Se ha difundido la noticia del arresto de un obispo, siete sacerdotes y diez seminaristas en Xinxiang, China. Un hecho lamentable, poco importa si eran o no conciliares, pues las disputas teológicas importan poco al Partido Comunista Chino (PCC) siempre y cuando nadie dispute su poder. Sin embargo, la prensa occidental le ha negado visibilidad a este hecho, a diferencia de la ambigua situación de los uigures.
Sin ánimos de promover el cinismo, aunque la persecución contra los cristianos fue advertida por Nuestro Señor, no obstante, no todas las persecuciones son iguales. La que ejerce el PCC es la clásica, propia de países comunistas y que nos recuerda las naciones paganas de antaño, de sociedades que nunca promovieron la libertad de cultos o de consciencia. La segunda, la que se ejerce en Occidente es una persecución por debajo de la mesa, que intenta destruir a los cristianos desde dentro.
¿Por qué importan más los uigures mahometanos para los grandes medios de prensa occidental? ¿Acaso no estaba este pueblo en las listas no deseables para la emigración a los Estados Unidos hace varios años? Claro está que con las recientes oleadas de emigración mahometana a Europa es necesario limpiar la imagen de su religión, pues de difundir que hubo apoyo por parte de los uigures al ISIS dejaría muy mal parada a la Unión Europa.
Otro aspecto es la guerra económica. China para bien o para mal, se ha mantenido independiente de la hegemonía liberal europea, aunque mucho más en lo económico que en lo ideológico. A Occidente le conviene debilitar a un rival comercial, más cuando el PCC extiende sus brazos en África y los dictadores apoyados por Francia podrían cambiar de bando.
Los cristianos chinos no le importan a Occidente. No sólo porque Occidente es la antítesis de la Cristiandad, sino porque los cristianos chinos son conversos de todas sus etnias y no representan una mayoría en ninguna provincia. En contraparte, grupos conservadores como la TFP destacan el papel de los católicos en las protestas de Hong Kong, pero esta ciudad por más bautizados que tenga no es más que una colonia del pensamiento occidental que pretende convertir a China en un paraíso progresista.
El tradicionalista debe ser cauteloso, las civilizaciones del Lejano Oriente nos resultan opacas e incomprensibles. Aquellas naciones no son el Anticristo, pero tampoco nuestras aliadas. Una verdadera evangelización nos recordaría más al padre Ricci y menos a una civilización democrática y capitalista.
Para concluir sería posible afirmar que para los medios hay dos Chinas, una buena y una malvada. La primera es ésa de valores laicos que restringe a la Fe Verdadera; la segunda es aquélla que restringe los valores occidentales. Por fortuna, los carlistas podemos ignorar esa dicotomía, centrándonos en la oración por nuestros hermanos en la Fe y en la vuelta de esta nación a su tradición imperial y monárquica.
Carlos Restrepo, Círculo Tradicionalista Gaspar de Rodas de Medellín