La regañina del Tío Sam

AFP, J. WATSON

El Departamento de Estado de los Estados Unidos ha emitido un documento en calidad de informe acerca de la libertad religiosa y la demografía de los distintos cultos presentes en Panamá.

No es ninguna novedad que la política exterior de los Estados Unidos interfiera en los asuntos internos de otros países, de manera invasiva, pretendiendo justificarse por sus ideales de democracia y libertad.

En este informe, que pretende igualar la fe verdadera a los falsos cultos, afirma que un país con una constitución que garantiza la libertad de culto, debe dar un trato equitativo a todas las religiones y no favorecer sólo a la católica, y argumenta que el financiamiento a colegios católicos y no católicos debe ser equitativo.

No se puede negar que a día de hoy en este financiamiento haya favoritismo. La realidad es que no vivimos en una sociedad auténticamente tradicional, sino más bien descristianizada por la mentalidad contemporánea, así que muchas donaciones no se hacen precisamente por la piedad religiosa de la clase política. No obstante, el problema radica en que el informe presente como solución el indiferentismo religioso y la promoción igualitaria de todas las religiones.

Pero, ¿es justo por parte de los Estados Unidos dar ni siquiera lecciones de trato indiferente y no favorecido? Históricamente, los católicos no han tenido jamás buen trato en los Estados Unidos, formados por herejes puritanos, quienes en sus colonias persiguieron por costumbre a los católicos.

Al igual que Lutero, los EE.UU. veían en el catolicismo el dominio de Roma sobre ellos; tanto así, que les llamaban romanistas. También sostenían las críticas a la supuesta idolatría, y al Papado como la ramera o el anticristo, las típicas calumnias originadas por el heresiarca alemán, y a las que muchos estamos acostumbrados. Posteriormente, al independizarse las colonias, los nuevos inmigrantes católicos eran vistos como invasores étnicos, al ser muchos de ascendencia irlandesa, italiana, alemana, polaca, entre otras, y no anglosajona, como los puritanos originales. Así, se percibía como una amenaza a los valores estadounidenses.

En el clímax de este sentimiento antirreligioso surge el Ku Klux Klan, movimiento supremacista blanco. Éste estaba conformado mayormente por sectas de metodistas y bautistas, que buscaban defender la raza anglosajona de los negros, hispanos, y, en general, católicos. Su persecución de cristianos culminó en atentados terroristas como el del Padre James Coyle en Alabama, en 1921.

Es un error, por parte de los conservadores ver a los Estados Unidos como un salvador de la fe, en contraste al bloque izquierdista ó «progre» (por cierto, genuinamente estadounidense). Los Estados Unidos nunca se quedaron atrás en su persecusión de cristianos, que perdura hasta nuestros días.

En el país anglosajón, todos elogian el «catolicismo» protestantizado y progresista del presidente Joe Biden. Pero el catolicismo tradicional, el auténtico, es perseguido, a nivel social y político. Grupos progresistas, como Black Lives Matter, y Antifa, se dan gusto quemando templos católicos durante sus protestas. Los mismos conservadores son incapaces de frenar la violencia, y quizá hasta estén indispuestos a hacerlo, como los progresistas demócratas.

La organización Southern Poverty Law Center ha etiquetado a la Hermandad Sacerdotal de San Pío X como un grupo de odio, comparándola falazmente con el Ku Klux Klan, y a Monseñor Lefebvre le acusa de fascista. El sentimiento hacia la Iglesia Católica sigue siendo hostil, hasta el extremo de que los racistas y los «antirracistas» se ponen de acuerdo para perseguirla. ¿Qué ejemplo de no persecución o no favorecimiento nos puede dar el Tío Sam? EE.UU. le da derechos al error, eso sabe hacer bien. No bastándole con eso, al igual que todos los apóstoles de la mentira, persigue la Verdad.

Paolo Emilio Regno, Círculo Tradicionalista Nuestra Señora de la Asunción de Panamá