
El Centro Cultural de la Pontificia Universidad Católica del Perú (PUCP) tenía previsto, como parte de la vigésimo cuarta edición del Festival «Saliendo de la caja» organizado por su Facultad de Artes Escénicas, presentar una obra teatral de título y contenido blasfemo contra la Santísima Virgen María. Esta obtuvo, un día después de la Navidad del año recién pasado, la calificación de «espectáculo público cultural no deportivo» por parte de la Dirección General de Industrias Culturales y Artes del Ministerio de Cultura peruano (Resolución Directoral N° 001324-2024-DGIA-VMPCIC/MC):
[…]se trata de una obra que explora el conflicto entre lo religioso y el género. El «performer» principal utiliza danzas folklóricas peruanas, cantos y textos religiosos y populares para tejer una narrativa compleja y emotiva que desafía las normas establecidas y celebra la diversidad. […];
[…] es una obra […] que celebra la diversidad y promueve el diálogo sobre el género, la sexualidad y la espiritualidad. El contenido del espectáculo se encuentra vinculado con los usos y costumbres que se comparten en el ámbito nacional e internacional, y se advierte que preserva los derechos fundamentales recogidos en la Constitución Política del Perú [lo subrayado es una transcripción del numeral 3.1 del artículo 3 del Reglamento de la Ley N° 30870 (Decreto Supremo N° 004-2019-MC)];
Que, (…) es un espectáculo que aporta al desarrollo cultural, afirma la identidad cultural de los ciudadanos y promueve la reflexión sobre temas que contribuyen al desarrollo de la Nación. La puesta en escena fomenta una reflexión en torno a la transformación de las tradiciones y su capacidad para adaptarse a las complejidades actuales, abordando las tensiones entre la religión y las identidades no normativas. El espectáculo promueve un mensaje con valores superiores como la dignidad de las personas, la vida, la igualdad, la solidaridad o la paz; y no incita al odio o la violencia contra las personas, los animales o cualquier otro ser vivo, ni afecta al medio ambiente; […].
En un medio local, esta obra fue difundida, como parte de las demás que tendrían lugar en el festival, con las siguientes palabras: «Obra escénica testimonial que explora el conflicto entre la religión y el género, mediante la deconstrucción de diferentes vírgenes y santas católicas». También hemos encontrado un video, con una explicación similar, pero más explícita en su afán profano.
Durante ese mismo día, sin embargo, un sinnúmero de personas manifestó su rechazo a esta obra indirectamente blasfema (i.e., aquella dirigida a Nuestra Madre, la Santísima Virgen). De entre estas reacciones, destacó el comunicado que emitiera el Ministerio de Cultura, en donde se invocó «al respeto por los símbolos religiosos, que son patrimonio de nuestro país», toda vez que tanto el «título de la obra» y «la forma en que se presenta el afiche, con la imagen de un varón que reemplaza la figura de María de Nazareth, atenta contra tres elementos de la fe católica que se recogen en la Sagrada Tradición de la Iglesia Católica, la Sagrada Escritura». La Conferencia Episcopal Peruana hizo lo propio, invocando a recordar que la «libertad de expresión», a la cual «defiende», sin embargo, «no es un derecho absoluto», cuyos límites estarían delineados por «otros derechos como la libertad religiosa, la fe y la devoción del pueblo peruano». También, un grupo de católicos se reunió a rezar el Rosario en desagravio.
Finalmente, la universidad emitió un comunicado en el cual suspendiendo «la realización del Festival», indicando que se rechazaba «el mal uso de símbolos religiosos» y que se expresaba «las disculpas a la comunidad y a la opinión pública», afirmando que ratificaba «los principios católicos que rigen nuestra institución».
Entre quienes rechazan esta última medida, se ha afirmado que es una lástima por el esfuerzo invertido por el equipo asociado a la obra; que esto constituiría un «acto de censura» impuesto por la universidad o «el Congreso, el Ministerio de Cultura y la Municipalidad de San Isidro» y que el «derecho a la libre creación no atenta contra la libertad de creencias».
Esta nota no es escrita por alguien entendido en Derecho canónico, ni por alguien plenamente entendido en el conflicto que involucró, hace ya varios años, a la PUCP y la Iglesia. De los brazos comunicacionales de aquella casa de estudios, al parecer, todo está bien. La universidad, pues, clama que no es un centro de adoctrinamiento «comunista». En la ceremonia solemne de profesión de fe del nuevo rector, el Cardenal Carlos Castillo Mattasoglio, gran canciller de la PUCP, señaló lo siguiente:
Somos Pontificia Universidad Católica del Perú. Son cuatro palabras hondas, llenas de historia y sentido, llenas de fe, de esperanza y de amor. En ellas, juntas, está la fuerza inspiradora que permitirá contribuir no solo a sacar adelante nuestro país para salir del terrible momento actual, sino también para generar iniciativas geniales y capacidad de experiencia creativa que suscita la sabiduría de saber moverse como peces en las aguas tormentosas de los tiempos extremos que nos asaltan. La sabiduría del espíritu fino que funda todo espíritu geométrico y orienta su sentido nos llama a la calidad, la prudencia y la templanza.
Esta carencia de sentido claro o de compromiso real con la fe la hemos hallado en un nuevo texto de Su Eminencia. Esta autoridad eclesiástica, cuestionada por su cercanía con la heterodoxia, se manifestó el mismo 14 de enero en una carta equívoca, pero de rechazo: «Quiero manifestar, como Gran Canciller, que en nuestro Estatuto Universitario existen principios fundadores respecto a los cuales todo miembro de la Comunidad Universitaria está comprometido a respetar, defender y promover. De esta manera, en este caso no solo es exigible una actitud de pedir [sic] perdón y una rectificación, sino que, además, la [sic] PUCP cumpla con la normativa interna que permita precisar el tipo [sic] de falta cometida»:

Decimos equívoca porque, en los siete (7) párrafos, hay mención del Papa Francisco, a la «fe» como «ideología para dominar y destruir personas» o la «frivolización de la fe», pero ni una sola mención a N.S. Jesucristo o a su Madre, la Santísima Virgen, injuriada en la obra teatral que provocó su carta. Lo más cercano es la mención a la «fe cristiana». Tal vez lo explique el que Su Eminencia no considere que ante la Real Presencia de Jesús en el Sagrario.
Así las cosas, ¿qué podemos esperar de la propia PUCP? Recordamos que, conversando con algunos de sus egresados, nos afirmaron haber leído textos tanto comunistas como de liberales, y que existía amplia discusión sobre estos. Sin embargo, el error no reside en la exposición a las dos escuelas de la Modernidad, sino en ese «abrazo» al Mundo que rige incluso a los religiosos asociados a esta casa de estudios y a la atmósfera general sea de incredulidad a la que sucumbió el orbe católico junto con la Iglesia desde hace bastante tiempo.
No se generan militantes marxistas en todas las aulas, pero sí se pretende la «formación» de ciudadanos «demócratas», comprometidos con «la libertad» abstracta y que, en la hora decisiva, si en alguna ocasión la tuvieron, traicionan el tesoro de la fe en pro de sus posturas acomodaticias («yo creo en la Virgen, pero puede que no sea virgen»; «creo en Dios pero no en Jesús»; «yo no soy ningún extremista, la universidad puede ser católica pero ya ni los católicos hacemos nada ni creemos de la misma manera»). En palabras de Juan Manuel de Prada, quien se refería a un caso distinto, pero análogo: «Porque, en efecto, no puede haber libertad para dañar, injuriar, calumniar y ofender gratuitamente; no puede haber libertad para sembrar el odio y extender la mentira; no puede haber libertad para envilecer los espíritus e inclinarlos al mal».
Justo J. Escoba, Círculo Blas de Ostolaza
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