Hoy les traemos un extracto de la Historia real sagrada de don Juan de Palafox y Mendoza. En breves líneas, el ilustre obispo y virrey de Nueva España explica la esencia del gobierno imperial y la prudencia de mando.
«Grande debe ser el arte y la prudencia de los reyes y superiores que tienen en su dominio diversidad de coronas, en procurar de tal suerte gobernarlas que parezca el príncipe de cada una; y tal sabiduría es necesaria para que hagan armonía y consonancia entre sí, ya previniendo, ya sufriendo, ya guiando, ya advirtiendo, ya castigando o perdonando… Regir un caballo solo sería fácil a una mano; pero muchos y pendientes de unas riendas, gran pulso, gran atención, gran vigilancia le está pidiendo al gobierno. Este es muy blando de boca: no es necesario lastimarlo con la fuerza, pues sobra la suavidad; al otro, duro, aplíquesele la fuerza, sin llevarle a la desesperación. Así son diversas las condiciones de los reinos, como lo son en los hombres y en las fieras, esta nación es dura, esta otra es blanda, aquella se ama a sí misma, la otra no ama sino al rey. A estos la blandura alienta, a aquellos los desvanece. A unos el rigor los precipita, a otros los guía y enfrena. Es el reino un hombre grande y es cada hombre un reino corto. En el hombre racional son la voluntad, entendimiento, memoria, sentidos, manos, pies y todos los demás miembros, como en el político son el rey, magistrados, vasallos, súbditos, pueblo; y por el contrario, en el hombre político son el rey, Consejos, superiores e inferiores, pueblo y plebe, como el natural entendimiento y voluntad, cabeza, manos y pies… Porque si un hombre es un mar inquieto, lleno de inconstancias y miserias, y así es sumamente dificultoso su gobierno ¿qué será una ciudad llena de hombres? ¿qué una provincia que está llena de ciudades? ¿qué una Corona llena de muchas provincias? ¿qué una monarquía llena de muchas coronas?
Acobárdese el juicio humano en tanta dificultad y humíllese a la grandeza de Dios: pídale sabiduría, que si David con doce tribus, siendo suprema su prudencia y su valor y grande su santidad, no pudo acabar el curso ilustre de su reinado sin dos rebeliones muy sangrientas… todo esto da mucha luz a los príncipes para que traten con grande cuidado y especulación una materia tan alta y tan profunda, donde los más diestros se han perdido, y que se hagan de cada tribu en el amor y en el agrado, aunque vivan sólo en una; y a los ministros advierte que aconsejen a sus reyes maduras resoluciones, procurando más conservar que adquirir; ser amados, que temidos; sosegar, que no mandar; tolerar, que castigar y afligir, teniendo por gran tesoro el amor de los vasallos; conservarles en aquello que se crían y amar aquello que aman, procurando dirigirles por sus modos y por sus mismas canales y ministros, rindiéndose a su lenguaje, idioma y fragilidad, haciéndose a las condiciones de cada uno y andando a su mismo paso. Más fácil es, aunque no siempre es más justo, reducirse uno a todos que no todos a solo uno y en tales casos, por no poderse conseguir lo justo, se ha de conservar lo fácil. Este es el arte y el trabajo de mandar, que no consiste sólo en la voluntad, tiene mucho que sudar la inteligencia, antes bien infinito que recatarse de aquélla para aprovecharse de ésta».
José Jaime Carranza Alvarado, Círculo Tradicionalista Celedonio de Jarauta