Ha fallecido el pasado día 25, festividad de San Luis, Rey de Francia, el sacerdote burgalés don Manuel Guerra Gómez. Doctor en filología clásica y teología patrística, profesor de la Facultad de Teología del Norte de España, de su ciudad natal, se hizo famoso los últimos años por su dedicación al estudio de las sectas.
El ilustre colaborador de FARO Alberto Ruiz de Galarreta, atento siempre a la temática, y con su particular inteligencia, detectó tempranamente la aparición de don Manuel en ese panorama y le dedicó algunas entradas, entre las que es de destacar la reseña de su libro de 1993 sobre los nuevos movimientos religiosos , publicada en Verbo de inmediato con uno de sus pseudónimos, y en la que no sin elogiar el esfuerzo detectaba la necesidad de un complemento «quirúrgico» al «anatómico» que ofrecía el libro. O como decía con gracia frecuentemente: había que sumar Torquemada a Linneo. Poco más que decir. La reseña de nuestro inolvidable amigo, Gran Cruz de la Orden de la Legitimidad Proscrita, está llena de matices interesantes, incluida una referencia precisa al diario de la Comunión El Siglo Futuro. En la misma revista Verbo puede encontrarse también una información interesante, veinte años posterior, firmada por nuestro amigo el profesor Juan Cayón, sobre otro libro de don Manuel Guerra dedicado a la masonería: Masonería, religión y política. Emerge sutilmente de la misma un juicio semejante al del viejo combatiente.
No era la posición de don Manuel Guerra la nuestra. El hecho de que su editor fuera inicialmente la Biblioteca de Editores Cristianos (BAC), en su día prestigiosa y siempre demócrata-cristiana, así lo apunta. Aunque su peregrinar publicístico posterior, tampoco afortunado, sí demuestra que con su aplicación a esos espinosos asuntos, por más que con un tratamiento edulcorado, había pinchado en hueso con el establishment eclesiástico y no sólo.
Hay que reconocer, con todo, que la marginación creciente que sufrió en su hábitat natural, indicaba algo. Pues sacerdote diocesano, estaba integrado en la Hermandad de la Santa Cruz, marca blanca del Opus Dei. Ni siquiera su denuncia científica y exquisita era aceptable en el universo de la libertad religiosa extendida a las llamadas «nuevas religiones». En ese sentido, en otro artículo de la revista Verbo el mismo Alberto Ruiz de Galarreta, que saludó tempranamente la creación en Italia del CESNUR (Centro di Studi sulle Nuove Religione), ligado a Alleanza Cattolica, esto es, un subproducto de la sospechosa TFP, pronto comprendió su significación deletérea, hasta el punto de hacer llegar discretamente al sacerdote burgalés ahora fallecido lo inconveniente –llegado el caso– de colaborar con tal entidad. No sabemos cómo acogió la sugerencia. Pero Alberto Galarreta no cejó en la pesquisa sobre las sectas, en el seguimiento de los estudios de don Manuel Guerra y en la denuncia del CESNUR. Podríamos referir por lo menos otra decena de mensajes también privados a otras personas en relación con el mismo asunto y tendentes a evitar que el CESNUR pudiera extenderse a España. Pero no dejó de expresar su opinión, y de forma neta, también en público. Particularmente en el quincenal pamplonés Siempre P’alante, hace poco desaparecido, al que contribuyó con generosidad hasta su muerte, pese a la conciencia –que no dejó de manifestar igualmente a sus amigos íntimos– de las limitaciones de aquél. En un texto publicado en el primer número de 2001 no se mordía, como casi nunca, la lengua al escribir: «Como un guardagujas traidor, [el CESNUR] cambia la atención del convoy católico dirigido a la destrucción de las sectas y lo encarrila a la contemplación narcisista de una ingente masa de noticias incesantemente acrecentada… para nada». Juicio que podría extenderse a muchos. Hacerlo sin más a don Manuel Guerra, a quien Dios acoja en su seno, sería en cambio injusto.
Agencia FARO