Bicentenario de la destrucción de Méjico

El actual presidente de Méjico, Antonio Miguel López Obrador, y su esposa Beatriz Gutiérrez Muller encabezaron los festejos por el Bicentenario de la Consumación de la Independencia. Presidencia

El pasado 27 de septiembre, el gobierno republicano de los Estados Unidos Mexicanos, encabezado por Andrés Manuel López Obrador, decidió conmemorar los actos secesionistas dados hacía 200 años en la Nueva España.

Esta conmemoración se realizó izando la bandera llamada de las Tres Garantías que fue formulada y diseñada por la turba traidora que encabezaba Agustín de Iturbide. El que fuese militar realista, se sumó con mucho engaño a las conspiraciones en contra de la Monarquía Hispánica, reanimando al movimiento insurrecto que para ese entonces estaba debilitado. Su traición culminó con la usurpación del Trono en la Nueva España, perteneciente en toda legitimidad a S.M.C. Fernando VII.

La polémica conmemoración actual parece contradictoria a muchos. Los hay que llegan a considerar que vulnera los fundamentos liberales y constitucionales que sostienen en el poder al actual gobierno de la llamada 4ª transformación. Incluso, que la revolución conmemorada va en contra de toda la ideología política que ha llevado a López Obrador hasta la silla presidencial.

Pero con una mirada ecuánime, vemos que no estamos ante una contradicción. El acto atestiguado no es ni mucho menos una vulneración del orden liberal vigente. En todo vigor es fiel a lo que se conmemora, porque es una continuidad de la Revolución que hace 200 años dio un salto temerario al entrar a la Muy Noble y Muy Leal Ciudad de Méjico. Así se consumó la alta traición a la Monarquía Hispánica, que por tres siglos había vigilado por estas tierras bajo los sacros principios de Dios, Patria y Rey. Estos principios se usurparon por las ambiguas ¿garantías? de Religión, Independencia e Unión, más bien emanadas de los principios afrancesados de Fraternidad, Libertad e Igualdad.

Frente la perplejidad que muchos sienten ante un gobierno republicano, hostil a la religiosidad e incluso al monarquismo que engañosamente defendían los trigarantes, es necesario indicar un fenómeno que podríamos llamar ecumenismo estatal.

Este fenómeno del modernismo político se da en la agenda del gobierno actual. De este modo, un día se resalta el pasado idólatra de los mexicas edificando una pirámide en el atrio del Palacio gubernamental, y para el otro día decide ondear sobre el mismo recinto la bandera de las Tres Garantías. Para entender este sincretismo estatal, no olvidemos que el movimiento trigarante culminó con la fabricación de un imperio que mezclaba características napoleónicas de una monarquía liberal y constitucional, además de espejismos del tiránico imperio mexica.

Analizando al personaje del presidente López Obrador, que encabezó el reciente izamiento de la bandera trigarante, sería necesario recordar que éste se percibe como la reencarnación del liberal Benito Juárez, transformado en un Huey Tlatoani mexica que ha tomado el bastón del mando de las manos del pueblo para llevar a cabo su movimiento deformador.

Ahora, si lo comparamos con el personaje que dio formulación a aquella bandera Trigarante izada sobre el Zócalo de la actual Plaza Constitucional, podremos entender mejor que la realidad no nos engaña. En nuestras tierras novohispanas la máscara de la Revolución fue quitada hace 200 años y hoy manifiesta su verdadera cara más notoriamente que nunca antes.

Ante los hechos que se analizan, hay que advertir a los católicos desprevenidos, que celebran el 27 de septiembre como la aparentemente auténtica fecha de independencia. El pretexto sería que ésta tiene como autor al falso emperador Agustín I, que erigió su movimiento sobre supuestas garantías que aparentemente la doctrina católica pudiera sostener. Pero no nos engañemos.

Pese a sus polémicas y divisiones internas, el avance de la revolución es uno. Así lo acaba de manifestar el actual gobierno liberal. Éste aclama principios masónicos, por lo que uno pensaría que no puede homenajear a Iturbide y su movimiento Trigarante. Pero si lo hizo es precisamente porque todo está vinculado a la continuidad de la Revolución y, por ende, homenajearle no es más que seguir en uniformidad con esa misma Revolución y nada congruente con la Santa Tradición.

Reynaldo Avilés, Círculo Tradicionalista Celedonio de Jarauta.