La inflación se suma a la crisis

Mario Chaparoo

ESPAÑA-Ahora es el Deutsche Bank el que contradice los cantos de sirena del Gobierno. En su reciente informe alerta que desde EEUU comienza una inflación que llegará al 4%, y que arrastrará a todos los demás.

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Sin llegar la lluvia de 140 millones de euros de Bruselas, con los impuestos en subida imparable y los que están por venir; y considerando escenarios más positivos que el español, el IPC ha alcanzado el 4,2% en EEUU (su mayor repunte desde la crisis de 2008) y con perspectivas estivales de empeoramiento. Tanto es así,  que los inversores se preparan para los datos de inflación de Estados Unidos que se publicarán a finales de la semana, tras unos datos de empleo más débiles de lo esperado. Mientras, en  la UE, la inflación se ha situado en el 2% tras varios meses de tasas de variación negativa en 2020. 

«El resultado es que la Reserva Federal sigue estando muy lejos de alcanzar su objetivo de una inflación media del 2% anual» comentan los analistas  del Commonwealth Bank Australia.

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David Folkerts-Landau, economista jefe y director de investigación de Deutsche Bank, asegura que las expectativas de inflación son más elevadas y las previsiones hablan de una subida de los precios que seguirá cogiendo tracción en lo que resta de 2021.

«La base del actual cambio de paradigma en las políticas se estableció en la última década. Después de la crisis financiera mundial, la preocupación se centró en los niveles elevados de deuda soberana… por lo tanto, los bajos tipos de interés y la compra de activos han continuado», afirma.

Mientras, los bancos centrales sólo están preocupados por el sostenimiento de la deuda, banquete en el que el Gobierno español se regodea con unos máximos   de 118 años tras superar el 117% del PIB. 

Todo ello mientras las preocupaciones de los dirigentes parecen ser «quién plancha en casa» (Vicepresidenta Carmen Calvo) 

A igual que Saturno devora a sus hijos, la globalización comienza su banquete: a lo coyuntural se le une lo estructural, como el proceso de desglobalización, con su elevación de costes de producción de forma permanente a medida que las cadenas de suministro pierden eficiencia para ganar resiliencia y se concentran en partes del globo más cercanas al consumidor final.

El capitalismo financiero continúa engendrando sus propios horrores, proyectando su larga sombra durante décadas hasta otra nueva catarsis. Así asevera David Folkerts-Landau: «Tras años de expectativas para la inflación muy bajos nos encontramos mal preparados para el cambio dramático y es que, a día de hoy, muchos precios de los activos dependen del respaldo de los bancos centrales y una política de tipos a la baja donde la liquidez ha marcado el mundo tras el 2008». 

La Agenda 2030 será la de la pobreza sostenible y la mendicidad exterior. Y la solución no está en la letra coral del Congreso: a más crisis, más democracia. Porque el verbo en presente, del nuevo anuncio del Ministerio de Agricultura, Pesca y Alimentación: «España, el país más rico del mundo», debiera ser en pasado.

Roberto Gómez BastidaCírculo Tradicionalista de Baeza