En la época actual, caracterizada por el globalismo cultural y, a la vez, económico-financiero, parece haber desaparecido la dialéctica socialismo-capitalismo, izquierda-derecha, conservadurismo-progresismo. Todo se confunde y mezcla en un gran batiburrillo global cuyo fin no es otro que el totalitarismo político y cultural al servicio del lucro. Este totalitarismo se achaca, desde ciertos sectores conservadores, a la vomitiva ideología nacida del posmarxismo de los diseñadores sociales, gestado desde la segunda mitad del siglo XX, identificados sin más con la izquierda social y cultural, pero cuyos postulados pronto han sido compartidos por las elites capitalistas cosmopolitas y globalistas, como ahora veremos.
Pongamos un ejemplo bien claro: el feminismo. Se nos llena la boca con manifestaciones anti-feministas, donde se lanzan consignas contra el neo-marxismo, porque supuestamente han sido éste, y su metástasis ideológica, la ideología de género, los únicos autores de tamañas aberraciones. En cambio, pocos achacan al capitalismo el haber ofrecido los medios materiales para que esa ideología se ponga en práctica. ¿Quién, si no, ha propuesto el ideal de mujer moderna, trabajadora, independiente, posicionada, self-made? ¿Han oído a alguna alta directiva despotricar del feminismo, en cualquiera de sus grados, y abogar por el papel vital de la mujer como madre y esposa, reconociendo las diferencias y desigualdades naturales –y por tanto, queridas por Dios y ordenadas a un fin– existentes entre el hombre y la mujer? Sin ir más lejos, ¿quién, sino el liberalismo político, hermano del económico, ha cimentado la libertad de expresión y difusión ilimitada de todas esas aberraciones?
Existe, sí, el feminismo mugriento y de bajo coste de Femen y demás (por cierto, promovido también por el gran capital); pero también existe el feminismo conservador, que si no reniega de la maternidad, la iguala o subordina al éxito profesional; que no ve problema en tener el hogar vacío doce o catorce horas al día. Es el feminismo we-can que se propaga como la peste hasta en los más elementales niveles educativos escolares. No parece muy oportuno, pues, tratar de presentar un feminismo de cara lavada y Chanel, como alternativa a la charca femino-marxista.
Javier de Miguel, Círculo Ntra. Sra. de los Desamparados