En defensa de la región leonesa (I)

defendemos que León es una región diferenciada de Castilla, pese a los íntimos lazos que las unen

1.- Como carlistas, somos firmes defensores del regionalismo foralista, muchas veces denigrado y casi siempre desconocido e incomprendido, pero estamos convencidos de que tiene plena actualidad y capacidad para adaptarse a las exigencias de nuestro tiempo. Nuestro regionalismo nace de una concepción orgánica de la sociedad, entendiendo que ésta es de manera natural y debe ser, no un agregado informe de individuos, sino un conjunto jerárquico y organizado de distintos cuerpos sociales, que van desde la familia hasta la nación en cuanto comunidad política superior, pasando por el municipio y la región, a nivel territorial.

2.- Como regionalistas, rechazamos el centralismo, vicio absolutista de origen protestante que influyó también en naciones católicas como España a través de la influencia semiprotestante del absolutismo francés del s. XVIII. Consideramos que el liberalismo es el heredero directo de este centralismo absolutista, que sólo por contradicciones internas ha pretendido moderar en algunos momentos de la historia. Como tal, el liberalismo ha sido el destructor de todos los cuerpos sociales que median entre el individuo y el Estado, absorbidos por el poder central. Con ello se han destruido también las verdaderas libertades populares y la autarquía de todos los poderes sociales distintos del Estado (gremios, municipios y regiones con sus fueros propios), que tradicionalmente mantenían su autonomía y autogestión. Esta autarquía suponía el respeto del principio de subsidiariedad formulado por la Doctrina Social de la Iglesia, según la cual atenta contra la justicia impedir que una persona física o social realice por sí misma los fines que le son propios con sus propias fuerzas y capacidades. De este modo, la sociedad mayor sólo debe intervenir allí donde las inferiores no se bastan a sí mismas o bien suplir con la tutela sus deficiencias y carencias, permitiendo así el autogobierno que por derecho les pertenece, igual que pertenece a todo individuo. La recta libertad cristiana, que no es sino un cierto dominio de uno mismo y no la libertad sin norma, abstracta y nihilista del liberalismo, es por ello el fundamento de las libertades públicas de las demás personas sociales.

3.- Como regionalistas rechazamos también el separatismo, pues el carlismo ha sabido entender la verdadera historia de España como armonía entre unidad y pluralidad. La defensa de la personalidad e instituciones propias de cada región no implica la negación de su unidad superior, sino que es el principio imprescindible para su afirmación. Como afirmaba Vázquez de Mella, no puede existir el río, que es la nación común superior, sin los afluentes, que son las regiones. La pretendida defensa de España como entidad uniforme y abstracta es siempre ideológica, y de ideología jacobina, revolucionaria y enemiga de la tradición española. El patriotismo no es sino una virtud de piedad hacia la tierra de nuestros padres que no puede confundirse con el nacionalismo ideológico. Este patriotismo comienza por el terruño próximo y se extiende a la patria común que forman regiones hermanadas por la historia.

4.- Afirmamos que la región leonesa es una región histórica española con personalidad propia, que políticamente ha tenido una larga vida como reino con fueros, reyes e instituciones propias. No ha estado separada de otras, sino íntimamente ligada a Galicia y Asturias, que antes de 1230 eran un todo con la Corona de León. Con el Principado de Asturias existe una íntima conexión desde los orígenes, ya que los mismos reyes de Oviedo serán los reyes de León con el establecimiento de la Corte en la ciudad de León por parte de García I (911-914). Por esto se ha hablado del reino astur-leonés, lo cual no ha impedido distinguir históricamente Asturias de León, que por barreras geográficas fueron conformándose de manera diferenciada. También se han distinguido de manera clara Galicia y León, aunque la Cancillería leonesa siguió siendo dependiente del arzobispado de Compostela después de la unificación de la Corona de León y Castilla producida en 1230 con Fernando III. Después de esta fecha existieron otras instituciones propias de la región leonesa o que ligaban a León con Asturias y Galicia más que con Castilla, como la Notaría Mayor de León, distinta de la de Castilla, pero integrada por Galicia, Asturias, León y la llamada Extremadura leonesa. También permanece independiente de la de Castilla la Tesorería de León, así como de Galicia y otras, según la división realizada por Enrique II en 1369. Y en definitiva, integrado en una misma Corona y con unas mismas Cortes que Castilla, permaneció diferenciado y con instituciones propias el reino de León, con una clara demarcación geográfica establecida por las Cortes de Valladolid en 1351 a demanda del rey Pedro I y recogidas en el famoso Libro Becerro de las Merindades. Esa delimitación del reino de León, aunque incluyendo algunos municipios y tierras de Valladolid y de Palencia al oeste del Pisuerga, resulta bastante semejante a la de las fronteras provinciales de León, Zamora y Salamanca establecidas en la división realizada por Javier de Burgos en 1833 y que llega hasta nuestros días. El centralismo liberal imperante impidió, sin embargo, que ninguna región tuviera autonomía, instituciones, capacidad de gobierno o verdadera representación orgánica en el conjunto de la nación. Esa ha sido la tónica hasta nuestros días, aunque reconociendo nominalmente la región leonesa como una región diferenciada de otras, hasta la creación de la actual comunidad autónoma de Castilla y León en fecha tan reciente como la de 1983.

5.- Sobre la base de la historia viva que llega hasta nuestros días y no de teorías arqueológicas o de pasados remotos, defendemos que León es una región diferenciada de Castilla, pese a los íntimos lazos que las unen. Con el equívoco de la Corona común de Castilla algunos pretenden borrar el reino de León, lo cual sería como borrar regiones históricas como Valencia, Cataluña o Nápoles diciendo que son Aragón, por pertenecer históricamente a dicha Corona. Pero igual que León no es Galicia, ni es Asturias, ni tampoco Portugal, pese a que muchos de sus municipios se regían por el mismo fuero de Salamanca, tampoco León es lo mismo que Castilla. Esta distinción no implica separación, ni enemistad, por lo cual rechazamos toda reivindicación leonesista basada en el fomento del resentimiento o el odio hacia las ciudades y regiones vecinas, hacia todo lo castellano o hacia Valladolid. Y comprendiendo algunos excesos retóricos, creemos además que hay que ser prudentes a la hora de señalar los rasgos diferenciales de León frente a Castilla, sean históricos o culturales. Esos odios y excesos, entre otras cosas, podrían convertir una reivindicación legítima en algo odioso a los ojos de muchos españoles, cansados de rivalidades levantiscas, generalmente fomentadas por las facciones de la oligarquía de partidos imperante en España y para su único beneficio.

Círculo Enrique Gil y Robles de Salamanca. Correo: carlismo.salamanca@gmail.com; Twitter/X: @SalamancaTrad  

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