del orden de las cosas, de la libertad mediada por la razón y, consecuentemente, del orden político como reflejo del orden natural. No sé, sinceramente, qué entiende Ariza por teoría o, como él lo denomina, por «ser». Quizá, imbuido de lockismo como lo está, haya estudiado profundamente al nefasto autor inglés y entienda que la razón no es medio de conocimiento de la realidad, sino facultad para asociar sensaciones de manera subjetiva y a eso denomina realidad. Puede ser, y me parece lo más probable, que simplemente se dedique a repetir (¿dictar?) en los platós la pseudo línea editorial que mantiene el medio de desinformación en el que se encuentran: liberal, extranjerizante, democristiana y clerical. Quién sabe.
Miguel Quesada/Círculo Cultural Francisco Elías de Tejada
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