Desde el día 17 de diciembre en las redes sociales, y desde el 18 en El Periódico de Villena (que se ha sumado al linchamiento con un artículo vergonzoso), un carlista local, profesor en el IES Las Fuentes, sufre una campaña de acoso, al parecer promovida por algunos elementos del propio instituto en que trabaja. La excusa es su rechazo a la agenda aberrosexualista; la ocasión, que haya ejercido debidamente sus funciones.
El delegado de la Comunión Tradicionalista en el Reino de Valencia, Jesús Ferrando Valls, ha enviado la siguiente misiva al citado Periódico de Villena:
Tengo el honor de conocer personalmente a este profesor y os puedo asegurar que es una excelente persona, de recta intención y entregado a su vocación de enseñar.
Creo que este hecho se está aprovechando para hacer un linchamiento personal, con el fin de visualizar determinadas posturas ideológicas, y una vez más pasar el rodillo de lo políticamente correcto, sobre los que piensan diferente a las propuestas ideológicas marcadas por la agenda globalista.
A este profesor se le intenta acusar de abuso de poder, cuando lo que ha hecho es justamente lo contrario. Que es velar por las normas de convivencia básicas que deben regir mínimamente cualquier comunidad educativa.
Si se rompe el principio de la autoridad del profesor frente al alumno, el bien común queda desprotegido, y dejamos en manos de la turba descontrolada el desgobierno de lo que nos hace bien a todos.
En aras de la libertad de expresión, este profesor está siendo sometido a un juicio sumarísimo, condenado de antemano y sin derecho a defensa, y no siendo juzgado por el hecho concreto de querer poner orden en el patio, ante una actitud rebelde de una alumna. Sino que se ha entrado en el juego cruel de hacer pública la forma de pensar y de creer de este profesor, sometiendo a una demonización ideológica lo que pertenece a la conciencia y privacidad de la persona. Los que se ufanan de libertad de expresión, someten a una cacería de brujas a quien sólo cumple con su obligación.
Y el totalitarismo progre de pensamiento único, convierte en perros mudos y en muchos casos en cómplices, a órganos de dirección de las propias escuelas, claustros e incluso a alumnos. Que aunque en su fuero interno piensen igual que la víctima, se convierten en cobardes colaboradores de la injusticia, que con tal de no ser acusados con el dedo son los primeros en apedrear en la plaza pública al inocente.
¿Por qué sacar de contexto una llamada al orden en el patio de un colegio? ¿Por qué titular este artículo con calificativos ideológicos y religiosos como carlista, católico y «homófobo»? ¿No será que en el fondo lo que se pretende es deshacerse de una persona que piensa y diferente y que entorpece los planes de lavado de cerebro propuestos por los que quieren adoctrinar la comunidad educativa?
Miren ustedes, vivimos en una sociedad sin sentido, donde lo malo ahora se quiere imponer sobre lo bueno y lo bueno es considerado malo. Ser carlista es haber bebido de las fuentes de los que procuraron las verdaderas libertades, los que lucharon contra Estados centralistas que oprimían los derechos, libertades y costumbres que forjó nuestro pueblo a lo largo de los siglos, contribuyendo en lo social y político a enriquecer la civilización cristiana. Civilización que es la nuestra y es la que conocemos y nos ha permitido desde toda nuestra historia vivir en armonía y libertades. Creando conceptos de libertad, derecho, justicia, equidad. Que nos permitieron armonizar nuestra convivencia, procurando siempre el bien común.
Estos conceptos tan nobles están siendo manipulados y utilizados por el pensamiento único para destruir la conciencia, descabalgarnos del criterio propio y someternos a la esclavitud de la opinión de la masa.
Se le acusa también a mi querido profesor de ser «ultracatólico».
A la persona que acusa de esto, cabe explicarle que católico significa universal. No existe concepto más hermoso, universal, que es para todo el mundo, todos sin exclusión. Nada más opuesto al sectarismo reduccionista del pensamiento único, que nos somete a la bota del totalitarismo disfrazado de rollo guay. Por otro lado, decir soy católico es decir soy seguidor de Cristo, es amar a quien dio la vida por ti y por mí para salvarnos de todas nuestras miserias y todas nuestras corrupciones.
Por eso querido profesor, si persiguieron al justo de los justos y al inocente de los inocentes, no te extrañe que digan de ti, siendo que lo dijeron de Él sin motivo alguno: ¡Crucifícalo! ¡Crucifícalo!
Un abrazo querido profesor, somos muchos los que te queremos.
Agencia FARO/Círculo Ntra. Sra. de los Desamparados