Por qué reemplazan los nombres de las calles

EFE

Mi abuela, como la de muchos, testigo de otros tiempos muy distintos, me preguntaba «¿por qué reemplazan los nombres de las calles?». Me interrogaba colmada de nostalgia por la ciudad que recuerda de su infancia, ya desvanecida. Sólo pude contestar lo que sigue.

Antaño los nombres de las calles, las más antiguas de cada pueblo, no eran previamente inventados por los gobernantes a priori, sino surgidos de la vida rebosante de la sociedad en que viven las tradiciones, mientras las historias se suceden. Así, si aquella calle comunicaba, vertebrando la ciudad, la iglesia con el mercado, se la llamaba Calle Mayor. O aquella plazuela en que residía el gobernador como cabeza de los vecinos, era nombrada Plaza de la iglesia. O si se recordaba en especial algún templo, algún santo, un sabio, un rey, un capitán, un ilustre antepasado, algún hecho extraordinario, o simplemente se describía, con agudeza española, el rasgo de aquel lugar, se ponía con palabras aquella humilde honra, para darle rostro a la ciudad.

Los nombres que aún perduran, más allá de dos siglos, cantan la gloria de España, la grandeza de la Fe Católica. Pero sobre todo dicen de manera más íntima que los pueblos son tradiciones, no construcciones artificiales de los gobernantes.

Y esa es la razón última del anhelo revolucionario por reemplazar los nombres de las calles. Por destruir las tradiciones que nos dan la vida; por cambiar la naturaleza de las cosas; por enterrar del recuerdo de los hombres sus mayores glorias, sus excelsos ejemplos, y sus verdades más inmortales. Por reemplazar el orden de Dios por el desorden de las revoluciones y de las herejías, es por lo que se cambian los nombres en nuestro tiempo.

Me miró mi abuela sabiendo que eso es lo que ella tan íntimamente ha sentido en su corazón los últimos años de su larga vida. Pero sin esperanza de que pueda hacerse algo por evitarlo. ¡Evitémoslo lectores! ¡Conozcamos por los tesoros que nos legan los antepasados cómo fue la sociedad que han demolido restaurémosla de sus ruinas!

Gabriel Sanz Señor, Círculo Antonio Molle Lazo de Madrid